Fornicación, divorcio, adulterio, políticos, periodistas
(Por Francisco Segarra) –
Todo el mundo sabe que cuanto mayor es la perversión oculta, mayor es la apariencia de urbanidad, educación, petulancia y elegancia británicas. Los británicos, por cierto, y los fariseos del Evangelio son un ejemplo claro.
El pueblo es más sano pecando que las élites y se le ve el plumero al disipado y al juerguista, quienes no suelen esconder sus hazañas, sino todo lo contrario. Pero el pueblo nunca pretende dar lecciones de moral y de civilización a nadie, y los políticos y los periodistas, sí.
La política y el periodismo son vocaciones de servicio al prójimo y a la verdad. Y si no lo son, son actividades directamente criminales, porque no hay nada peor que “escandalizar a estos pequeños que creen en Mí (…) Más les valdría -a los que escandalizan- no haber nacido (…) O que les atasen una piedra de molino al cuello y los lanzasen al mar”, dijo Jesucristo. La corrupción de lo mejor es lo peor.
Ya ven que no lo digo yo, ni me lo invento. Y esto va, muy especialmente, por todos aquellos políticos y periodistas que presumen de católicos. Todos deben servir al bien común, pero ustedes más: deben ser ejemplares. ¿Lo son? No. Tampoco lo son todos los sacerdotes, me dirán. No huyan ni culpen a otros de su pecado. El sacerdote, bueno o malo, tiene claro que lo suyo es una vocación. Ustedes, políticos, en su mayoría, rojos o azules, están en política por la picaresca, por vivir sin trabajar, por estafar al pueblo y enriquecerse -señor González, señor Aznar, señor Zapatero, por favor, acepten que son ricos o muy ricos-. Y ustedes, periodistas, quieren vivir a la sombra del poder, o quieren tener poder y dinero; y por ese dinero y ese poder delegado se venden a intereses foráneos que solo pretenden la desunión de los españoles.
Ustedes, señores políticos, no son ejemplares por varias razones. La primera, porque no viven aquello que predican, no han cambiado su corazón de piedra por uno de carne, y así han aprobado -desde 1978- leyes que destrozan a la familia y a la infancia y a la sociedad. La causa primera es que, repito, su vida personal es un cúmulo de contradicciones: ustedes están divorciados, o son unos fornicarios, o unos adúlteros, o unos pervertidos. ¿Con qué autoridad moral condenan a los invertidos y homosexuales? ¿Con qué autoridad moral claman contra el aborto desde el altar de la pedofilia? La izquierda es mentirosa y asesina desde el principio, y su padre es el padre de la mentira, y de la izquierda puede esperarse la mayor de las abominaciones. La izquierda es más transparente que ustedes, los de la mal llamada derecha. Ustedes condenan al marica del barrio y se inclinan ante la bandera LGTBI que viene respaldada por un tanque de la OTAN.
Ustedes no son ejemplares porque no están dispuestos a morir por defender al pueblo. Se vio en noviembre de 1936, cuando el gobierno de la República y todos los cargos políticos huyeron a Valencia. A algunos los devolvieron a Madrid los milicianos anarquistas de Cipriano Mera, todo un hombre. Se vio en el golpe de opereta de 1981: todos ustedes por el suelo, como serpientes. Y el corrupto Jordi Pujol, cagadito, llamando al Rey para pedir socorro: “Tranquilo, Jordi, tranquilo”, le dijo el monarca. Se ha visto con la falsa pandemia cuando, bien engrasados por la OMS y la industria farmacéutica, ustedes nos encerraron. No tenían más remedio: si no aceptaban el dinero y las órdenes superiores, ustedes políticos serían asesinados. Son ustedes unos cobardes.
Ustedes no son ejemplares porque no buscan, ni por asomo, la unidad, la fraternidad, la concordia entre los españoles, sino la división cainita y el enfrentamiento. Son ustedes unos vendidos a los intereses angloamericanos. Estos no pueden permitir una Hispanidad fuerte, próspera y unida, y ustedes, payasos de la política española, rojos y azules, son sus cómplices y sus tontos útiles, tontos ricos, eso sí, ¿no es verdad, señor González, no es verdad señor Aznar? Y mientras, la gran banca y los grandes florentinos se forran a costa del pueblo español y de los impuestos con que se pagan esos grandes concursos oficiales para la construcción de no sé qué obras magníficas, y para la destrucción de ese mismo pueblo que les paga.
Ustedes roban, sin duda. Me roban a base de una fiscalidad mafiosa para comprarse coches oficiales, alimentar a sus fulanas, banquetear y farlopear sin medida. Y quién no, se pone algo de lencería en plan sadomaso, o abusa de niños subnormales.
Creen que han destruido la Tradición, pero vigilen: la Tradición les destruirá a todos ustedes, hipócritas, más pronto que tarde.
De hecho, les ganamos en el Gólgota hace poco más de dos mil años.
Tengan lo que hay que tener, hagan penitencia, y conviértanse al único Rey del Universo.