Sólo con la llegada del cristianismo se descubrió a la verdadera y única víctima inocente, Cristo
Durante el acto de ofrenda floral a las víctimas del atentado terrorista perpetrado por yihadistas, el pasado 17 de agosto de 2017, en Barcelona, organizado por Somatemps, Convivencia Cívica Catalana y MC d’Espanya i Catalans, emití el siguiente discurso:
Antiguamente, en los ritos sacrificiales se buscaban víctimas propicias. Ellas eran criminalizadas para representar el mal, así sus verdugos, al sacrificarlas, buscaban redimir a la sociedad de sus males y buscaban bienes y bendiciones. Si nos paramos a pensar un poco, encontraremos una fácil analogía con las víctimas del terrorismo de ETA. El nacionalismo vasco tiene la necesidad de representar a las víctimas como perversas. Los verdugos se convierten en víctimas y las víctimas inocentes quieren hacerlas pasar por verdugos.
Sólo con la llegada del cristianismo se descubrió a la verdadera y única víctima inocente, Cristo. Esta víctima se ofrece ella misma como único sacrificio verdaderamente redentor para las almas y los pueblos. En esta Europa secularizada que ha abandonado sus raíces cristianas y ha iniciado un imparable proceso de islamización con la connivencia de las autoridades políticas, hemos vuelto a revivir el terrorismo que creíamos arrinconado y olvidado.
Todo tipo de terrorismo tiene la misma finalidad aunque en apariencia se presente de modos incluso opuestos. El terrorismo busca víctimas, no simplemente para imponer una sociedad que sueñan o unos ideales que imagina. No, el terrorismo pretende la vejación, la humillación y la descomposición de las sociedades sobre las que ejerce su maquiavélica violencia.
Las víctimas siempre han sido instrumentos del terror para postrar a una sociedad. Por eso el valor de las víctimas que aquí recordamos, dos años después de aquella trágica jornada, es su inocencia política. No se les mató por tener algo personal contra ellas, sino porque representaban una sociedad que quieren destruir.
Y esa inocencia es la que reclama justicia. Una justicia que exige que no sean olvidadas ni manipuladas por políticos deseosos de componendas con los enemigos de nuestra sociedad. Por ello hemos de pedir, también como acto de reconocimiento, que su sangre vivifique nuestra voluntad y la transforme en un férreo deseo de no ser derrotados jamás por cualquier enemigo del Bien Común y los Principios que fundaron nuestra Civilización. ¡Nunca seremos vencidos por los que utilizan el terror y la coacción para subyugarnos!
No olvidemos nunca a las víctimas de cualquier forma de terror; su olvido sería como ponernos los grilletes de nuestra esclavitud. Mientras que mantengamos vivo el recuerdo de las víctimas del terrorismo, siempre salvaguardaremos la esperanza de nuestra dignidad y libertad, como personas y como Nación.