Nada nuevo
Se ha hecho un profundo silencio mediático sobre la escandalosa noticia de los test. Los primeros que se compraron en China, no servían y hubo que devolverlos. Otra remesa tenía una fidelidad bajísima. Una tercera era algo más fiable, pero insuficiente.
En pocos días se ha dejado de hablar del asunto. Ya veremos si, superados los días de peligro, se exigen responsabilidades sobre el asunto.
Nos ha venido a la memoria un libro que leímos hace una década. Se titulaba “Expolio a la República”. Hemos olvidado el nombre del autor. Se trataba de un anarquista. Refería una serie de hechos ocurridos en la Cruzada, de los que se ha hablado muy poco.
Según el autor, en las compras de material bélico que el gobierno rojo hizo en determinados países extranjeros, se dieron verdaderos casos de corrupción. En los países bálticos se adquirieron armas procedentes de la I Guerra Mundial, que estaban inservibles. Relataba un caso chusco. Los agentes del Gobierno de Salamanca contactaron con el capitán de un barco que debería transportar armas, desde un puerto del mar Báltico hasta otro del Mediterráneo, pasando por el estrecho de Gibraltar. Mediante un soborno, consiguieron del capitán que, en ves de llevar su barco hasta Cartagena, como era su destino acordado, atracase en Ceuta.
Así se hizo. Grande fue el chasco, cuando comprobaron que la carga estaba compuesta por ladrillos cubiertos por unas cajas de material bélico inservible.
El caso se repite ahora. El Gobierno socialista encarga a unos intermediarios la adquisición de un material. No se sabe por qué ha elegido a esos intermediarios. No se conoce qué experiencia tiene en el mundo de los negocios. Surge la sospecha que se trata de un caso de favoritismo. Pero el resultado es el mismo: el material suministrado no sirve.
No hay nada escrito que diga que, cuando gobiernan las izquierdas han de ocurrir sucesos tales. Pero el hecho es que ocurren, incluso si se dan entre ellos largos períodos de tiempo. Como es el caso presente. Algo tiene la izquierda en sus genes que le impulsa a actuar de ese modo.
Se cuenta que los castores europeos sufrieron tal persecución para aprovechar sus pieles y sus colonias quedaron tan mermadas, que carecían del número suficiente para construir sus clásicas presas. Así pasaron vario siglos, hasta que, en Europa, se promulgaron leyes que prohibían su caza. Se llegaron a formar colonias suficientemente numerosas. Y los castores volvieron a construir presas en los ríos.
Habían transcurrido varios siglos. No cabía una transmisión de conocimientos. Los llevaban en la genética.
Lo mismo se puede decir de los intermediarios que el Gobierno ha elegido para la adquisición de los test. No han tenido ningún contacto con los republicanos que estafaron a la República. Pero su comportamiento ha sido el mismo. Algo hay en ellos, que, a semejanza de los genes de los castores, los lleva a actuar del mismo modo que sus correligionarios de hace ochenta años. Porque damos por supuesto que tanto aquellos estafadores, como éstos, han sido elegidos por su pertenencia a la misma ideología.