Que los rojos descansen en paz
Por José Bustinza
Tenía dicho a mis hermanos desde mozalbete que deseaba que depositaran mis cenizas en el Valle de los Caídos. No sabía si allí reciben más restos pero me parecía un sitio estupendo para resucitar. Estas cosas hay que preverlas. Un primo tengo que quiso ser enterrado con los parientes de su madre y allí está. Tuvo siempre la sospecha de que el colaborador necesario de su atentado estaba en su misma familia y quería ver al presunto el día en que se acaban las presunciones, cuando conozcamos por ciencia lo que sabemos por fe. ¿Ven ustedes? Prever.
En el valle se levantarán miles de españoles vestidos de blanco del ejercito celestial y su resplandor iluminará la excavación. No me lo quiero perder. El espectáculo y la compañía. Tenía para ello un plan un tanto chusco, que el gobierno me ha venido a alterar. A los pies de uno de los ángeles que custodian la iglesia me depositarían en un bote de Eko. No soy tacaño-tacaño, pero sí de poco gasto. Eko es lo que desayunaba entonces y me resolvía la papeleta.
Con los años no he sido capaz de concebir algo mejor y últimamente (estas últimas semanas) me concentro más en permitir que la gracia mejore mi chance de lograr un buen destino que en pergeñar un nuevo plan. También eso hay que prever.
Cuando me llegue el día no seré original -que me conozco- e intentaré salir del aprieto preguntando “Señor, ¿yo? ¿cuándo te vi hambriento o sediento?”. Así que quizá deba aprovechar el descanso en paz para mejorar el argumento, porque creo conocer ya la respuesta.
Por todo lo anterior que les narro y que me temo responde a la realidad, me parece que el tiempo de descanso en paz no es trivial y puede constituir el único derecho, residual si se quiere, que podamos exigir en esas circunstancias. Obligaciones no quedará más que presentarse el día citado. Pienso ir con boina, por cierto, pero no es detalle que ayude.
Los rojos -ya se sabe- no llevaban sombrero decía aquel anuncio de la posguerra madrileña, si bien eso no los distinguirá. Una obviedad: una vez muertos, el sol no molesta en los ojos ni tampoco tenemos sed. En muchos sentidos nos iguala. Lo previeras o no, sólo queda el juicio y ya nada se puede hacer más que esperarlo. Bajo la tierra no hay sombrero ni agua que valga. Quien tiene contados nuestros cabellos sabe. Sólo queda la espera para todos. Por eso pido que también los rojos descansen en paz, y si los gobernantes son de los que sin esperanza se encontrarán la sorpresa final creyéndose que el descanso era todo lo que había, pues con mayor razón.