Entrevista a Fernando José Vaquero Oroquieta sobre la realidad sociopolítica y cultural de Navarra
El Reino de Navarra ha sido siempre un territorio profundamente vinculado a la misma esencia de la historia de España, desde los tiempos de Sancho III el Mayor, “rey de España”, y la batalla de las Navas de Tolosa, hasta la Edad Contemporánea, pasando por las luchas para evitar ser anexionada a Francia en el siglo XVI, la contribución de muchos navarros al imperio Español o las gestas de Espoz y Mina en la Guerra de la Independencia. Mención especial merece la entrañable y combativa vinculación de Navarra con el Carlismo durante los siglos XIX y XX.
Con motivo del libro De Navarra a Nafarroa, la otra conquista entrevistamos a Fernando José Vaquero Oroquieta y como suele ser habitual en temas específicos de historia hemos contado con el asesoramiento del historiador Rafael María Molina.
¿Cómo es posible que en los últimos años Navarra de muestras de una inquietante mutación vasquista? Usted lo vincula a los trascendentales cambios económicos, sociales y sociológicos vividos por Navarra entre 1950 y 1980, que ahora, a principios del siglo XXI, están cristalizando. Háblenos de ello.
Concurren, efectivamente, múltiples circunstancias sociopolíticas y culturales análogas a las acaecidas en el resto de España y, en buena medida, de Europa: secuelas de las guerras del siglo XX, trasvase campo-ciudad, implantación de un modelo nuclear de familia, Estado del bienestar, aggiornamento o desarme, según se mire, de la Iglesia católica. Pero a ello hay que sumarle la acción táctica y estratégica de los agentes panvasquistas operativos también en Navarra: tanto en la vida pública, desde numerosos “organismos populares”, como desde las instituciones oficiales. Por otra parte, una gran habilidad del separatismo ha sido la de incorporar, de una u otra forma, todos los “ismos” de moda impulsados desde el pensamiento radical-progresista. De esta manera, se han presentado como impulsores de lo “nuevo”, lo “actual”, lo “científico”, frente a lo “caduco” y “reaccionario”.
Un factor sociológico clave fue la progresiva desintegración del carlismo como ideal de masas en los años 60 y 70 del siglo XX. ¿Cómo se produjo este fenómeno?
De una manera gradual y en parte inadvertida; si bien impactaron en este pueblo, particularmente, determinados eventos circunstanciales, como la desmovilización política popular provocada por el franquismo, las desavenencias internas del carlismo, la despoblación del agro de pertenencia carlista, la deserción a otros campos políticos de significativos líderes y, especialmente, los cambios derivados del Vaticano II: la “libertad religiosa” y el rechazo de la “confesionalidad del Estado”, columnas fundamentales del tradicionalismo. Por último, la incomprensible evolución ideológica de una parte de la dirigencia, de la mano de Carlos Hugo y sus hermanas, extendió la percepción, en los restos de ese pueblo, de que el carlismo ya no daba más de sí y que históricamente no podía cumplir ninguna función más.
El terrorismo etarra durante décadas fue traumático en Navarra. La región además había vivido una muy dura lucha política en defensa de su propia identidad navarra y española durante los cruciales años de la Transición para evitar ser anexionada a la CAV, dominada por el nacionalismo. Háblenos de esa época.
No es fácil sintetizar tanto sufrimiento encarnado en personas asesinadas muy concretas, familias perseguidas, políticos expulsados… todos y cada uno de ellos con su historia personal, su rostro y su propia vida golpeada por el terrorismo de una u otra forma. Fueron años contradictorios: desarrollo económico, relevo generacional, cambios radicales y acelerados en las costumbres, hiperpolitización de amplias minorías, presión agobiante de los separatistas en la vida pública e incluso privada… Sería necesaria una revisión muy crítica de los principales actores en juego. Y, en todo caso, destaquemos la indiferencia en que se instaló una buena mayoría social volcada en sus circunstancias familiares, personales y de desarrollo individual.
¿El terrorismo etarra, con su maldad e intimidación ayudó sociológicamente al avance del nacionalismo vasco en Navarra?
Sin duda: facilitó una verdadera “limpieza ideológica” en determinadas zonas de Navarra, impulso “la ley del silencio” en la mayor parte de la Comunidad, se dotó de una aureola de presunto poder implacable, omnímodo y vengativo. El terror impuso el temor a grandes franjas de la población y, como mal menor, se cedió muchísimo desde las instituciones públicas; por ejemplo, respecto a las políticas relacionadas con el vascuence batua. Ya lo dijo Xabier Arzalluz: «Otros mueven el árbol y nosotros cogemos las nueces».
¿Cómo la derecha sociológica “tradicional” navarra, foral y española, representada desde los años 70 por UPN, ha sido incapaz de hacer frente al avance del abertzalismo pese a haber gobernado Navarra muchos años?
Por practicar una política cortoplacista, centrada en lo económico, acomodaticia, preocupada por las tendencias demoscópicas, y condicionada por sus conflictivas relaciones con los socialistas navarros, a quienes siempre percibieron como “dique” frente al nacionalismo. Pero el PSN-PSOE es radical-progresista y, por ello, tiene mucho en común con Podemos, Izquierda Unidad e, incluso, buena parte de la cosmovisión abertzale. Todo ello ha desbaratado la perspectiva estratégica de UPN.
En consecuencia, nunca se preocupó de desarrollar una política cultural que contrarrestara al lobby separatista presente en la industria cultural y la educación; tampoco en la presencia callejera y de los espacios públicos, cedidos a la extrema izquierda.
Con todo, sí desarrollaron alguna iniciativa de interés, caso de la implantación de modelos educativos en inglés (el PAI) para contrarrestar el avance del euskera batua; por ello sus impulsores concretos sufrieron agrias campañas personales y políticas.
El abertzalismo siempre ha despreciado al Fuero que ha sido tradicionalmente la principal seña de identidad jurídica de Navarra. ¿Sigue siendo así?
En las últimas décadas, por el contrario, viene desarrollando una política oportunista y ambigua: no sólo no atacan, en su discurso público la foralidad, sino que aseguran “exprimirla” mucho más y mejor –en lo que respecta a las cuentas con el Estado- que la derecha, en supuesto beneficio de todos los navarros. Lógicamente, se trata de un “uso alternativo del derecho” que pretende privar de banderas movilizadoras a la derecha fuerista.
Usted defiende que la derecha en Navarra y en España en general nunca entendió que al no dar la batalla cultural contra la izquierda y aceptar progresivamente los “dogmas” de ésta, tenía a largo plazo perdida la batalla social y política. ¿Se empiezan a producir cambios?
Siempre ha habido activistas y propagandistas, a título personal, que entendían esta dinámica prefiguradora de los cambios políticos. Pero no han sido respaldados ni por los medios de comunicación navarristas, sus partidos o los grupos de poder. Siempre se ha entendido que “no es cosa nuestra”. Para educar, simplificaban, existe la enseñanza concertada y la Universidad de Navarra. Además se vivía de la creencia del tópico de una sociedad civil vigorosa; que la realidad viene desmintiendo. Un ejemplo: las áreas sectoriales de UPN dejaron de funcionar hace unos 20 años… y no se han propuesto recuperarlas.
Por otra parte, algunas entidades ciudadanas, caso de Civismo e Institución Futuro, quienes sí comprenden –o al menos intuyen- el gramcismo cultural, trabajan de una manera elitista y poco pegada al terreno.
¿Cómo se ha llegado a la situación de infamia en la que están algunas localidades de zonas concretas de Navarra como Alsasua?
En cierto modo, ya hemos respondido: una limpieza humano-ideológica con su correspondiente creación de espacios de impunidad, debilitamiento de la conciencia moral natural, consolidación de una conciencia revolucionaria que todo lo justifica en aras de la Euskadi de sus sueños…
El avance del abertzalismo, igual que ocurrió en Cataluña con el independentismo, ha coincidido exactamente con la descristianización de una región tan eminentemente católica como siempre había sido Navarra. Este hecho no parece en absoluto casual. ¿Cuál es su impresión al respecto?
En algunos sectores, el panvasquismo ha podido operar a modo de una “religión de sustitución”. En todo caso, frente a la debilidad de los discursos actuales, el vasquismo ha constituido una contrasociedad en la que puede vivirse 365 días al año, 7 días a la semana y 24 horas al día. Afectos, mitos, cultura, idioma, movilizaciones, fiesta, historia, liderazgo… Frente al consumismo, el individualismo, el relativismo y la presencia “blanda” de buena parte de las expresiones de la Iglesia, esta contrasociedad ofrece una vida repleta de sentido, identidad y pertenencia.
Pero no es correcto afirmar que ETA naciera en un seminario, o que la Iglesia haya facilitad el vasquismo, etc. En todo caso, la Iglesia viene sufriendo una transformación importante coincidiendo con el alejamiento de la misma de grandes sectores de la población en toda Europa y resto de Occidente. Otros sectores eclesiales se abrieron a las ideologías de moda, a las ciencias sociales y de la persona en clave deconstruccionista, e incluso algunos optaron por la Teología de la Liberación y los grupos terroristas aquí, pero también en América Hispana. Pero, mientras tanto, muchos otros cristianos pagaban con su vida su fidelidad en los gulags, y en muchos otras partes del mundo. De hecho, la inmensa mayoría de asesinados por ETA eran católicos; algunos muy significados. Paradójicamente, con mucho dolor y no poco escándalo, algunos pastores, como José María Setién, jugaban a la “equidistancia moral”.
El separatismo, en definitiva, se sirvió de la debilidad y contradicciones de la iglesia para avanzar.
El gobierno de Uxue Barkos, de la marca navarra del PNV en Navarra y sus aliados abertzales y podemitas en la Comunidad, así como la alcaldía batasuna de Pamplona se ha caracterizado por su anticristianismo. Así, las fiestas de San Fermín, tan tradicionalmente vinculadas a la cultura religiosa y popular de Navarra presentan en las últimas décadas un sesgo cada vez más abertzale y menos católico, por lo menos vistas desde fuera de Navarra. ¿Cómo se ha producido esa deriva?
Todas las fiestas populares de raíces cristianas vienen experimentando un vaciamiento de su vivencia y esencia cristianas en aras del consumismo, el descontrol sensorial, el alcohol, el sexo libre, el consumo de drogas, los excesos gastronómicos. Ello es bien visible en toda España: desde las fiestas del Pilar de Zaragoza a las del pueblecito más pequeño de la sierra de Francia en Salamanca.
Pamplona no podía ser una excepción. Si, por una parte, se le vacía de su contenido sacro, por otra los agentes culturales vasquistas se encargaron de estar presentes con sus txoznas, espacios musicales, kalejiras, conmemoraciones de la muerte del trotskista Germán Rodríguez, euskaldunización de letras y espacios, etc. De ahí la impresión que producen nuestras fiestas, a tantos visitantes foráneos, de que son una creciente expresión vasquista hasta el agobio y, casi, la unanimidad.
¿Cuáles son las perspectivas de futuro de la lucha del pueblo de Navarra en defensa de su propia identidad contra el proyecto abertzale?
En estos años se están produciendo esperanzadoras iniciativas de carácter popular, cultural y académico, así como importantes movilizaciones populares. Háblenos de ello, no en vano, muchos, en toda España, creemos que la supervivencia de Navarra con su propia identidad es clave para la propia supervivencia de España como nación.
En estos casi cuatro años de gobierno radical-abertzale en Navarra, y sin complejos, se han acelerado los “tiempos” de la “construcción nacional vasca”. Pero la oposición navarrista –los partidos políticos- en las instituciones y en la vida pública, ha ido por detrás de los acontecimientos. Por el contrario, en la calle se han desarrollado iniciativas populares importantes, caso de dos grandes manifestaciones multitudinarias en Pamplona: una en defensa de los símbolos de Navarra (2017) y otra frente a la imposición lingüística (2018). Así, han surgido nuevas entidades culturales, como son Doble 12, Azpilicueta Center, Banderazo, Sociedad Civil Navarra…
La actividad en redes, por parte de numerosos activistas navarristas ha sido desbordante. Varios otros libros se han editado en respuesta a las políticas panvasquistas, caso de Cuatripartito Kanpora y 20 años de letxe y miel. A nivel de presencia callejera, el colectivo Navarra Resiste ha realizado un trabajo extraordinario, mediante la colocación de miles de pegatinas, pintadas, celebración de la Hispanidad con pancartas… Hay ganas de trabajar, de responder, de resistir y de tomar la iniciativa. Los partidos no ofrecen cauces para todo ello: es el momento de que la gente tome conciencia, dé un paso al frente y se organice sectorialmente y con perspectiva de futuro. Y ello debe ser así independientemente de los resultados electorales, pues no cabe volver a caer colectivamente en la pasividad y en la autocomplacencia.
Javier Navascués Pérez