Seguir el blog (Follow.it)¡Aconseja! (Que Alguien Haga Algo Nº49)
(Por Javier Garisoain) –
La profesionalización de los consejeros, la proliferación de consejos, consejerías y asesorías ha hecho que dar consejo tenga mala prensa. La misma palabra nos pone en guardia. Porque ya nadie quiere someterse a la autoridad, porque nadie cree en las opiniones autorizadas y porque sospechamos que todos los consejos son interesados. En el mejor de los casos vemos al aconsejador como a alguien que, simplemente, hace su trabajo. Y sin embargo ahí sigue aquella vieja obra de misericordia que aconsejaba dar buen consejo “a quien lo ha de menester”. Consejo bueno, que no sirve uno cualquiera. Tiene que ser bueno porque ha de ser para bien. Y ello exige reflexión al consejero, discernimiento, experiencia y sabiduría. Fíjense que no se trata de dar consejo a quien lo pida, que eso hasta sería tolerable dentro de las rígidas normas sociales de los a-sociales. Lo que se nos pide es dar consejo a quien lo necesite. De esta forma el buen consejero, como el buen profeta, se enfrenta a un oficio exigente y arriesgado. No puede empezar su tarea si no es después de una fina observación, y empleando la mano izquierda y todo el tacto posible. Para no causar rechazo por culpa del orgullo ajeno. Al mismo tiempo ha de saber cuándo pasar al tono imperativo, cuándo quemar las naves o cuándo poner toda la carne en el asador. Nadie es consejero en su tierra. El mejor consejo del mundo, el más meditado, el más oportuno es un barquito frágil que puede estrellarse de repente en el muro de la incomprensión, en la respuesta burlona del “consejos vendo, para mí no tengo”. Pero no importa. Aprovecha tu experiencia, tu sabiduría y tu saber -que no hay quien no tengo algo de todo eso-. Elige a quién aconsejar, y si tienes la tentación de callarte un buen consejo por respetos humanos, por no parecer impertinente, por pura comodidad te aconsejo que hables, con humildad. Y luego que sea lo que Dios quiera.
(Publicado en Ahora informacion nº170)