El mindfulness y la tradición budista también tiene riesgos para la salud mental
La práctica del mindfulness se ha extendido muchísimo en el mundo occidental. Se ha vendido como una terapia psicológica alternativa que puede liberar a la mente de ciertas enfermedades o problemas. Esta práctica en realidad es la meditación budista transformada para las personas que no comparten la tradición oriental. Al margen de su conveniencia moral o su compatibilidad con la fe católica o con la tradición europea (bastante dudosa por otra parte), algunos gurús de esta práctica no han hablado demasiado de sus riesgos inherentes. A la hora de defender un tipo de psicoterapia, es necesario hablar tanto de sus aspectos positivos como de sus aspectos negativos. Sin embargo, en torno al mindfulness se ha creado un ambiente de milagrería. En España se pueden encontrar continuamente por las calles, carteles difundiendo esta práctica y prometiendo un bienestar interior. Es importante poner en su realidad esta medicina alternativa, que aunque puede tener sus beneficios, debe ser enjuiciada con espíritu científico y también católico.
De hecho, Miguel Ángel Santed, presidente de la Conferencia de Decanos de Psicología, quien conoce y ha estudiado este publicitado “entrenamiento de la mente“, cuyas raíces se encuentran en el budismo, desnuda en el periódico digital «Redacción Médica» algunas verdades que alertan a la prudencia y pide cautela ante su uso como panacea. En un estudio de Plos One, todos los meditadores encuestados relataron experiencias imprevistas en todos los dominios: desde hipersensibilidad a la luz y al sonido a insomnio, movimientos involuntarios del cuerpo. También hubo reacciones de pánico, miedo y ansiedad. Estas reacciones inesperadas se podían mantener durante días, semanas y hasta décadas.