Manantial de torpezas
Para ser Presidente de Gobierno no basta con ser un administrador, o un registrador. Hay que ser un líder. El registrador sólo toma nota de situaciones, de fincas muertas, en las que es indiferente que estén, o no, habitadas. Aquí hablamos de personas. A un pueblo subyugado por el totalitarismo colectivo, impuesto, le plantas unas elecciones a dos meses vista, cuando las calles seguirán llenas de agitadores, cuando no habrá existido tiempo ni para la reflexión. ¿Qué nombre tiene eso? Torpeza.
Y fuiste torpe desde el principio. Cuando la situación era, facilmente, manejable, la estropeaste con tu silencio. Cuando había que tomar una decisión “in extremis” lo hiciste mal y, ahora, sigues de igual manera.
Y así es como lograrás pasar a la historia, como el que vulneró la libertad de un pueblo, permitió su manipulación, destruyó la unidad territorial y puso en una situación delicada a la Unión Europea.
Si has hecho cálculos te darás cuenta de que hay un millón de musulmanes en Cataluña. Si analizas las tasas de natalidad, cada una de esas familias tiene unos cuatro hijos. Las familias de origen español (o catalán) tienen una descendencia de 0,5 (uno de cada dos). En cuarenta años la Constitución de esa hipotética República estará escrita con el Coran en la mano. Callan y no tienen prisa. El fantoche de Arabia Saudita apoya el proceso, como no podía ser de otra manera.
Quizás alguien habrá pensado que esa, hoy, minoría va a hablar catalán y a comer butifarras. Se equivoca. No los conoce.
Por otra parte, empiezan a producirse hechos violentos mientras miras para otro lado. Policías que sacan las armar para defender una furgoneta que tenía que ser registrada, un “mosso” (así les llaman ahora) que pega a un adolescente por llevar la bandera española, el Estado que paraliza una transferencia de ochocientos fusiles. El ínclito peludo vive custodiado por, al menos, ochenta sujetos armados con armas largas, armas de guerra. No sé si te das cuenta de lo que puede armarse allí y de las cifras de mortandad que podrían acumularse. Y es que ese cuerpo que se llama de aquella forma tan extraña tendría que ser desarmado para la garantía de la paz y la seguridad. Para tomar esa decisión hay que ser un líder y ser valiente.
En fin, es cierto que carne de perro no come perro y que si los tontos volaran no veríamos la luz del cielo. Desde luego algunos no bajarían ni a comer.