Fallecimiento de D. Antonio Pérez Mosso Pbro.
(Por Carlos Ibáñez) –
A finales de enero ha fallecido en Pamplona el sacerdote D. Antonio Pérez Mosso. Creemos que la noticia debe ser insertada en Ahora por la importancia que el finado ha tenido en la vida de la Iglesia y porque era uno de los nuestros.
Don Antonio nació en Alemania en plena guerra mundial, al comienzo de la década de los cuarenta. Cursó la carrera de Ingeniero Industrial en las escuelas de Bilbao y Barcelona. Posteriormente, bajo el magisterio del Dr. Francisco Canals, se licenció en Filosofía en Barcelona. Completó sus estudios de Teología con los agustinos de Marcilla y en Pamplona. Y en noviembre de 1975 fue ordenado sacerdote en Pamplona.
Ejerció su apostolado en diversas parroquias navarras. Llamado por un obispo chileno, se trasladó a aquella república en 1983. Hasta 1990 enseñó en diversos seminarios chilenos. En esa fecha volvió a Navarra donde fue destinado al Valle de Ulzama. En 2001 fue designado Párroco de Aoiz, cargo que ocupó hasta 2020. Afectado por una enfermedad cardiaca, ha fallecido en la fecha arriba indicada.
Experto en historia eclesiástica, es autor de una Historia de la Iglesia en seis tomos. Su obra más importante ha sido la fundación de la Hermandad de hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Sacerdotes que ejercen en Parroquias, implantada hoy en las diócesis de Pamplona y Toledo.
En su formación influyó poderosamente el P. Orlandis S. J. a través de su maestro en filosofía Canals y de la Schola Cordis Jesu.
D. Antonio ha sido de los nuestros plenamente. Con las limitaciones que le han impuesto su condición sacerdotal. Ha sido un sacerdote como los que hoy necesita la Iglesia que peregrina en España. En el Carlismo de hoy son necesarios muchos como él y sobran los imitadores del Cura Santa Cruz. Afortunadamente de éstos no conocemos a ninguno.
En una homilía que pronunció con motivo del 40 aniversario del monumento al Sagrado Corazón de Jesús del Monte Urgull de San Sebastián incluyó el siguiente párrafo:
“Tenemos que someternos al yugo de Cristo, a la Ley de Cristo. El único yugo suave y la única carga ligera. Los mandamientos de la Ley de Cristo no hay quien los cambie, cambiarán los tiempos, cambiarán las costumbres, pero que somos criaturas, que dependemos completamente de Dios Nuestro Señor, no cambia nunca. Sólo el pensar que somos como dioses, nos lleva a creernos con derecho a vulnerar la Ley de Dios.”
No se puede dar una condena más terminante de la democracia liberal que la que se encierra en ese párrafo. En ella se encierra la razón de ser del Carlismo. Y en ella fundamos nuestras esperanzas para perseverar en la postura política de nuestros mayores.
Bilbao, 10 de marzo de 2022, Festividad de los Mártires de la Tradición.