Recupera tu firmeza: no confundas virtud con debilidad
(Por Javier Manzano Franco)—
Vivimos en un tiempo en que se premia al pusilánime, al complaciente, al que no ofende ni se impone. Se ha confundido la cortesía (virtud cristiana) con la claudicación sistemática ante el error, la falsedad o la injusticia. Un carlista, sin embargo, debe tener claro que la firmeza no es pecado; que el combate, cuando es por la Verdad y el orden, no solo es legítimo, sino necesario.
Ser amable en exceso, ceder siempre, renunciar a la defensa de lo justo, es una forma de traición a uno mismo, a la Patria e incluso a la Tradición. Por eso debes empezar por valorar tus propios juicios, sobre todo si están fundados en tu experiencia, en tu conocimiento o en tu formación moral. No hay honra en renunciar a tu criterio ante la presión de lo ajeno o lo políticamente aceptado.
Impón tu presencia cuando corresponda: hazlo con control, sin ira desordenada, pero sin miedo. No estás aquí para agradar a todos, sino para ser fiel a tu deber. En muchos casos, defender lo que es justo implicará herir susceptibilidades, incomodar a quienes se han entregado a la confusión moral de nuestra época. No lo evites: celébralo. Que la injusticia sea la chispa que encienda tu carácter.
El hombre tradicional no es blando ni servil. Tiene principios y los defiende sin avergonzarse. Aprende a burlarte de la corrección vacía que impera. No confundas el respeto con la sumisión ni la educación con la cobardía.
La virtud no se muestra cediendo, sino resistiendo. A veces, honrar tu misión exige incomodar.