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12 de diciembre de 2016 0 / / /

Vertebrado o artrópodo

Corruptissima re publica, plurimae leges. (Tácito.)

Tácito tiene razón por duplicado. Cuanto más corrompido está un estado, más leyes necesita. Pero también ocurre a la viceversa, mientras más leyes se promulgan más se corrompe un país.

Por todos es sabido que las leyes son las encargadas de perseguir y castigar a delincuentes y corruptos y tiene toda su lógica que en España, las leyes se estén multiplicando hasta el infinito, porque la podredumbre moral es tal que es necesario multiplicar las leyes para atajar la escalada de inmoralidad en todos sus ámbitos. Sí, los países corrompidos son los que más leyes necesitan.

Pero, esto tiene la otra cara de la moneda, mientras más leyes se promulgan en un país, más aumenta la corrupción en el mismo. Cuando son las leyes de los hombres, las que pretenden regular toda la vida social, familiar y personal de un país, la consecuencia es que estas leyes terminan sustituyendo a la ley natural y al sentido común, que son las que deberían regular estos ámbitos. Cuando son las leyes positivas las que determinan qué es un matrimonio, cuando regulan cómo un padre debe educar a sus hijos, cuando hay que regular la edad y la forma en que los adolescentes pueden beber alcohol…  cuando no se tiene conciencia de que las leyes no deben inmiscuirse en áreas que no les son propias, las leyes terminan por invadir todas las áreas de la vida humana, hasta lo más íntimo y siguiendo por este camino, raro será que no terminen por dictaminar de qué color tienen que ser las paredes de los dormitorios o cual es el almuerzo que toca los lunes, por ejemplo. De esta forma, las personas, terminan por abandonar lo que les dicta su sentido común y adoptan como bueno lo que determinan unas leyes, dictadas las más de las veces por una ideología que, sea la que sea, por el hecho de serlo, será antinatural y atentará gravemente contra la sana convivencia en una sociedad. El resultado no puede ser otro que el de una corrupción rampante en la que las leyes, no son un freno de la misma, sino un acicate. Y como las leyes se multiplican de forma ilimitada, y siendo imposible conocerlas todas ni aún por los más doctos jurisperitos, resulta que no hay nadie que cumpla todas las leyes, con lo cual, toda la sociedad se encuentra fuera de la ley, de una ley que pretende, paradójicamente, ser el canon moral de la sociedad.

Las leyes, deben ser como el esqueleto de un vertebrado, un caballo o un perro, por ejemplo, que les sirve para mantenerlo en pie y darle forma, pero no le constriñe ni condiciona en su crecimiento, siendo el resto del cuerpo el que envuelve y se apoya en aquél. Pero si por el contrario, el ordenamiento legal es tal que son las leyes las que aprisionan al animal la sociedad, más que a un vertebrado se asemeja a un artrópodo, verbigracia, un escorpión o una araña, en que su esqueleto, es el que envuelve al propio animal. En vez de tener un esqueleto vertebrado, tiene un exoesqueleto que no solo le da forma sino que limita el crecimiento del propio animal fuera de ese esqueleto. En un artrópodo, no hay nada del animal fuera del esqueleto, de forma que lo que se ve del mismo es éste. Nada sin el esqueleto, nada fuera del esqueleto. Llega un momento en que parece que el animal es el propio esqueleto y nada más. Recuerda esto mucho al famoso lema de Mussolini: “Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.”.

Pues este es el camino que llevamos, el de un Estado totalitario regulando absolutamente toda la vida de las personas. Es el camino que sigue nuestra sociedad cada vez más corrompida por obra y gracia de la diarrea legislativa que padecemos. No sabemos hasta donde llegaremos, pero está claro que a ningún buen término.

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