En el día de la mujer trabajadora
La propaganda feminista desarrollada con motivo de su día, ha venido insistiendo que todavía, en los puestos de relumbrón de la sociedad, la presencia de la mujer es muy inferior a la del varón. Y exhibe esa realidad como una razón para seguir luchando por la igualdad.
Esta reclamación del feminismo es una consecuencia de la mentalidad liberal. El liberal discurre sin atenerse a la realidad. Cree posible todo lo que sale de su imaginación. Y como ha hecho de la igualdad un ídolo, quiere llevarla a todos los campos de la vida, sin tener en cuenta si es posible o no. Y, cuando tropieza con la realidad adversa, insiste. Y ya tenemos el conflicto insoluble. La lucha permanente.
Es indudable que la función más importante de la mujer es la maternidad. No es que sea la única. Pero sí la principal. Todos somos hijos de mujer.
La maternidad no es obstáculo para que muchas mujeres, después de ser madres, brillen en el arte, la ciencia y otros campos. Pero, dado que la maternidad les absorbe un tiempo importante, es lógico que tengan menos tiempo para trabajar y destacar tales actividades.
El resultado ha sido que una visión de conjunto nos presenta a las mujeres dedicadas a menesteres humildes, mientras los hombres ocupan los puestos de importancia, de relumbrón. Y esto es lo que suscita las protestas del feminismo en acción.
En el fondo de las protestas feministas hay una supervaloración del relumbrón y un ansia de participar en el mismo.
El relumbrón es una más de las vanidades mundanas. Para un cristiano son tan dignas las ocupaciones humildes como las brillantes. No se trata de lo que se hace, sino de cómo se hace. Esas funciones humildes suelen ser indispensables para la sociedad. Y para un cristiano, lo importante es la perfección con que se realizan y el interés que el autor pone en ello. En la Orden de Predicadores (dominicos) figuran como santos Santo Tomás, la mayor lumbrera de la Iglesia, en teología y Filosofía, y el humilde lego “Fray Escoba”.
Los que contemplamos a la mujer con ojos cristianos sabemos valorar convenientemente su papel en el plan de Dios. La apreciamos y respetamos. Ya goza de nuestra estima. Por eso estimamos fuera de lugar las reclamaciones feministas de la fecha. Las vemos como la lucha por conseguir algo que no es más que vanidad, por lo que no merece la pena esforzarse.
Es cierto que las mujeres sufren hoy multitud de injusticias y muchísimas son tratadas como esclavas. Pero ese mal no se arregla con arengas y manifestaciones, sino mediante el cumplimiento de la Ley de Dios, por parte de cada uno.
Porque este es uno más de los millones de casos en que la Revolución eleva altares a los principios y pone cadalsos a las consecuencias. Nunca la mujer ha sido utilizada y mercantilizada, como hoy. Nunca se ha formulado tantas declaraciones sobre sus derechos. Y el resultado nos lo dan las noticias de abusos y violaciones.
En el campo tradicionalista la mujer ha jugado un papel muy importante. En la guerra de 1872-1876, las mujeres tuvieron una función más notable en el campo carlista que en el liberal. La dedicación de la Reina Margarita a los hospitales de sangre es bien conocida. La sanidad funcionó mejor en el campo carlista que en el liberal. Y eso gracias a la labor de nuestras mujeres.
La madre del coronel don Carlos Calderón, doña Teresa Vasco, dirigió el hospital de sangre, instalado en la Iglesia de Santurce, durante los combates de Somorrostro. El hospital fue bombardeado por la escuadra liberal. Doña Teresa conocía personalmente a varios jefes del ejército liberal. Se presentó en las líneas de Somorrostro y, acompañada de un voluntario que llevaba una bandera blanca, llegó a las líneas liberales, exigiendo la presencia de un jefe. Llegado éste, le recriminó: “contra las leyes de guerra, estáis bombardeando un hospital donde atendemos heridos vuestros”.
En la Cruzada de 1936, fue capital la labor de las margaritas en el hospital Alfonso Carlos, de Pamplona. En toda España fue notable su actuación a través de la organización de Frentes y Hospitales.
Es que los carlistas valoramos a las mujeres. Recurrimos a sus servicios y les encomendamos importantes misiones. Aunque no seamos feministas.
Carlos Ibáñez.