Los milagros
(Por Javier Garisoain) –
Los milagros. ¿En qué se diferencian de la realidad, de la vida misma? Las cosas que nos rodean no nos parecen milagrosas sólo porque aparecen poco a poco. Toda la creación es una sucesión de milagros a fuego lento. Si se te apareciera un hijo de dos años de golpe ¿no creerías en Dios? ¿Y sin embargo dudas sólo porque ha tardado 33 meses en formarse? ¿Las plantas, sólo porque son más lentas que nosotros nos parecen inofensivas y poco milagrosas? Si las acacias surgieran de la tierra como rayos viviríamos en un terror permanente. De hecho la imagen de la liana atrapando la pierna de un incauto es un clásico en los relatos fantásticos.
Aceptamos el “big bang” como milagro, aunque nos cueste decir esa palabra para denominar al supuesto único evento inexplicable por la ciencia. Después de eso todas nuestras otras explicaciones “racionales” no son mas que palabrería vacía. De alguna forma nos tranquiliza distraernos catalogando las fases evolutivas de la existencia: gametos, mórula, embrión… huevo, larva, ninfa… mesozoico, paleozoico, precámbrico… Y nos parece que cuanto más se alargan esos listados más se difumina el inquietante milagro que separa el ser del no ser.
Todo es milagro. Porque todo, en realidad, -hasta los mismísimos ateos- podría no haber existido. Las ovejas nos parecen necesarias para poder comer costillas de cordero o para fabricar una bufanda. Pero cuando no hay ovejas comemos otras cosas y nos abrigamos con algodón. No existe nada necesario. Todo es gratuito. Todo es un regalo. No está bien decir que el hombre sea la medida de todas las cosas como si tuviéramos algún mérito en ello. Pero sí que, de alguna manera, todos experimentamos el hecho de que este planeta, su temperatura media, sus espacios naturales y sus recursos parecen haber sido pensados por Alguien para que poco a poco vayamos los humanos prosperando sobre su superficie.
Todo es milagro. Y si a veces no nos lo parece es solo porque Dios nos da los regalos cuando no miramos, o entrando de puntillas mientras dormimos.
Un comentario en “Los milagros”
Ramón de Argonz
Qué bonito y qué verdad.