Sí caben
En un discurso reciente, pronunciado por don Felipe en uno de esos actos decorativos a que nos tiene acostumbrados la seudomonarquía que aparenta reinar, sin gobernar, se ha dicho que en el actual sistema no caben ni la intolerancia ni la violencia. Y se ha dicho en un acto al que no pudieron asistir parte de los invitados, porque se lo estaban impidiendo los violentos. De modo que, mientras éstos imponían su ley, en el interior del local se decía que no caben en el actual sistema.
No concebimos mayor desprecio a la realidad. Mayor ceguera voluntaria. Es el ya conocido “no es eso” orteguiano multiplicado por mil.
Y los carlistas repetimos por millonésima vez: SÍ CABEN. Porque en la esencia de la democracia está el respeto a todas las ideas, por perniciosas que sean. Y se respetan, más aún: se adoran las ideas que sustentan la acción de los violentos. Por eso la violencia y la coacción no es algo que no cabe en la democracia, sino algo que lleva aparejado esa democracia.
En 1978 los españoles aprobamos la democracia. Y lo hicimos con todas las consecuencias. Incluso con las que hoy lamentan los demócratas. En una palabra: instauramos la Revolución.
En esta ocasión la revolución aceptó la monarquía, aunque sólo como un simulacro. La experiencia decía que la república, en España, no es estable. Y la Revolución necesitaba de una forma política estable que le permitiera ir desespañolizando a España. La república no servía ni para eso. Y recurrieron a la misma forma monárquica y a la misma familia que en 1931 había obedecido su orden de abandonar Madrid antes de la puesta del sol.
Hace unos días, en una homilía, un sacerdote nos ha contado una fábula para encarecernos la urgencia de romper con el pecado. Se trataba de un león que se venía comiendo las ovejas de la comarca. Los pastores contratan a un cazador para que mate al león. Éste encuentra protección en la casa de una viuda que le oculta. Cuando el cazador pregunta a la viuda si ha visto al león, ésta lo niega. Y eso ocurre en más ocasiones.
La viuda vive con un hijo; llega el momento en que el león tiene hambre y le dice a la viuda que se va a comer a su hijo. Lo dice y lo hace. El cazador vuelve a preguntar a la viuda si ha visto al león. Y esta lo niega. Al final, el león devora a la viuda.
A nosotros se nos ha ocurrido asimilar el momento el que el león devora al hijo de la viuda, con la exhumación de los restos del General Franco.
Y es que la democracia es a las sociedades, lo que el pecado para las personas. Vive en ellas. Vive de ellas. Y acaba destruyéndolas.