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25 de noviembre de 2018 0

HISTORIA DE JUAN.

Era uno de mis primeros años escolares y recuerdo que tenía un profesor bastante joven, Don Julio, y un libro que se titulaba sencillamente Lecturas. Tenía ese libro unas lecturas extremadamente atrayentes y se leían con ganas, al menos yo. Después de leerlas, Don Julio, sacaba unas consecuencias y nos explicaba qué significaban y de esta forma nos iba formando. Todo lo contrario de lo que hoy se hace en los colegios.

Había una lectura en aquel libro, que la recuerdo especialmente casi todos los días porque, al releerla ya de joven, (a mi me gustaba conservar aquellos libros), comprendí en toda su profundidad lo que nos estaba enseñando. No recuerdo el autor del relato pero, estoy seguro que era de un escritor profundamente católico. La historia se llamaba, “La Historia de Juan”, y aunque no conservo el libro, creo recordarla y más o menos venía a contar lo siguiente: “Era Juan un humilde labrador, no sabía leer ni escribir, ni poco más que labrar la tierra y llevar adelante su hogar. Salía todas las mañanas a su labor antes de que el día despertara, y transcurrida su esforzada labor, al caer la tarde, pasaba por delante de la ermita que había a la entrada de la aldea donde se encontraba expuesto el Santísimo y no dejaba pasar un sólo día sin dejar de entrar, se arrodillaba delante de Dios y le decía; ‘Señor, aquí está Juan’ y se quedaba contemplando la inmensidad de Dios escondida en tan pequeño pedazo de pan y su insignficancia a pesar de tener tan gran corpachón, y así se pasaba un buen rato, pues pocas oraciones había sido capaz de aprender.

Juan repetía este ritual día tras día, sin faltar ninguno, hasta que un día a Juan se le gastó la vida en tan esforzada labor como era la suya. Y aquel día, Juan, se presentó delante del tribunal de Dios y se puso de rodillas y dijo: “Señor aquí está Juan”, y Dios que lo esperaba como todos los días, lo reconoció como de los suyos porque lo veía a diario y lo sentó a su derecha y gozó de la Gloria eterna.”

Más o menos esta es la historia, aparentemente muy simple, pero en ella, se aprende algo tan importante como es la contemplación, cosa que hoy no se enseña en las catequesis, ni en las homilías, ni mucho menos en las clases de religión, donde en el mejor de los casos, (no sé si por pereza o porque no saben qué enseñar) se pone alguna película en la que se dice que transmite “valores”. Pero, ¡como echo yo de menos a Don Julio y su libro enseñándonos cosas que hoy con mi edad, todavía me sirven!. No dejo de entrar una sola vez en el Sagrario sin arrodillarme y decir “Señor aquí está Miguel Ángel”, y me quedo un buen rato de contemplación como hacía Juan y ¡como me entran ganas de encontrarme un día en el tribunal de Dios y decir “Señor, aquí está Miguel Ángel”!, pero sé que todavía me quedan muchas cosas que hacer por aquí abajo, y que tengo que esperar y conformarme con el Sagrario hasta que Dios quiera.

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