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29 de junio de 2017 0 / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /

Actualísimo: ¿Quién como Dios? (En Aralar se rompieron las cadenas).

REPRESENTANTES de las familias y de las juntas carlistas se han reunido un año más, con una gran ilusión y fervor religioso, en su XXVIIIª peregrinación a San Miguel de Aralar, realizada el 25 de junio del presente año 2017. Si siempre acudir a la llamada del Arcángel es una Gracia para nosotros, cuánto más en nuestros tiempos especialmente agitados, críticos.

Ha sido una jornada de convivencia jovial y entusiasta. En ella se ha convivido con alegría, se ha rezado de veras -Santa Misa, Sto. Rosario y consagración al Arcángel-, y se han entonando canciones de la tierra a los postres, acompañados de guitarra y acordeón. Este año sobraron las palabras políticas de sobremesa, siendo  sustituidas por el canto: no se podía cortar el aire

Sin duda, esta alegría la da -frente al frecuente rictus tristón de hoy- el saberse bajo la protección del Arcángel amigo, que nos sujeta con rotunda fuerza, con su gracia y dulzura.

Muchos no han podido venir -obligaciones, celebraciones, salud, edad…- y sentimos que se hayan perdido esta hermosa Jornada y peregrinación. Se lo contaremos para que, si pueden venir, no falten la próxima vez. En el santuario no había mucha gente a pesar del buen tiempo. En las imágenes se ven pocos porque no queremos mostrar rostros por aquello de la intimidad personal.

Se ha rezado por los fallecidos de este año: José María Guindano, Javier Nagore, Rosario Baleztena, Ignacio Baleztena, Benita Ijurco, Fernando Merino -que siempre venía a las concentraciones “Aborto No, Dios ama al embrión”- y algunos otros amigos. Se ha encomendado a los Maiza, Igoa, Ijurco de Echarri-Aranaz…

El Altísimo Jaungoikoa hace que nos sintamos privilegiados en esta XXVIIIª peregrinación ante su presencia soberana, pues Él da sentido a nuestras vidas como personas individuales, en el ejercicio de nuestra dimensión y deberes familiares, sociales y políticos. Hace que sepamos de dónde venimos y a dónde vamos, y que tengamos un solo Señor. Por eso nos consideramos unos privilegiados.

Si el emblemático lugar de San Miguel acoge siempre a todos, ocurre que este preciso domingo las sucesivas lomas y crestas del blanco caliza, y el bosque de hayas de fulgor esmeralda, se han vestido con sus mejores galas. El sol radiante contenía su fuerza, matizando la luminosidad una neblina propia de la evaporación de los días anteriores. El día aguantó; y la tormenta fue la del día siguiente.

La voz de San Miguel “resuena por encima de las divisorias de valles, comarcas y provincias; sobre las mismas fronteras. Y nos habla con acentos de religiosidad, de tradición, de entraña de la tierra nuestra, con multiplicidad de símbolo (…) el amor al Arcángel se mantiene en esta época nuestra tan vivo como lo demuestran los cariñosos recibimientos que le hacen los pueblos, las continuas solicitudes para que les visite, el goteo incesante de los que suben a la cumbre a postrarse a sus pies, a pesar del duro y difícil  camino” (“¡Por San Miguel de Aralar!”, 1944). Hoy como ayer.

Agradecidos también a los que han asistido y colaborado, superándose cada día a sí mismos cuando se sacuden la modorra de nuestros días y sobre todo cuando hacen actos de Fe y Esperanza, incluidos los representantes de Guipúzcoa y Vizcaya, que siempre transmiten ilusión y permanencia a los navarros.

Todos los presentes se animaron a seguir arrimando el hombro, pues saben que trabajan por sus hijos, por los que se puedan sumar, por la sociedad, y por el futuro propio y de todos. Los muchachos del campamento  Cruz de Borgoña de Navarra, al subir a San Miguel andando, están perfectamente preparados para su campamento de agosto.

* * *

Este breve relato sobre la XVIIIª peregrinación al santuario navarro de San Miguel sólo tiene sentido si ponemos el nombre y clamor al arcángel San Miguel como frontispicio: Nor Jaungoikoa aña? Nor Jaungoikoa bezala? ¿Quién como Dios? Arcángel éste con coraza pero con amplios y elegantes ropajes y, en vez de una espada cortante, una luminosa Cruz sobre su cabeza, que ofrece la Redención a todos desde lo alto.

Ahora bien, su sentido lo completa un sencillo detalle que supone una hermosa y radical novedad. Ocurre que, este año 2017, un pelayo ya crecido, hizo que la bandera de España floreciese, enarbolada con toda naturalidad y sencillez, en las faldas y la cima del santuario, rescatando -¡oh paradoja en el país de las libertades repetidamente vulneradas!- del olvido social lo que antes era histórica y sociológicamente habitual. Hace muchos años que no ocurría que la bandera de España flotase al aire en las cumbres de San Miguel. ¿Por qué? No ocurría por falsos complejos de los que podían ejercer sus derechos, por el liberalismo que separa Religión y Patria -y tras la separación se deifica ésta última-, por el clericalismo que confunde el respeto al otro con la dejación de lo propio, por el racionalismo artificioso, por debilidad ante la avalancha separatista muchas veces promovida por el temor… Pero los tiempos cambian y la gente se normaliza. Ayer sólo hubo respeto de todos a todos. ¿Por qué no se va a llevar la bandera de la patria a un lugar sagrado? La bandera no seculariza lo sagrado porque el 4º mandamiento exige amar a la Patria, aquella no es un objeto indecente sino que expresa personas y de entrada muy buenas intenciones, y no cabe que el dato de las apreciaciones subjetivas de unos prevalezcan  sobre el derecho objetivo de otros. La única exigencia es que los que lleven la bandera se tomen en serio lo que hacen. Como hemos dicho, ese joven ha cerrado el eslabón abierto de la cadena de la historia.

A San Miguel se acude íntegra y políticamente como quien se es, y si se es amante de la patria, se acude con la bandera debida. Los colores de la bandera de España enarbolados con naturalidad y sin alardes por un joven tradicionalista, conforman hoy la única bandera confesional, pues las banderas secesionistas y republicanas, y el escudo constitucional de hoy, no quieren postrarse a los pies del Arcángel. Salvo las banderas de la tradición, la configuración de los pueblos y las patrias hoy han vuelto al paganismo.

Con este espíritu se ha celebrado la XVIIIª peregrinación a San Miguel de Aralar.

* * *

Si Dios tiene un proyecto para el hombre en su plenitud, si sobre todo tenemos que adorarle a Él como a Señor y Padre, resulta que Él tiene Su Causa en este mundo. Sí, es necesario luchar por la causa de Dios porque Él existe, porque Su Causa Él mismo y sus criaturas en Él. Esta abarca la vida íntima de cada persona, pero también su ámbito externo, profesional, social y político. El buen Dios no es el dios deísta. En efecto, la causa del hombre y los pueblos está indisolublemente unida a la causa de Dios, tal que no pueden separarse.

El Quién como Dios ha de superar y dar cumplimiento al Quién como el hombre, que si no se subordina a Dios es propio de la soberbia y la aparente modernidad cargada, eso sí, de pesadas cadenas. ¡Cuántas  cadenas atan con cada vez más fuerza a la persona mientras se grita “libertad”! Las ideologías, los partidos, los políticos, las agrupaciones, el poder… todo pasa, y sólo Dios queda, mantiene y cuida todo, y ha querido elevar al hombre que se abre a Él al plano sobrenatural de hijo de Dios.

* * *

Al reclamar el P. capuchino Fray Evangelista María de Ibero el lema Dios y Fueros en su sermón en la catedral de Pamplona el 8-IV-1902, y al querer superar así, en lo más fundamental según creía, la división política de su época -monárquicos y republicanos, carlistas y alfonsinos, socialistas y nacionalistas…-, ignoraba que la desunión de los católicos la provocan el liberalismo y las ideologías racionalistas y no la patria común a todos, que era y es España. Pero hay otros porqué. ¿Por qué? Porque ignoraba que hay divisiones en lo temporal que el brazo religioso debe dejar en paz y no entrometerse al estilo clerical. Desde el púlpito de la catedral de Pamplona él no estaba llamado a silenciar a España, ni a reducir el panorama religioso-político a Dios y Fueros, cuando España era afirmada por casi la totalidad de los españoles  que en ella vivían y de ella se beneficiaban, y cuando si el rey legítimo no cabía sociedad política bien configurada. Más, los católicos hijos de España cumplían y cumplen el 4º mandamiento de la Ley de Dios al amar a su patria. Y los carlistas lo hacían y hacen con la discreción y firmeza de la verdad. Tampoco se puede ni se debe huir de España artificialmente, ni presentar el camino de España como posible cuando se está naturalmente en ruta y en él. Por eso el P. Ibero no tenía razón aunque le defendiesen, en el pleito interpuesto por los liberales, nuestros amigos los integristas José Sánchez Marco en Navarra y Ramón Nocedal en Madrid. Y le defendieron con éxito. El buen P. Ibero era nacionalista vasco y murió muy joven, con 36 años, sin conocer la ruina que provocó el nacional-separatismo en 1936 y la que provoca en nuestros días, pues como el nacionalismo burgués es una criatura del liberalismo -la dichosa soberanía nacional y cierto idealismo y panteísmo- ahora tenemos a los nacionalistas vascos “moderados” o “conservadores” como autores y gestores de unas leyes totalmente paganas, contrarias al hombre, a los Diez mandamientos y a la Redención, y aliados con los proetarras. A eso conduce a la larga cualquier error raíz. El bueno del P. Evangelista María de Ibero rechazaría totalmente el actual nacionalismo vasco (antivasco) como diplodocus secesionista y sobre todo pagano, cuyos gobernantes como sujetos y agentes de Gobierno -no hablo de su intimidad- rinden -aún sin saberlo- tributo a las brujas de Zugarramurdi y no al excelso Redentor. ¿Por qué? Porque no legislan ni hacen el bien sino cosas muy malas, como todos los gobiernos liberales de hoy.

* * *

En el paganismo, cada vez estamos más encadenados. La gente no es feliz. Hay mucho sufrimiento provocado por los pecados de los hombres. Sí, sabemos que en la cumbre del monte se repitió la escena bíblica, cuando el arcángel luchó contra el dragón infernal que quería a Teodosio esclavo. El dragón calló muerto a los pies del arcángel, al solo grito del Capitán: Nor Jaungoikoa bezala? Nos Jaungoikoa aña? ¿Quién como Dios? Y don Teodosio de la leyenda -que puede ser cualquiera de nosotros y cualquier comunidad-, de rodillas, agradeciendo el divino favor, sintió cómo sus cadenas caían rotas y el dragón se desvanecía por una profunda sima kárstica.

Así comienza su libro el capuchino P. Juan Bautista Luquin Urabayen, que tantas veces nos celebró la Santa Misa en el santuario: “Que el arcángel Miguel nos asista con su poder de primer servidor de la cruz, característica de la imagen de Aralar que la porta sobre la cabeza en vez de la violenta espada, y nos asista con su favor” (Servicio Histórico de los capuchinos en el santuario de San Miguel de Aralar, Pamplona, 2001).

Un abrazo en Cristo Rey, único sostén de la ley y derecho naturales, que además todo lo transfigura. En las Navas de Tolosa, antes en Aralar, y partiendo del Calvario, se rompieron las cadenas.

José Fermín Garralda

29 de junio de 2017

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