LA VUELTA DE LOS DEMENTORES
Es interesante ver las películas de Harry Potter con la perspectiva del paso de los años. Todavía más interesante desde un hospital en un país del África Central. A veces se descubren segundas, o terceras, lecturas. Es increíble que detalles tan importantes hayan pasado desapercibidos. El “dementor” es un ente (desde luego no es un ser humano) capaz de absorber todo lo bueno que hay en cada uno de nosotros. No lo hace para enriquecerse mental o espiritualmente sino para que puedan sobresalir todos los aspectos negativos de nuestras vidas. Es algo así como un cuadro con un marco apropiado y un fondo escogido para que las escenas pictóricas puedan realzarse. De esa forma no importará todo lo bueno que hemos conseguido, no serán interesantes los aspectos positivos de nuestra existencia, o de nuestra historia personal o colectiva. Todo eso quedará absorbido y anulado. El escenario quedará ocupado por la cara oculta de la existencia, por el propio reverso de la moneda. Pero el dementor tiene más capacidades. Puede detectar nuestros miedos y conseguir que se hagan realidad. Lo más negativo que podamos pensar será un hecho certero porque el dementor es una especie de Mago de Oz capaz de conseguirlo. Por supuesto es incapaz de ponerse en la mente del otro y de cualquier nivel de compasión. Y una vez establecida la figura absyecta del dementor sólo nos queda ponerle rostro. Podemos haceerlo en la forma de un espectro, de un fantasma arrastrando sus cadenas o de un Presidente del Gobierno que vende a su patria por un suspiro de poder y ambición. Pero el dementor, y todo ese ambiente que le rodea, tiene otra capacidad inherente que es la de impedir la auténtica libertad de las personas y los pueblos sustituyendo la realidad por “lo que se dice de la realidad” (que puede ser totalmente opuesto a la realidad misma). Las personas, los pueblos, incluso su historia, son entonces como un pájaro con hermosas alas al que se le impide volar porque tiene dos ataduras: la ambición personal, de éste y de otros, y el propio peso específico de un sistema que no funciona, anegado por el peso imposible de su propia burocracia ministerial, su afán de control minucioso, su negación de la realidad, la adoración de una autoridad usurpada. Pienso, entonces, que en la mente de aquella escritora, desde luego sin saberlo, estaba ya el arquetipo de esta España, que probablemente ni conoce ni le importa, que llegó unos años después. Es posible que exista ese subconsciente colectivo de Karl Jung o quizás, siendo similares todos los tiranos, es fácil, viendo a uno, suponer los mecanismos mentales de los otros. En cualquier caso nunca pensé comprender el verdadero sentido de la obra en la espesura de una noche africana. Serán cosas del destino….