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12 de marzo de 2017 0

Iberia, bay; Hispania, non (3)

Pedro Bosch Gimpera

La concepción de España como una superestructura impuesta supone admitir que una cosa es el “Estado español” y otra, muy distinta, el pueblo/los pueblos de España. Charles Maurras, en otro contexto muy distinto, hablaría de “país legal” y “país real”. Aunque venimos viendo que la idea es muy antigua, la concepción superestructural de España se haría explícita con Pedro Bosch Gimpera (1891-1974) en un histórico discurso pronunciado en el paraninfo de la Universidad de Valencia, en septiembre de 1937, con los fragores de la Guerra Civil como telón de fondo.

Con antelación a la teoría que articula Bosch Gimpera la noción superestructural de España la encontraríamos implícitamente en los revolucionarios liberales más exaltados de 1821, cuando retomaron los motivos históricos de la revuelta comunera a manera de mito con el que legitimar su lucha contra el absolutismo, pretendiéndose la verdadera España que luchaba por sus libertades contra la imposición extranjera; también –lo hemos visto- hallaríamos asomos del mismo concepto en los federalistas de la segunda mitad del siglo XIX con Pi y Margall a la cabeza de todos ellos. Pero cuando la noción superestructural de España se hace patente es, como digo, con el eximio prehistoriador catalán que formaba en las filas de la Acció Catalana. El discurso que pronunciaría Bosch Gimpera en Valencia parte de la idea de que existen dos concepciones de España: una concepción “ortodoxa” que eleva a “idea dogmática” la unidad y cohesión esencial de España y una segunda concepción -que es la que él sostiene (y pretende que las izquierdas y los nacionalismos peninsulares concuerden en ella); ésta segunda concepción subraya la “diversidad de los pueblos hispánicos“. Mientras que la concepción dogmática de España como una “unidad” (“unidad de destino en la historia“, como dijo José Antonio inspirándose en Ortega y Gasset) era la defendida por los sublevados contra la II República, la II República que estaba puesta contra la pared debería defender la concepción que asume la heterogeneidad de los pueblos de España y atreverse a rectificar la historia desviada de España que se había entendido como una unidad metafísica. Las ideas expuestas por Bosch Gimpera en su discurso de 1937 no serán circunstanciales, sino que serán mantenidas y continuadas en su obra posterior, reapareciendo aquí y allá, incluso en su producción literaria en el exilio. Así podemos leer que escribe, para la revista mexicana “Xaloc”, en 1972: “Pueblos que son la realidad española, a los que se superponen las que yo llamo las “superestructuras” –romana, visigótica, califal, de las dinastías extranjeras de los Habsburgos y los Borbones-, y que a diferencia de otros en los que las conquistas o la evolución interior llevan a la formación de naciones unitarias y compactas no se funden ni se identifican con la estructura estatal, de lo que provienen graves problemas que llegan a nuestros días”.

Bosch Gimpera, prehistoriador de prestigio mundial, entendía que el único factor unitario de la Península Ibérica era el geográfico, mientras que desde el punto de vista étnico lo que él enfatizaba dogmáticamente era la abigarrada e irreductible pluralidad. Los pueblos originarios peninsulares habrían sufrido a lo largo de la historia diversas conquistas que impusieron un unitarismo más o menos extenso territorial y temporalmente, pero nunca había sido este unitarismo eficaz, puesto que los pueblos autóctonos se habían mantenido impermeables en su identidad e idiosincrasia, sin haberse jamás fundido con el resto.

La obra de Bosch Gimpera no puede pasarse por alto y requiere un mayor estudio que revele los presupuestos erróneos de los que pudiera haber partido el intelectual catalán; a simple vista nos parece exagerado afirmar que las identidades prerromanas de los pueblos peninsulares fuesen algo así como mundos cerrados que no se han mezclado a lo largo de los siglos: baste pensar en los movimientos repoblacionales que trajeron consigo la invasión musulmana y la posterior reconquista cristiana de España. Nos parece, eso sí, que su producción literaria sobre este asunto es la mejor articulada y la que, consciente o inconscientemente, ha sido asumida por una gran parte de los nacionalismos y las izquierdas peninsulares, aunque soslayando en gran medida la apuesta que Bosch Gimpera hace por “refundar” España.

En las líneas directrices de la obra del catalán lo que está presente, como no podría ser menos, son los supuestos del federalismo decimonónico y, en concreto, del federalismo catalanista. Por ello no es de extrañar que rebroten los motivos que ya hemos visto anticipados tempranamente en el siglo XIX; dice Bosch Gimpera: “Castilla, como toda España, como América, había sido víctima del despotismo de sus monarcas. Su pueblo terminaba su historia colectiva en Villalar.” Esta idea ya la hemos visto enunciada en Pi y Margall y es deudora de la concepción que se hicieron los liberales exaltados de la Sociedad de Caballeros Comuneros.

Será en el ámbito catalán, más que en ningún otro, en donde se realice un cuestionamiento radical de la unidad de España. Con anterioridad a Bosch Gimpera que puede ser considerado como el más sistemático, no podemos dejar de advertir, siquiera presentándolo someramente, que el pensador anarquista Diego Ruiz Rodríguez (Málaga, 1881-Toulouse, 1959) fue un denodado denigrador de la España unitaria, cuyo cimiento hallaba en los Reyes Católicos; de ello da buena prueba su libro “El crim dels Reis Catòlics i la fi de la missió de Castella” (El crimen de los Reyes Católicos y el fin de la misión de Castilla), teórico anarquista y miembro de algunas sociedades secretas revolucionarias, Diego Ruiz, al que le he dedicado un artículo (“Diego Ruiz Rodríguez: el separatismo neosefardita”) llamaría despectivamente a España con el nombre de la “Nubiana” y acabaría programando, en ese libro más arriba referido, la judaización de España, para la que proponía el nombre de Sefarad, aunque también ensayaría un neologismo acuñado por él mismo: “Iberisión”. Diego Ruiz es el más extremista de todos en su aversión por la España histórica y en su incendiaria retórica escribía en ese libro: “La solución ibérica de la angustia española es hipócrita, hábil y precaria, una solución cobarde y reaccionaria. Una solución exhumada de “Las Nacionalidades” o de las “Bases de Manresa” es inactual, disrítmica, históricamente prevaricadora, como la solución que refractarios Monarcas y Cortes imbéciles intentaría imponer, por la vía de la Unidad terrorista, una especie de Convención clérigo-burócrata-fascistoide. Ni Robespierre vestido de Borbón, ni Marx rebajado a la estatura de un Presidente de República sub-américo-federo-soviética serían soluciones. ¡Bah!”. Estos renglones dan idea de la inconformidad que Diego Ruiz expresaba frente a toda “solución”, incluso la republicana.

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