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16 de septiembre de 2020 0 / / / / / / / / / / / / / / / / / / / / /

No es bueno criticar

Por Carlos Ibáñez Quintana

Desde mis primeros pasos en la política, en mi primera adolescencia, me llamó la atención el poco apoyo que el Carlismo había tenido por parte de la Iglesia oficial, a lo largo de la historia.

Ya en la primera guerra, de 1833 a 1839, sólo hubo un obispo que se puso, desde el primer momento, a favor de Don Carlos V. Se añadieron cuatro más que habían sido perseguidos por los gobiernos liberales y expulsados de sus sedes. Más aún, cundo la expedición real ocupó Huesca, el prelado de la diócesis se negó a recibir al Rey en su palacio.

Mientras los gobiernos liberales expoliaban a la Iglesia y permitía a las turbas quemar templos y asesinar curas y frailes.

Algo parecido ocurrió durante la segunda guerra.

Es cierto que el ejemplo de quienes me iniciaron en el Carlismo, me mantuvo alejado de dudas sobre si, mi vida espiritual era compatible con mis opiniones políticas.

Ya en mi madurez, llegó a mis manos la obra de Jean Ousset titulada “Para que el Reine”. Es un tratado completo de cual debe ser la actuación del católico para conseguir que sea realidad el reinado de Jesucristo sobre la sociedad. Para cumplir la consigna de San Pío X de “restaurar todas las cosas en Cristo”. Es un escrito que no debería de faltar de la biblioteca de ningún seglar católico empeñado en la lucha contra la Revolución.

La obra viene a decir que la restauración de la política es obra de los seglares. Siguiendo fielmente el Magisterio doctrinal de la Iglesia. Pero llevado a cabo por los seglares. A éstos les corresponde la configuración de la sociedad y los trabajos para establecer un poder cristiano, tanto como el ejercicio de dicho poder. Dedica un capítulo a combatir la tentación de los clérigos de participar en el poder temporal.

Lo que está claro en el orden de los principios se presta a confusiones en la realidad. Así vemos partidos políticos que adulan al clero para conseguir su apoyo. Y clérigos de todo nivel que transigen con el poder civil, renunciando al papel de maestros de la Verdad que les corresponde. No necesitamos recurrir a ningún ejemplo de los millares que nos brinda la historia.

Hoy mismo, en España, se oyen voces de muchos católicos que se quejan del silencio de la CEE ante la promulgación de leyes que atentan al derecho natural. Los carlistas, prescindimos del mal ejemplo recibido y nos manifestamos contra ellas. Cumplimos con nuestro deber. Y no nos metemos a criticar las posturas de otros católicos que no cumplen con el suyo. Allá ellos. Pudiera ser que, disponiendo de más información y luces, estén en mejor situación que nosotros para adoptar una decisión. No nos corresponde juzgarles, pues es Dios quien lo hará con todos.

Otras veces son las empresas que dependen de la Iglesia las que cometen actos inmorales en lo económico y social. Ellos llevan a cabo la misión que les corresponde. No sabemos, si en su lugar, nosotros lo haríamos peor aún. Recemos para que Dios los ilumine. Y nosotros a lo nuestro. Empleando nuestros juicios en nosotros mismos. Pues, como todo humano, somos objetivo de Satanás y debemos evitar ser sus víctimas. Lo de la mota y la viga, que se recuerda en los evangelios que corresponden a éstos días de septiembre, también va para nosotros.

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