Eso no es liberalismo
Últimamente están apareciendo reacciones contra determinadas consecuencias funestas a las que nos ha llevado el sistema actual. Nos deja perplejos el que a las mismas se las califique de liberales o ultraliberales.
Vaya por delante que el liberalismo no es la defensa de la libertad. Proclama la libertad como algo absoluto. Pone la libertad por encima de la Ley de Dios. Y con ello termina por matar la libertad.
Los carlistas defendemos, y siempre hemos defendido, la libertad. Una libertad limitada por la Ley de Dios. Y esa es la verdadera libertad. Los límites que la Ley de Dios pone a la libertad son como las barreras que se nos colocan en muchas ocasiones para evitar caer en un peligro. En una llanura, a cuya vera hay un abismo, ponemos una barrera que nos impide caer en él. A nadie se le ocurrirá que la barrera en cuestión nos priva de a libertad. Al contrario, nos permite andar descuidados, con toda libertad, por el resto del terreno. Nos protege del peligro.
El sistema liberal prohíbe la colocación de tales barreras. Y para evitar que caigamos en el abismo nos llena de indicaciones y prohibiciones que, sí, nos privan de toda libertad. Nunca ha soportado la sociedad más normas y leyes que en el presente. Para fabricar normas y leyes tenemos un parlamento en Madrid y diecisiete más en las autonomías.
Por eso, no podemos calificar de liberales a los movimientos que luchan por determinadas libertades concretas. Están luchando contra una injusticia. Y nuestro deber, como carlistas, es manifestarles les que, en cuanto que su aspiración es justa, estamos con ellos. Y demostrarles que la injusticia contra la que se rebelan es una consecuencia del liberalismo. Del liberalismo que defiende una libertad abstracta, que prescinde de la Ley de Dios y que mata las libertades concretas que Dios ha querido para sus hijos.
Tenemos que evitar que los términos nos engañen. Más que en las palabras en sí, tenemos que fijarnos en lo que en ellas se encierra. Libertad siempre, porque es un don de Dios para sus hijos. Libertad sin Dios, como la proclaman los liberales, nunca. Porque no es tal libertad, sino la muerte de toda libertad. Lo estamos experimentando.