Antonio Peña: “Cataluña es el campo de pruebas para extender el modelo revolucionario al resto de España”
Antonio Ramón Peña es doctor en Historia, gran conocedor de la Cataluña moderna y contemporánea. En esta entrevista nos habla de los antecedentes de la actual situación de Cataluña y apunta posibles desenlaces y soluciones.
¿Cómo valora la situación que se está viviendo en Cataluña?
Estamos ante un proceso revolucionario que no solo afecta a Cataluña. Cataluña es el campo de pruebas para extender el modelo revolucionario al resto de España. De hecho ya hemos tenido algunos conatos –a modo de ensayo – de extensión revolucionaria en Valencia, Murcia, Valladolid, San Sebastián, Bilbao, Zaragoza. En Madrid, entre el 17 y 20 de octubre, 4000 revolucionarios se lanzaron a las calles. Hubo más de 20 revolucionarios heridos y 12 detenidos, 11 policías nacionales heridos y un policía de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) herido en la cabeza por un revolucionario que le golpeó con un tablón de clavos en la cabeza.
A su entender, ¿cuál es el origen de toda esta situación?
Por ejemplo, podríamos remontarnos a la crisis finisecular del sistema liberal-masónico del siglo XIX y la respuesta-salida que dieron algunos grupos de la burguesía española, especialmente en Vascongadas y Cataluña. La respuesta que tales grupos burgueses dieron a aquella crisis fue de odio contra sí mismos, esto es, contra España y sus tradiciones. Lógicamente este odio acabaría extendiéndose a la Iglesia Católica, dando lugar a la pérdida de la fe y a que el proceso de secularización fuese más profundo en estas regiones. Este odio lo vemos en gentes como Sabino Arana, Prat de la Riba o Pompeu Fabra, quien concebía el idioma y su “normalización” gramática como un resorte para cambiar la mente y el alma de las personas.
Pero los antecedentes más inmediatos los encontramos en los años iniciales de la década de 1970, en cómo se hizo la mal llamada Transición, el papel relevante que se dio a un minúsculo PSOE y a grupúsculos nacionalistas (separatistas) en Cataluña y Vascongadas, que en ese momento eran casi inexistentes. La única oposición real era el PC y los terroristas de ETA y GRAPO.
A mi entender, desde el interior del franquismo hubo una acción premeditada para organizar un gran cuerpo político que reeditase el régimen de la Segunda República. Se implantaría un sistema controlado cultural y políticamente por los mismos partidos e ideologías que habían formado el Frente Popular, esto es, socialistas y nacionalistas/independentistas (catalanes y vascos principalmente). Se permitiría la existencia de una derecha liberal/conservadora pero sin que tuviese posibilidades reales de gobernar.
De hecho cuando la derecha liberal-conservadora pudo gobernar sin cortapisas de los sectores frente populistas antes citados, sucedió el 11M, a través del cual se dio paso a la situación política actual: la Segunda Transición. El proceso ya lo expliqué en el artículo en este medio titulado: Pirómanos.
A la derecha liberal-conservadora no le quedó más remedio que optar por: incorporarse a esta Segunda Transición, aceptando todas las máximas culturales, sociales y políticas de la izquierda y de los nacionalistas; o bien, ser liquidados.
Es decir, hubo un auténtico Caballo de Troya en el interior del franquismo.
Aquí podemos encontrarnos con personajes relevantes del franquismo en la órbita de la masonería, aunque no sólo de ésta órbita.
De hecho entre 1931 y 1936 en la oficialidad del ejército, especialmente de Marruecos, predominaba el GOE (Gran Oriente Español). El control que la masonería tenía sobre el ejército llevó al diputado independiente Cano López a presentar, el 15 de febrero de 1935, una proposición no de ley para que fueran separados del Ejército los oficiales adscritos a logias masónicas. Estoy convencidísimo de que la presencia de personajes masones o próximos a círculos masónicos se mantenía en los primeros años de la década de 1970.
Por ejemplo, las últimas investigaciones parecen apuntar hacia la pertenencia a la masonería -o círculos próximos- de personajes como Gutiérrez Mellado o Arias Navarro, dos personajes centrales de la mal llamada Transición. La relación de ellos dos con los entornos masónicos dataría ya de tiempos del asesinato de Gabaldón, quien había elaborado un minucioso archivo sobre la masonería. El juez instructor del asesinato de Gabaldón citó a los dos a declarar como imputados. El asunto, de repente, se cortó en seco.
Y qué decir de Torcuato Fernández Miranda, uno de los principales –sino el principal- muñidor de la mal llamada Transición. No digo que fuese masón, pero sí que veo que hay algunas coincidencias entre él y los antes citados. Torcuato ocupó la presidencia del gobierno tras el asesinato de Carrero Blanco y, oh casualidad, pasó a ser ocupada por Arias Navarro ministro de la gobernación entre 1973-76, etapa en la que Gutiérrez Mellado pasó de general de brigada a general de división, a teniente general y a jefe del Estado Mayor Central, reemplanzando a Díaz de Mendívil. Una carrera más que meteórica. Mendívil se había opuesto públicamente, no a la reforma, sino a la línea reformista concreta que se estaba llevando a cabo.
Conforme avanzan las investigaciones y estudios sobre la Transición, cada vez se hace más evidente que grupos, desde dentro del Régimen, concibieron y planearon su destrucción.
Por lo tanto, desde esos círculos del propio Régimen se preparó la Transición, ¿cómo la interpretaría?
Desde luego, para mí no fue una transición sino un cambalache.
En un principio se trataba de adaptar el sistema a los nuevos tiempos. Este era el proyecto de Carrero Blanco y, posiblemente, era lo que tendrían en mente gentes como Fraga, Areilza o Garrigues. Partiendo del apoyo mayoritario de la sociedad española se trataba de reformar la Ley Orgánica del Estado, conocida como Constitución de 1966, que fue aprobada en referéndum el 14 de diciembre de 1966, con el voto favorable del 98.01%. Esta era la auténtica Reforma.
Pero el caballo de Troya dentro del franquismo conspiraba con los enemigos de España, el antiguo Frente Popular (PC, PSOE y nacionalistas), para impedir una nueva “victoria de Franco” tras su fallecimiento.
Efectivamente, el deseo de los enemigos de España ha sido siempre su desintegración y destrucción. Pero en 1975 no podían decir esto así, tal cual. Por lo que, tal como lo veo yo, el camino escogido fue apoderarse de la idea y acción reformista para destruir el sistema. Esto se conseguiría durante 1976 siendo entonces cuando lanzan la Ley para la Reforma Política. Y observemos que nadie encontró inconveniente, ni el Consejo Nacional del Movimiento ni las Cortes pusieron en cuestión la reforma (4 de enero de 1977).
La razón es que se trataba de hacer una reforma de la Constitución de 1966, no de aprovechar la ocasión para proclamar cortes constituyentes y destruir el régimen. Insisto en que de ser aprobada la Ley de Reforma en referéndum las Cortes deberían iniciar un proceso de reformar la Constitución de 1966, pero no podían autoproclamarse en cortes constituyentes y cambiar la constitución por otra nueva y totalmente opuesta.
Y sin embargo esto último es lo que pasó. Es aquí cuando se lleva a cabo la ruptura.
Y el siguiente paso fue abolir la Constitución de 1966 e instaurar otro régimen.
Efectivamente, un régimen que diese cumplimiento a los ideales del Frente Popular derrotados en 1936-1939: socialismo e independentismo. Ahora bien, esto debía ser vendido adecuadamente. Es aquí donde entra la elaboración de una nueva constitución con un semblante democrático-liberal pero con la semilla que, bien regada y desarrollada, permitiría la consecución de los objetivos señalados.
Y, ¿quiénes fueron los que elaboraron esta constitución? Pues los mismos que querían y cuarenta años después siguen queriendo destruir España, su cultura y tradición cristianas, su historia.
Ahí tenemos a las gentes que daban rostro a los que, para mí, son enemigos de la Patria: Miguel Herrero que -por lo menos desde 2014- ha venido defendiendo un nuevo marco autonómico: partiendo de la constitución que él mismo co-elaboró, pretende que se debe reescribir el modelo autonómico mediante un pacto entre “Cataluña y España” (Círculo de Economía de Barcelona, 9/4/2014). Como si Cataluña fuese un ente exógeno a España con el que hacer un tratado bilateral. Y, ¿qué decir de Miguel Roca, el hombre de Pujol en Madrid?
¿Cuáles son las semillas o puntos principales que han permitido que se llegue a la revolución en Cataluña y al peligro de extensión al resto de España?
Lo primero que hay que dejar claro es que hemos tenido 40 años de revolución mental, cultural y política (ésta, incruenta y de tapadillo mediante el desarrollo de la legislación ordinaria).
Por lo tanto el proceso revolucionario afecta a todo el conjunto social como comunidad en su propio ser y a su configuración y expresión política en una patria concreta, España. Porque España y español es el modo de ser que Dios nos ha dado en la historia.
Y esto es lo que quieren destruir. Es en último extremo un odio a Dios y a cómo él nos ha configurado en la Historia.
¿Cómo se hace esto? Con una ley (Constitución) que constituya un sistema o régimen legal que lo permita mediante leyes menores u ordinarias, que desarrollen la ley superior o Constitución.
Y esto es lo que ha venido pasando durante estos últimos 40 años. Por ejemplo en la educación. Mediante la continua reforma educativa con la que implantar dicha nueva mentalidad y cultura. Esta nueva mentalidad y cultura permite que se puedan poner en marcha todo el entramado legislativo restante, por ejemplo: de género y leyes sobre familia y bioética (eutanasia, aborto, experimentación con seres humanos embrionarios…) y tantas otras cosas, como los procesos políticos de independencia. O en la sanidad, descomponiéndola en multiplicidad de servicios a cargo de las autonomías, que pueden desarrollar legislaciones sobre los temas citados. Y lo mismo ha ocurrido con la seguridad ciudadana, surgiendo policías políticas en cada región.
Y también, y especialmente, en el ámbito religioso. En estos 40 años todas las reformas educativas han tenido como objetivo la de-formación educativa como motor del cambio de mentalidad y cultura. Ya hablamos de ello en una anterior entrevista sobre Educación para la Ciudadanía.
El resultado ha sido que las actuales generaciones viven no ya el desapego hacia las raíces cristianas que nos dan fundamento, sino el odio hacia el cristianismo, esencialmente la Iglesia Católica. Odio inoculado durante estos últimos 40 años. Dentro de ello se inserta la divulgación –desde medios oficiales y de comunicación- de otras religiones (especialmente el Islam).
Javier Navascués Pérez