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10 de octubre de 2019 0

Entender Oriente Próximo

Introducción

Oriente Próximo es un secular foco de conflictos. En la Baja Mesopotamia y el Nilo nació la civilización, y a orillas del Jordán escogió Yahvé a su pueblo elegido, del cual surgiría el Redentor, Nuestro Señor Jesucristo. Es por ello que a Palestina se le conoce como Tierra Santa, siendo lugar venerado no sólo por judíos y cristianos, sino también por el islam, una secta herética proveniente de aquellos.

Los diversos conflictos en aquella zona, agravados en las últimas décadas, con frecuencia son de difícil comprensión desde nuestro mundo latino. Añádase que sus noticias nos llegan filtradas (y con frecuencia manipuladas) a través de canales de comunicación controlados por poderes occidentales, favorables a sus propios aliados locales, que normalmente no son amigos ni de sus pueblos, ni del nuestro.

Ante todo, delimitemos geográficamente la región de la que hablamos. En términos generales, engloba como límites el Cáucaso mayor al norte, Anatolia al noroeste, el valle del Nilo bajo y medio al oeste, toda la península arábiga al sur, y los montes Zagros al este. No obstante, tradicionalmente se ha incluido en el Oriente Próximo a la gran llanura irania, al este de dichos montes: un área de transición al Asia Central.

En la creencia de que puede ser más didáctico, voy a realizar una descripción de la región por capas. Confío en que ello ayude a entender mejor su compleja constitución y algunos de sus problemas sociales y políticos.

 

Capas para entender Oriente Próximo

  1. Primera capa, la geográfica. En el centro se halla el gran valle que forman los ríos Tigris y Eufrates, clave para comprender la historia del Oriente Próximo. Vierten en él sus aguas todas las caras meridionales de la zona montañosa y húmeda de Anatolia y el Cáucaso, en el norte. Ambos grandes ríos se introducen en la región árida del sur, desembocando en el golfo Pérsico. Gracias a su caudal, desde antiguo ha sido habitable y cultivable Mesopotamia. La parte más occidental de esa región árida, la que da al mar Mediterráneo (llamada comúnmente “Levante”) también disfruta de cierto grado de fertilidad, gracias a las lluvias provenientes del mar y detenidas por la cordillera del Líbano. Todo el sur de Oriente Próximo es un gran desierto, interrumpido únicamente en el norte de África por el gran río Nilo, que recoge las aguas de Etiopía y África tropical, haciendo sus orillas fértiles al igual que el Tigris y el Éufrates lo hacen en Mesopotamia. La llanura irania está cruzada por algunas cadenas montañosas, combinando áreas semiáridas y estepas, con algunas zonas desérticas.

 

  1. Segunda capa, la étnica. Tierra poblada desde antiguo, presenta diversas etnias. En muchas áreas la mezcla ha sido abundante y no cabe hablar de particularidad étnica socialmente relevante. En cambio, en las más silvestres, esta sí tiene cierta importancia.
    1. Caucásicos. Son los habitantes nativos del Cáucaso. Actualmente perviven de forma relativamente pura entre los georgianos, abjasios, osetios y otros pueblos menores. Mezclados con otros, constituyen también parte del acervo de armenios (urartu) y azeríes (albanos orientales).
    2. Semitas. Los habitantes originales de las áreas desérticas de la mitad sur de la región. Sus predecesores fueron los acadios, y posteriormente surgieron amorreos, cananeos, arameos, hebreos y caldeos. Hoy en día la inmensa mayoría de los semitas de Oriente Próximo se autoidentifican como árabes (ismaelitas). En el caso de Egipto, existe un componente de mestizaje con el elemento camita (negro nilótico) difícil de cuantificar. Los semitas judíos se hallan dispersos en pequeñas comunidades a lo largo de toda la zona de la Media Luna fértil, sobre todo en Israel.
    3. Indoeuropeos. Originarios de las estepas de Asia Central y Siberia meridional, los indoeuropeos conocieron una gran expansión a partir del siglo XX antes de Cristo, tanto hacia el oeste como hacia el sur. En el área que nos interesa, ocuparon en su parte occidental Anatolia (donde formaron los pueblos anatolios: frigios, lidios, carios, misios, cilicios, isaurios, capadocios, etcétera), y en la oriental la llanura irania, dando lugar a los pueblos iranios (medos, hircanios, persas, partos, etcétera). En el Cáucaso, se mezclaron con los nativos, constituyendo los pueblos armenio y azerí. Caben destacar tres casos particulares de indoeuropeos: uno son los kurdos, un pueblo emparentado con los iranios, desplazado ancestralmente hacia la parte sudoriental de la península de Anatolia, en los montes donde nacen los ríos de Mesopotamia. Otro son los griegos. Nativos de la península balcánica, fuera de la región que nos ocupa, las sucesivas migraciones y expansiones del dinámico pueblo helénico hicieron que formaran importantísimas colonias en toda la costa del Mar Negro y Mediterráneo, mezclándose con los pueblos nativos parcialmente. Diversas expulsiones en el último siglo han reducido su número notablemente, pero aún persisten, y su influencia con ellos. Por último, cabe hablar del particular caso de Israel, que en los últimos 60 años ha alentado la inmigración de judíos, sobre todo desde la Europa oriental (ashkenazis), donde durante siglos se han mezclado con los nativos indoeuropeos, pudiendo considerarse, a efectos étnicos, que están más cerca de ellos que de los semitas que son los judíos originales.
    4. Turcómanos. Los turcos son la más reciente influencia étnica en Oriente Próximo. Originarios de los Montes Altai, en el Asia Oriental, están lejanamente emparentados con los indoeuropeos y los mongoles, aunque su migración al oeste fue muy posterior, ya en tiempos históricos. En el área que tratamos, llegaron primeramente como esclavos entrenados como soldados, posteriormente como mercenarios, y finalmente como invasores. Por ese motivo, los migrantes fueron mayoritariamente varones, por lo que la “pureza” étnica de sus descendientes es más que dudosa, debiendo entenderse en este caso la “turquidad” sobre todo como rasgos culturales propios. Aunque se extendieron por todo el norte de Oriente Próximo, asentaron con fuerza en dos regiones: Anatolia, donde (mestizados con los indoeuropeos anteriores) constituyeron el que es hoy en día el estado túrquico más fuerte, llamado precisamente Turquía, y el Cáucaso oriental, donde se mezclaron con los cáucaso-indoeuropeos, dando lugar al pueblo azerí, en el que el caudal de sangre turca es mínimo, pero corresponde a una clase secularmente dominante, por lo que los azeríes se identifican a sí mismos como turcos. Pequeñas comunidades turcómanas, de escasa importancia, salpican todo el norte de la meseta irania, así como el Levante y Mesopotamia.

 

  1. Tercera capa, la religiosa. Cuna y asiento de las tres religiones monoteístas abrahámicas, desde hace muchos siglos la religión ha jugado un papel importante en la identificación de las comunidades humanas en Oriente Próximo.
  2. En Oriente Próximo hay una religión dominante: el islam, extendido principalmente por la conquista en la región desde el siglo VII. No olvidemos que Mahoma predicó y gobernó desde el Hedjaz, una provincia occidental de la Península Arábiga, donde se hallan las ciudades santas de los musulmanes, La Meca y Medina. La mayoría profesa el islamismo sunní, que reconoce la sucesión de califas oficial, y no añade enseñanza fundamental al Corán y los Hadices. La parte menor profesa el chiismo, que sigue fiel a la sucesión de Alí, yerno de Mahoma por su hija Fátima, y sus hijos, y que reconoce la doctrina religiosa de sus jefes religiosos, los ayatolás, junto a Corán y Hadices. Cabe decir que el sunnismo posee cuatro escuelas de interpretación jurídica, pero sus diferencias no tienen importancia a nivel social. La excepción es la corriente rigorista salafista de la escuela Hanbalí, predicada por un tal Wahab en el siglo XVIII, y cuya trascendencia actual explicaremos más adelante. El islam sunní es mayoritario entre los musulmanes de cualquier etnia. El chiismo es predominante entre los árabes del sur de Mesopotamia, algunas tribus de Yemen (suroeste de la península arábiga) y Bahrein, y muchas comunidades en las faldas del Monte Líbano. Pero sobre todo los chiíes representan la mayoría de la población indoeuropea de la meseta irania, donde constituyen una comunidad de muchos millones.

Corrientes minoritarias, como el sufismo o el jariyismo (de implantación        significativa únicamente en Omán), apenas tienen importancia social.

  1. Aunque originario de la zona, el cristianismo supone una minoría regional. Entre los árabes forman pequeñas comunidades, únicamente importantes en Egipto, donde suponen el 10% de la población (llamados coptos), y sobre todo el Líbano, con alrededor del 33-40%. Hay otras comunidades dispersas y poco relevantes en Siria, Palestina e Irak. Entre los caucásicos e indoeuropeos (salvo los iranios), sin embargo, son mayoritarios. Así, son cristianas la mayoría de las comunidades griegas que aún persisten en el área; asimismo, son celosamente cristianos los georgianos y los armenios, estos últimos con una importante diáspora tanto hacia la zona costera de Siria como en Mesopotamia e Irán. A su debilidad numérica añaden la división en numerosas congregaciones e Iglesias particulares distintas, separadas y con frecuencia enfrentadas durante siglos. En las últimas décadas, no obstante, la relación entre ellas ha mejorado.
  2. El judaísmo es una fe residual, cuyo peso ha aumentado por la inmigración masiva de judíos etnoculturales a Israel desde hace 70 años. No obstante, la mayoría de los israelíes nacionalmente judíos son agnósticos, y por ello, la importancia de dicha religión es relativa incluso en su país, pese a la protección oficial que recibe.
  3. Existen otros cultos originales de Oriente Próximo, como el zoroastrismo/mazdeísmo, el maniqueísmo o el bahaísmo. Son numéricamente residuales y carecen de peso social.

 

  1. Cuarta capa, la nacional. En Oriente Próximo existen algunas de las naciones más antiguas e importantes del mundo. Entre ellas, Egipto e Irak, cunas de la civilización. Asimismo, Siria (aunque esta en pocas ocasiones ha sido independiente); Irán, una potencia regional histórica; o Turquía, un país relativamente joven (apenas un siglo), pero heredero directo del Imperio Otomano, la fuerza dominante en Oriente Próximo durante cinco siglos. Hay también otras naciones menores, pero de enorme antigüedad: Armenia, Georgia y Azerbaiyán en el Cáucaso, o Yemen y Oman en la Península Arábiga. Los habitantes de todas ellas se sienten muy unidos a su país e historia, con frecuencia por encima de etnia o religión, de modo que no pocos conflictos en la región se deben a disputas históricas entre naciones

Otros países son más recientes, y con características especiales: tras el descubrimiento de petróleo en la región, las tribus de Arabia crearon diversos sultanatos o reinos gobernados por jeques locales en el Golfo Pérsico amparados inicialmente por el Reino Unido, y desde hace muchas décadas, por su primo americano, EEUU. El más importante de ellos es Arabia Saudí, de la tribu Saud. Otros son Kuwait, Bahrein (este con la particularidad de que la mayoría de su población es chíi, no así la familia reinante), Qatar o Emiratos Árabes Unidos. Con algunas disputas ocasionales (normalmente por rivalidades entre monarcas), en general todos ellos son solidarios entre sí, y suelen seguir la política exterior de Arabia Saudí.

Por último, hay tres naciones jóvenes, en la fachada mediterránea, desgajadas del territorio histórico de Siria, que merecen detallarse: Jordania (antigua Transjordania), es el único superviviente de una serie de reinos árabes gobernados por monarcas hachemitas que los británicos ensayaron tras la primera guerra mundial (y lo es gracias al hábil y precario equilibrio mantenido entre su servidumbre a las potencias de Occidente y su compromiso con la estabilidad en la región). Líbano, región histórica (corresponde aproximadamente a la antigua Fenicia), pero que jamás había tenido independencia hasta que la descolonización francesa decidió crear el pequeño país como santuario para los cristianos de Oriente, e interlocutor privilegiado de los galos en la zona; sus peculiaridades de microcosmos de todas las etnias y religiones de Oriente Próximo daría para un artículo por sí sólo. Y por último, naturalmente, Israel y su gemelo indeseado e inevitable, Palestina. Israel es una creación del sionismo internacional para dar un hogar nacional a los judíos del mundo en su tierra ancestral, a costa de expulsar o sojuzgar a los palestinos previamente residentes; desde su creación en 1948, ha sido el más constante e importante agente de conflictos en la región. Como veremos más adelante, ello tampoco ha sido casual.

 

  1. Quinta capa, las ideologías. Aunque con retraso y menor impacto que en el mundo Occidental, también a Oriente Próximo han llegado las ideologías.

 

  1. Nacionalismo. En este apartado sin duda cabe reseñar en primer lugar el nacionalismo árabe o panarabismo. Aunque su origen se remonta, como el de otros nacionalismos, a las primeras décadas del siglo XIX, no comenzó a tener verdadera importancia hasta la primera guerra mundial, con la participación del levantamiento árabe en la derrota y desmembración del Imperio Otomano. Inicialmente monárquico, el movimiento, tras su fracaso inicial, conoció un giro radical de la mano de un sólo hombre, Gamal Abdel Nasser, militar y presidente de Egipto, que adoptó una visión particular del socialismo, creando el naserismo o panarabismo contemporáneo, de corte social, no alineado (durante la guerra fría) y laico (tolerancia a todas las religiones no islámicas, anteponiendo la etnia y cultura árabes a otras consideraciones). Nasser gozó de enorme prestigio entre los árabes en vida, llegando a crear un embrión de República Árabe Unida, y viendo su proyecto fracasar antes de morir violentamente, por las divisiones entre los propios árabes. El partido nacionalista Baaz trató de recoger su herencia, pero también quedó minado por rencillas internas. Cabe destacar en la región otro nacionalismo influyente: el turco, que dio lugar en 1923 a la República de Turquía de la mano de Mustafá Kemal Ataturk, también militar y presidente, con una impronta asimismo autoritaria, laica y socialista. Los países más antiguos de la zona han generado también diversos grados de nacionalismo, generalmente menos importante, con la excepción de los cristianos Armenia, Georgia o Líbano, donde tiene un peso mayor.
  2. Islamismo. Dado que el Islam no se limita a la relación del hombre con Dios, sino que abarca todos los aspectos de su cultura y vida social, así como sus leyes, no resulta sorprendente que la aplicación fiel de los preceptos coránicos se pueda considerar perfectamente una ideología. Aunque hay diversas escuelas de pensamiento musulmán, y todas ellas influyan en la forma de gobierno, hoy en día únicamente dos resultan originales, y se desligan nítidamente de la mera ejecución de los designios del gobierno musulmán de turno. La primera de ellas es el salafismo (literalmente “antecesorismo”, o modo de vida de los antecesores o compañeros de Mahoma), una rama estricta de la ya de por sí rigorista escuela hanbalí del sunnismo. El salafismo fue predicado por Wahab (de ahí que en ocasiones se le denomine wahabismo), un imán iraquí del siglo XVIII, y reposa en la idea de que la sharía, la ley que emana directamente del Corán y los Hadices, debe ser la única válida en un país poblado por musulmanes, rechazando no sólo cualquier influencia no islámica (principalmente occidental), sino incluso las elucubraciones de los diversos maestros de la ley musulmanes posteriores a la muerte de Mahoma, tenidas por contaminaciones, adulteraciones, o adiciones humanas al modo de vida inicial de los “compañeros” del Profeta. Wahab hubo de escapar de Bagdad, y acabó refugiándose en el desierto de Arabia, donde fue acogido favorablemente por los jerifes de una tribu menor, llamados hijos de Saud (Ibn Saud), que aplicaron estrictamente sus enseñanzas. No hubiese pasado de ser una exótica secta más de las muchas que hay en el Islam, de no ser por el descubrimiento de petróleo en el golfo pérsico a principios del siglo XX. Los Ibn Saud dominaban una región con abundantes yacimientos, y de forma creciente han ido empleando los beneficios obtenidos en la expansión del salafismo por todo el mundo musulmán. Sus primeros y aventajados alumnos fundaron los Hermanos Musulmanes en la década de 1920 en Egipto, donde siempre han sido una fuerza considerable entre los sunníes, anti-occidental y también anti-militar, y que no tardaron mucho en sacudirse el control efectivo de los Saud. Pero después la independencia de Arabia Saudí y su rápido enriquecimiento tras la crisis del petróleo de 1972, el salafismo se ha hecho presente en casi todo el mundo islámico, creando escuelas de rigorismo musulmán y con frecuencia grupos armados y terroristas, de los cuales Hamas, Al Qaeda, Al Nusra, el Estado Islámico o Boko Haram únicamente son sus terminales más conocidas. Que el estado patrocinador de la ideología (y se cree que, al menos en origen, de algunos de los grupos terroristas citados) sea aliado preferente de Occidente en la región nos dice muchas cosas. Sobre todo de Occidente.

La otra ideología islámica es el islamismo chíi de los Ayatolás. Su base es clásica, puesto que propugna la inspiración del código legal en el AlCorán y los Hadices, pero, a diferencia de aquel, la interpretación no la ejercen los imanes comisionados por la autoridad civil legítima (el califa o su representante) sobre todo el pueblo, sino un consejo de ulemas, los Ayatolás, que son los que asesoran al poder civil, invirtiendo la fuente de autoridad, convirtiendo de facto al estado en una teocracia. Este islamismo triunfó en Irán de la mano del Ayatolá Ruhollah Musaví Jomeini, pero no se ha exportado a otros países, y jamás ha hallado un émulo entre los sunníes, por lo que su aislamiento ideológico es pronunciado.

 

  1. Una variante de nacionalismo muy influyente en la región es el sionismo, que desde la segunda mitad del siglo XIX trabajó para la creación de lo que llama el “Hogar nacional judío”. Tras décadas de labor tanto en Tierra Santa como en las comunidades judías de la diáspora, la resolución 181 de Naciones Unidas de 29 de noviembre de 1947, dividiendo el mandato británico en Palestina, dio lugar al estado de Israel, alimentado con la inmigración de judíos, sobre todo de Europa Oriental. Desde entonces, la seguridad de Israel frente a sus vecinos árabes ha sido principal motivo de conflictos en Oriente Próximo, y con frecuencia ha condicionado la política mundial, pues el sionismo tiene muchos seguidores entre judíos poderosos, capaces de influir en la política exterior de Estados Unidos, Reino Unido y en ocasiones la Unión Europea.

 

  1. Sexta capa, la económica. Oriente Próximo es una de las mayores áreas productoras mundiales de hidrocarburos (petróleo y gas, principalmente), y la mayor exportadora, sobre todo las región del Golfo Pérsico, Mesopotamia y Costa del mar Caspio. Otros países, no directamente productores, poseen importancia estratégica por el paso de oleoductos por su territorio (por ejemplo Turquía, Siria, los países del Cáucaso, etcétera). Es un consenso en politología que la importancia estratégica de la región reside fundamentalmente en ese punto. En el resto de áreas, Oriente Próximo es económicamente marginal. No existen otras materias primas con tanto impacto económico, la industria de peso existe en corto número y está limitada a unas pocas áreas de Turquía e Irán. En Egipto, Palestina, Israel y Jordania hay un importante sector turístico, por motivos culturales y religiosos, principalmente, pero es muy sensible a las oscilaciones políticas y conflictos en la zona, por lo que no termina de despegar como industria potente, pese a las posibilidades, ya que además el terrorismo salafista le golpea con cierta regularidad. La rigidez de las políticas económicas locales (muy afectada por la subvención a sectores de peso político local, como puedan ser los terratenientes, los comerciantes o el ejército) y la gran fuga de capitales a inversiones en Occidente de una buena parte del excedente de los beneficios por la venta de hidrocarburos en los países del Golfo rematan un cuadro en el que la economía de Oriente Próximo está en general encorsetada y muy dependiente de la exportación de los derivados del petróleo. Los únicos países ricos del área son las monarquías sunníes del Golfo, que absorben cientos de miles de inmigrantes, sobre todo de países del sudeste asiático, para que realicen las tareas menos cualificadas y más penosas.

En el aspecto económico, únicamente el petróleo y sus vías de transporte, por tierra y mar, son verdaderos agentes de conflicto, muy por encima de las disputas por el agua (bien escaso en la mayoría de la región), o las turbulencias que impactan al turismo. Pero la importancia de este factor económico es tal, que afecta a toda la geopolítica mundial, no únicamente regional.

 

  1. Séptima capa. Agentes político-económicos. Hay poderes y fuerzas locales, como las élites de terratenientes o industriales, o los ejércitos, que con frecuencia tienen sus propios programas y pueden influir mucho (en el caso de los militares, su poder es fundamental en países tan importantes como Egipto o Turquía). La distorsión que practican los marxistas al maximizar su papel hasta en ocasiones convertirlo en el único, no debe hacernos caer, por contraposición, en el error de no tomarlos en consideración, cuando lo cierto es que influyen mucho en las decisiones de los gobiernos locales. Y por supuesto, al igual que en otras partes del mundo, el poder de los financieros y grandes corporaciones internacionales juega un papel fundamental. En ocasiones sirviendo a la política exterior de los países donde tienen sus sedes, y con más frecuencia sirviendo sus propios intereses. También en oriente Próximo actúa el Nuevo Orden Mundial y sus agentes bajo el pretexto de la globalización, aunque sus efectos no sean aún tan evidentes como lo son en Occidente.

 

Conflictos actuales

Para terminar, repasaremos los grandes conflictos actuales de oriente próximo, señalando en cada uno de ellos las variables que concurren estudiadas en cada capa.

  1. a) El conflicto Israel-Palestina. Veterano del siglo XX. El conflicto entre el estado de Israel y los palestinos, es el Goliath contra David de la región. Mientras la nación sionista ha contado con el apoyo constante de las potencias anglosajonas, y con frecuencia de la Unión Europea, los palestinos se han ido viendo abandonados progresivamente por los demás países árabes, tras fracasar sus intentos, tanto militares como económicos por medio del embargo petrolero. Durante la guerra fría, este conflicto pudo haber llegado a desencadenar una conflagración mundial en varias ocasiones (con las dos superpotenicas alineadas, EEUU con Israel y la URSS con los palestinos). En las últimas décadas, ha quedado reducido a un problema regional, pero mantiene su importancia, afectando a la política interior, no únicamente del propio Israel-Palestina, sino también de Jordania, Egipto, Siria y sobre todo el Líbano. Se trata de un conflicto nacionalista e ideológico, y sólo indirectamente religioso.
  2. b) El salafismo terrorista. Aunque el salafismo sunní ha generado grupos violentos y terrorismo desde hace más de medio siglo (Hermanos musulmanes en Egipto, HAMAS en Palestina, etcétera), la aparición de Al Qaeda, fundada por el multimillonario saudí Osama ben Laden, fue el catalizador para la expansión mundial de diversos grupos criminales salafistas, la mayoría de ellos en el Oriente Próximo (Al Nusra o el ISIS), que llegaron a dominar durante 3 años el curso alto de los ríos Tigris y Eúfrates, entre Irak y Siria, imponiendo la ley islámica estricta por medio de la espada y el terror, actuando tanto contra los sunníes “poco piadosos” como contra chiíes y otras religiones. Asimismo, han efectuado atentados terroristas tanto en los países musulmanes como en los países occidentales, Rusia o China. Aunque las monarquías sunníes del Golfo Pérsico (seguidores del salafismo), han privado de apoyos a los grupos terroristas, algunos, como el de Qatar, lo hicieron inicialmente, y muchos poderosos de esos emiratos les han dado financiación y cobertura a nivel privado. Pese a la guerra llevada a cabo contra ellos por todas las potencias, el crecimiento del salafismo entre los sunníes, y la facilidad para captar como “combatientes” a los convencidos, enquista esta amenaza y asegura su recurrencia. Los gobernantes musulmanes no saudíes atacan de raíz el problema controlando la enseñanza religiosa y castigando a los imanes que predican el salafismo, método que las democracias liberales de Occidente no emplean por su sacralización de la libertad religiosa, dificultando así su erradicación. Actualmente, el terrorismo salafista es el principal problema de violencia política en Oriente Próximo, con frecuentes atentados que no suelen trascender a la opinión pública externa a la región. Se trata de un conflicto eminentemente religioso, aunque los gobiernos salafistas lo pueden emplear ocn fines políticos.
  3. c) El independentismo kurdo. Los kurdos pueblan el área del Cáucaso meridional y el sureste de Anatolia desde hace muchos siglos. La llegada de los movimientos nacionalistas convencieron a muchos de la bondad que sería para el pueblo kurdo disponer de un estado propio. La lucha por él, principalmente contra la república de Turquía, y secundariamente contra las naciones de Irak y Siria, dura ya décadas, sin ahorrarse acciones terroristas de grupos políticos kurdos y represalias militares de los ejércitos nacionales. Los kurdos cuentan con el apoyo tanto de Irán como de Estados Unidos (lo cual resulta algo insólito), por vías distintas, empleados como herramientas contra poderes rivales regionales (Turquía en el caso de Irán y el partido Baaz de Irak y Siria en el caso de Estados Unidos). Se trata de un conflicto de tipo étnico-nacionalista.
  4. d) Líbano. El pequeño país fenicio es un microcosmos de Oriente Próximo. Es el país árabe con mayor porcentaje de cristianos (aproximadamente un tercio actualmente, aunque no hay datos recientes fiables), en su mayoría católicos maronitas, pero también ortodoxos griegos, siríacos, armenios, etcétera. Entre los musulmanes mayoritarios se da la circunstancia de que los chíitas son mayoría (caso raro en un país árabe), y su relación con los sunníes no es buena. Por último existen los drusos, una herejía islamita fuerte en una región del país. Cada uno de los grupos étnico-religiosos tiende a su vez a apoyar a uno o varios partidos confesionales (a su vez divididos con frecuencia entre conservadores, liberales y progresistas), existiendo pocos “transversos”. Los conflictos entre ellos son frecuentes, y los consensos raros. Por si no tuviera bastante con sus complicaciones internas, Líbano afronta varias amenazas externas. La primera tener frontera común con Israel, contra el que ha sostenido varias guerras, la última este mismo siglo. También derivado del conflicto israelí, Líbano acoge millones de refugiados palestinos que por su peso demográfico influyen en la política exterior hacia Israel de un país que a fin de cuentas no consideran propio. Asimismo, las injerencias de Siria, que considera Líbano una parte irredenta de su territorio, segregado por la potencia colonial Francia con fines espúreos. Por su parte, Irán y Arabia Saudí sostienen respectivamente a los partidos chíi y sunní locales, trasladando al país del Cedro sus rivalidades regionales. Por si algo faltaba, la gran presencia de cristianos (relacionados con otros cristianos en Occidente) y su diáspora por el mundo, hace que Líbano sea el país de Oriente Próximo con los vínculos más directos y fuertes con Europa y América, lo que atrae el interés de las potencias a sus problemas internos. Como resultado, en su corta vida ha sufrido varias invasiones tanto de Israel como de Siria, y una horrenda guerra civil por más de 10 años. Como se ve, este conflicto es una mezcla de prácticamente todos los condicionantes: principalmente el religioso, pero también étnico, nacionalista, ideológico e incluso geográfico (El macizo del Monte Líbano le separa del resto de Siria).
  5. e) La rivalidad entre Irán y las monarquías del Golfo Pérsico es probablemente el conflicto más importante al que se enfrenta actualmente Oriente Próximo, y acaso uno de los más peligrosos del mundo. Los jeques sunníes (y algunos salafistas) de Arabia, pretenden ejercer el liderazgo del mundo musulmán árabe a golpe de petrodólar, ante la debilidad de las ideologías y las naciones clásicas. Particularmente Arabia Saudí ha estado detrás de las facciones sunníes en Líbano e Irak y la oposición sunní al régimen de Al Assad en Siria, desestabilizando grandemente la región, sin olvidar que han proporcionado el soporte intelectual a los grupos terroristas salafistas. Gracias a sus fuertes inversiones, tanto en empresas y propiedades como en el soborno a políticos, han obtenido el apoyo y la complicidad de Occidente, particularmente la alianza anglosajona. Asimismo, mantienen una soterrada comunidad de intereses, al menos tácita, con el movimiento sionista, con el cual han formado un antinatural equipo en política exterior, probablemente esperando cada uno poder utilizar al otro hasta que puedan erradicarlo. Por su parte, a la tradicional cualidad de potencia regional de Irán (también productora importante de hidrocarburos), la revolución islámica ha añadido una agresiva política exterior de apoyo a todos los movimientos chíies del mundo árabe. Ya hace décadas que Hezbolla es su brazo en Líbano, pero además han adquirido creciente influencia sobre los chíies de Irak, sobre el gobierno sirio, al que han sostenido, y sobre sus hermanos de fe en Yemen, los hutíes, donde ambas potencias musulmanas sostienen una auténtica guerra interpuesta en sus agentes locales en el conflicto civil yemení. Irán ha sabido buscar aliados entre los rivales de Estados y Reino Unidos, y está firmemente sostenida por Rusia y, en menor medida, China. Con ambos colosos locales mirándose a una y otra orilla del Golfo Pérsico, la vía más importante de transporte de crudo del mundo, el polvorín de una guerra entre ambos, y por sus alianzas internacionales, una guerra mundial, está presente en todo momento.
  6. f) Los conflictos del Cáucaso. Como un Balcanes asiático, el Cáucaso está plagado de pueblos milenarios con conflictos entre ellos. En el área tienen intereses tres potencias regionales: Irán es tradicional participante de ese tablero, pero sobre todo actúan la República de Turquía y Rusia. Los turcos arrastran la herencia del imperio otomano, por la cual tienen pocos amigos y muchos rivales históricos en la zona. Amén de su contencioso étnico, religioso, cultural e histórico, casi telúrico, con los griegos (curiosamente, hoy en día el de menor intensidad), Turquía mantiene una rivalidad con el régimen sirio por motivos religiosos (el gobierno sirio está dominado por los alauitas chíies) y políticos, pero sobre todo con Rusia (su gran rival histórico) por las áreas de influencia en el Cáucaso.

Sin contar el factor kurdo, que habita en sus faldas meridionales, tres pueblos comparten la imponente y bíblica cordillera. Los armenios (mezcla de caucásicos e indoeuropeos) llegaron a formar reinos hegemónicos en el área en la antigüedad. Tras su postración ante los otomanos y el genocidio armenio hace un siglo, han quedado confinados en un pequeño estado en el centro del Cáucaso, pero mantienen importantes comunidades en todo Oriente Próximo (sobre todo en Líbano y Palestina), y más importantes aún en la diáspora en occidente, que constantemente apoya y financia las reclamaciones nacionalistas de la madre patria. Estas se centran en la recuperación de territorios étnicamente armenios, entregados a Azerbaijan tras la disolución del imperio otomano, particularmente la región del Alto karabaj, escenario de una guerra entre ambos países a finales del siglo XX, y hoy en día virtualmente independiente (aunque no reconocida internacionalmente) y en la práctica asociada a Armenia. Los azeríes, aunque étnicamente son bastante similares a los propios armenios, contienen una pequeña aportación de sangre turca, que se torna desproporcionadamente importante por cuanto la nobleza de Azerbaiyán ha sido tradicionalmente turca, y su cultura fuertemente impregnada por ella. Los azeríes se consideran a sí mismos parte de la gran familia túrquica. Pese a ser cristianos los armenios, y musulmanes los azeríes, la religión tiene poco que ver con este conflicto, que es sobre todo nacionalista. Azerbaiyán es una de las pocas aliadas de Turquía, que le presta un fuerte apoyo en este conflicto. Armenia buscó el auxilio de Rusia, el gran rival de los turcos, de modo que cada uno de estos dos pequeños países son los peones en el tablero de cada una de las dos potencias regionales. El tercer agente es Georgia, cuyo pueblo, de origen caucásico, es uno de los más antiguos del área. Salvo un siglo de esplendor en la Edad Media, sus principados, unidos o por separado, han sido siempre vasallos o, últimamente, formado parte de los imperios otomano, persa, o ruso, el que definitivamente se hizo con Georgia. Tras su independencia en 1991, Moscú siempre ha considerado a este flanco de su frontera sur, una república irredenta. Motivos políticos nacionalistas de rechazo a Rusia, condujeron a los gobiernos de Tiflis a una alianza con Occidente (marcadamente con Estados Unidos), introduciendo un nuevo agente en el área (EEUU ha prestado cierto apoyo a los kurdos de Irak, y es aliado nominal de Turquía, pero ambos son amigos circunstanciales). Sintiéndose amenazado en sus fronteras más próximas, el oso ruso ha empleado con Georgia una política similar a la de Ucrania, atizando las divisiones internas en su provecho. En los últimos 20 años, el Kremlin ha provocado la escisión dentro de Georgia de las repúblicas independientes autoproclamadas de Abjazia (población caucásica y cristiana ortodoxa, es decir, similar a los propios georgianos, pero con fuerte sentido de nacionalidad por un idioma y etnia propios, así como una inclinación pro-rusa de la que carecen los georgianos) y Osetia del sur (los osetios o alanos son indoeuropeos cristianos, y viven a ambos lados de la franja más central del Cáucaso septentrional) después de dos breves y violentas guerras. Estos dos son los focos principales de tensión en la zona, y han generado, a grandes rasgos, dos ejes: uno formado por Turquía y Azerbaijan, con la cooperación de Georgia, de tinte pro-occidental, y otro por Rusia y Armenia, con colaboración de Irán, más particularista.

  1. g) La guerra civil siria. Iniciada en 2014 al calor de las mal llamadas “primaveras árabes”, fue otro más de los movimientos atizados desde ciertos poderes en Occidente, dirigidos por el yanqui clan Clinton y su marioneta Barak Obama, para acabar con regímenes laicos y nacionalistas en diversos países árabes, con la intención de implantar repúblicas democráticas al estilo liberal y sostenidas desde Occidente. En Siria, este movimiento fue apoyado por las monarquías del Golfo (particularmente Arabia Saudí) con objeto de eliminar un régimen laico dirigido por chíies aliados de su enemigo Irán, para sustituirlo por un gobierno de sunníes salafistas amigos de la familia Saud. El gobierno personalista y autoritario de los Assad se vio apoyado por Rusia, y gracias a ello no fue derribado, cayendo el país en una terrible y destructiva guerra, donde todos los combatientes recibieron ayuda extranjera. Particularmente, Arabia Saudí apoyó a la oposición islamista “moderada” (si es que tal apelativo puede dársele al grupo salafista radical Al Nusra), mientras Qatar comenzó ayudando disimuladamente al DAESH, el grupo asesino salafista que dominó amplias zonas del país bajo la marca del pseudocalifato ISIS, implantando la sharía. Los islamistas también han recibido ayuda indirecta del gobierno de Turquía; por último, los grupos kurdos de Siria, recibiendo auxilio de sus compatriotas de Turquía e Irak, lograron afirmar su control del noreste del país. Tras cinco años y un país arrasado, parece que la ayuda extranjera ha ayudado al gobierno sirio a controlar la situación. El DAESH ha sido exterminado, y únicamente sigue ocupado el norte del país: En occidente los grupos islamistas apoyados por Turquía, y en oriente por los kurods, sus enemigos. Así, ahora mismo la guerra siria se ha convertido sobre todo en un asunto del gobierno turco y sus vasallos y enemigos particulares. En este conflicto se ha revelado muy claramente el alineamiento de las potencias occidentales con la fracasada “oposición democrática”, y los grandes medios de comunicación de masas, manipuladores conocidos, no han cesado de presentar las cifras de víctimas civiles de los ataques del ejército sirio (y en ocasiones acusándoles falsamente), mientras jamás se citaban las víctimas civiles de los ataques de los rebeldes. Incluso, obscenamente, se omitían los de los asesinos terroristas salafistas de Al Qaeda o el ISIS.

 

Conclusiones

Junto a la región de África subsahariana y la península de Corea, Oriente Próximo es una de las grandes áreas “calientes” en el mundo, pero a diferencia de aquellas, su complejidad étnica, religiosa, cultural e histórica es mucho mayor, lo cual hace complicado entender las verdaderas motivaciones y circunstancias de los muchos conflictos que la azotan. Añádase que comúnmente nos informamos a través de grandes empresas de comunicación con intereses muy específicos en la zona, que nos suministran los datos interesadamente de forma parcial, cuando no directamente falseados.

En esta área toda simplificación conduce al error, pero, siendo conscientes de los matices y excepciones que hemos tratado en este artículo a grandes rasgos, se puede decir que existen dos grandes ejes de poder en Oriente Próximo, que de un modo u otro se hallan tras cualquier asunto político de importancia que acontece. Uno es el que podríamos llamar “eje sunní” de un modo muy grosero. Está encabezado por las monarquías del Golfo y su poder basado en los petrodólares. Sus aliados son los partidos y gobiernos sunníes en Oman, Yemen, Jordania, Líbano, Palestina o Irak. Apoyaron las primaveras árabes y sobre todo la rebelión en Siria (la llamada oposición siria, de islamismo poco más moderado que el Estado Islámico o Al Nusra, está directamente pagada por dichas monarquías), y son partidarios de una arabización e islamización progresiva, con la vista futura en una especie de reedición del califato, pero encabezado por el monarca saudí. De su tronco salafista surgió el terrorismo islámico de Al Qaeda y derivados, del cual ahora abominan en público los monarcas del golfo. En privado, no tanto en algunos casos. Dentro de este eje podemos incluir a Israel (aunque resulte sorprendente para quien no conozca los entresijos de la política regional), y a la alianza anglosajona, que es su principal aliado extranjero, aunque la Unión Europea también comparte pingües negocios y un respaldo algo más vergonzante. Junto a este “eje sunní” podríamos alinear el “pequeño eje” turcómano, que como decíamos antes incluiría a Turquía, Azerbaiján y Georgia. Egipto ocupa un lugar intermedio, con lazos religiosos con el eje sunní, pero con una élite militar en el poder dispuesta a cortar como sea el avance del salafismo saudí. Se apoya en su propia fuerza demográfica e histórica y sus relaciones excelentes con Europa y Estados Unidos.

El otro actor principal sería el que podríamos llamar “eje chíi”, encabezado claramente por Irán, la gran potencia chíi mundial, que estaría enfrentada al eje anterior, con sus terminales de apoyo correligionarias entre los hutíes de Yemen, Hezbollah en el Líbano, el gobierno chíi de Irak o el de los Assad en Siria. Irán cuenta con el apoyo del eje Rusia-Armenia (país con el que comparte frontera). China normalmente mantiene un “bajo perfil” en asuntos internacionales que no afecten a sus intereses inmediatos, pero en Oriente Próximo tiende a alinearse con Irán y Rusia las más de las veces.

Diferencias religiosas, como las que hay entre chíies y sunníes, o la de los musulmanes contra cristianos otras minorías, conflictos nacionalistas y hasta étnicos, intereses de potencias regionales o incluso mundiales en ampliar sus territorios o sus zonas de influencia, y por supuesto, la injerencia de lobbies de intereses tanto políticos (sionismo, islamismo salafista) como económicos (principalmente por las materias primas de hidrocarburos) son algunos de los elementos más importantes en la generación de muchos y variados conflictos en un área problemática como es Oriente Próximo. Problemática y compleja, sobre todo para comprender las causas y orígenes de dichos conflictos. Confiamos en que este artículo haya podido ayudar al lector tradicionalista a entender mejor algunos por qués de lo que en aquella tierra, hogar natal del Pueblo Elegido de Dios (primero Israel y posteriormente la Iglesia) acontece hoy en día.

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