La Constitución disuelve por traicionar a Dios
LA DISOLUCIÓN de la familia, del matrimonio, y de la patria potestad en educación, el aborto y las píldoras anticonceptivas, la manipulación de embriones… no están en la letra de la Constitución, que se presenta aparentemente neutra, descomprometida (Art. 32 y 39), dejando todo al futuro -lo que es un mal punto de partida, máxime con el espíritu de la ley- , y con sólo algún reflejo favorable hacia la vida del nasciturus y la educación por los padres (Art. 15 y 27). “La mentirosa” sería su apodo.
Pero no hay tal neutralidad en la Constitución debido a la calculada ambigüedad de la letra, a su espíritu sin Dios, sin religión positiva y además al carácter relativista del texto, al espíritu de la ley de Reforma política de 1976 que planteó muchos interrogantes, a la legislación previa sobre el adulterio y la que igualaba los hijos legítimos a los ilegítimos, etc.. La confesionalidad laicista de la instituciones públicas ha sustituido a la confesión católica.
Añadamos que según la Constitución son los tratados internacionales (Art. 10, 39) los que definen los derechos, libertades y qué es la familia, y fíjese el lector a dónde hemos llegado en el mundo. No, la Constitución no dio respuesta a las gravísimas amenazas que la vida humana del concebido y aún no nacido y la familia sufrían en todos los países (“desarrollados”) por entonces.
La Constitución es totalmente laxa en el ámbito moral -como si de un texto amoral se tratase- y radicalmente liberal. Permite precisar la letra del texto en un sólo sentido ya divorcista ya retorciendo algo la letra en el caso del aborto. Esto explica la rapidez de los trabajos del Gobierno de Suárez en 1979 para instaurar el divorcio, primero con Íñigo Cavero y luego con Fernández Ordóñez, y los trabajos de este último para el aborto “reducido” (UCD). Ninguna de estas barbaridades era contraria a la Constitución, pues las legislaron sus artífices, y el tribunal Constitucional las admitirá, dejando con un palmo de narices todos los recursos de inconstitucionalidad, que es el paripé de los políticos liberales ante la derecha sociológica y el episcopado en pleno.
A la fácil manipulación de la opinión, a las trampas de Suárez y UCD en el caso del divorcio y aborto que entraban por la puerta trasera, se añadirán las campañas y persecución sistemática contra la vida, la familia etc. desde 1975, esto es, al asalto a la fortaleza de España. Así hemos llegado, totalmente destrozados, hasta hoy: liberalismo “bueno”, mal menor, abandono de los católicos en cuanto tales de la política…
Sí, la Constitución es una calamidad porque usando muchas palabras bonitas y vagas al uso, manipula con apariencia de neutralidad, pluralismo y convivencia, y porque su mal espíritu abre la puerta y empuja con eficacia hacia la disolución. Lo peor es lo que falta, pues vicia lo que dice. Se olvidó la pedagogía de la ley civil, y a su vez los clérigos olvidaron la proposición 79 del Syllabus por la cual que todos digan lo que quieran conduce más fácilmente a la corrupción y al indiferentismo. Y, ahora, a lamentar y pedir una nueva evangelización.
Las redes de presión internacionales ideológicas, del poder y el dinero, como agentes del Gobierno mundial, son responsables de la actual disolución general. Ya lo explicó Valerie Riches en “El sexo y la transformación de la sociedad” (A.F., 1993).
Preguntemos también: ¿quién estuvo detrás del asesinato del almirante Carrero Blanco?
Es muy dudoso que la llamada voluntad general de las urnas se exprese debidamente ante el actual control de la opinión, los oligopolios ideológicos y políticos, la masificación, el opinar sobre lo que no se sabe, la ausencia de una representación por instituciones donde estén los intereses reales de la población.
Más todavía, la religión católica está siendo perseguida. Los padres de la Constitución –“la mentirosa”- debieran explicar por qué. Pero van muriéndose sin dar la cara. También está en ellos la lógica y ardor del español que lleva los principios -en su caso revolucionarios liberales- hasta sus últimas consecuencias. En España, nuestra naturaleza religiosa se convierte fácilmente en antirreligiosa si aquella falta, y ello nos recuerda que el liberalismo moderado ha desembocado con facilitad en el radical y en la persecución contra los católicos. El caso de Rita Mestre del Ayuntamiento de Madrid es un detalle (“Hispanidad” 18-II-2016, 24-V-2016). También sabemos que la mitad de los ataques contra los católicos españoles han sido instigados por Podemos y sus confluencias (“Hispanidad” 6-VI-2017), todos ellos -añadimos- marxistas.
Recordemos la intervención del jesuita P. Cué, ante miles de peregrinos y tres obispos, en la Peregrinación mundial al Pilar de Zaragoza: “Estamos haciendo en una constitución legal lo que va contra los derechos de Dios. Porque se parte de un punto que no se puede tratar: Dios. Hay un consenso, un acuerdo de comenzar con un silencio de Dios. Empezamos el diálogo, ignorando a Dios. Se genera así un monólogo de los que hablan sin Dios y contra Dios. Como cristianos somos traidores a Dios. Necesitamos de nuevo a María, para que nos traiga de nuevo a Dios, al Hijo” (“El Pensamiento Navarro”, 23-V-1978, pág. 1).
Ya en el año 2000, “La Razón” (sábado, 25-XI-2000) hacía un elenco de once puntos de fricción entre la Iglesia católica y el Partido Popular, ese partido abortero de derechas que ha engañado continua y gravemente al electorado católico tan despistado por nuestros señores obispos. Los gravísimos errores legislativos, de pastoral, y políticos de 1976 y 1978 los estamos pagando con creces.
Los once puntos mencionados eran los siguientes: falta de voluntad para frenar el aborto legal, aprobación de la píldora abortiva RU-486 (abortiva), aprobación de la “píldora del día después” (abortiva), falta de ayuda a las madres solteras, inexistente política de fomento de la natalidad, falta de iniciativa política para afrontar la clase de religión católica, mantenimiento del estatismo en la enseñanza, falta de ayuda a las familias numerosas, ataque frontal a la familia con las leyes de parejas de hecho, inmoralidad en las televisiones públicas, no conceder licencia a la COPE para una cadena de TV.
La sociedad no es la más responsable de la corrupción actual, pues en España los males vienen casi siempre desde “arriba”, de los políticos tramposos y la partitocracia que nos aherroja, de los lobbies mundialistas de la ideología, el poder y dinero, de la masonería infiltrada, y de graves errores y dejaciones en la Jerarquía católica ayer taranconiana. Los lobbies mundialistas ideológico, del poder y dinero, agentes del Gobierno mundial, son responsables de la actual disolución lo que ya en 1993 Valerie Riches explicaba en “El sexo y la transformación de la sociedad”.
No es verdad que los españoles tengan las leyes que se merecen, salvo por su inacción, credulidad y falta de líderes. El Barómetro CIS dice que España sigue siendo de mayoría católica, pero en descenso; hoy el 69’3% de los encuestados se confiesa católico (“Hispanidad” 6-VI-2017), lo que es una buena noticia aunque no la mejor por lo que falta.
Publicado en el quincenal navarro católico “Siempre P’alante” nº 805 (1-V-2018), pág. 14