El matrimonio católico como factor de libertad en África
En Centro África la institución familiar padece de una estructura ancestral llamada “matrimonio tradicional”. Cuando uno llega a Camerún o Nigeria, por poner un ejemplo, escucha hablar de esto y piensa en algo folklórico, en una simpática y familiar ceremonia. La realidad es muy distinta: se trata de una institución que da paso a la poligamia y que discrimina a la mujer. Cuando oímos hablar del código de familia musulmán encontramos que un hombre puede contraer matrimonio hasta con cuatro mujeres. En el matrimonio tradicional no existe límite conocido. Se puede tener tantas esposas como uno quiera. Es un acuerdo entre familias en el que se fija la “dote”. Si el matrimonio se rompe, la novia se verá obligada a devolver la cantidad que aportó su marido. Pero el marido conserva el derecho a deshacer la unión cuando él considere oportuno. En ese caso se quedará con los bienes del matrimonio y con los hijos si lo considera oportuno. Cualquier esposa puede encontrarse con la sorpresa de que su marido ha decidido contraer un nuevo matrimonio. No es necesario consentimiento alguno. Tras la folklórico ceremonia del matrimonio tradicional se firman documentos que quedan en poder de los contrayentes (sus familias). En el hipotético caso de que se rompa el matrimonio, se podría reclamar ante el juzgado pero con una jurisprudencia siempre favorable a los derechos consuetudinarios masculinos. En las sociedades musulmanas, al menos, todas las esposas deben firmar antes de una nueva unión conyugal. Esta situación crea una gran inestabilidad social. La ceremonia tradicional conlleva multitud de discursos, cantos y réplicas. Se fija la dote y cada una de las partes aporta una gran diversidad de alimentos. Se amontonan bananas, animales procedentes de la caza, multitud de alimentos procedentes del supermercado. Cuando el hombre muere, si la viuda es joven, el hermano tendrá la obligación de contraer matrimonio con la misma. Los hijos posibles deberán llevar los apellidos que corresponderían al hipotético hijo del fallecido. En esa sociedad poligámica los hijos crecen sin el contacto continuo de sus padres. Más bien son cuidados por la madre y por la llamada “familia extensa” constituida por tíos y abuelos. Todo está hecho para que esa familia “extensa” (padres, abuelos, tíos, primos, sobrinos, etc.) tenga mayor importancia que la familia nuclear (padres y hermanos). El adulterio es muy mal tolerado. Un hombre que se sabe “engañado” por su pareja exigirá una gran compensación económica para el amante y puede tener reacciones extremadamente violentas. Las mujeres que quedan desamparadas y tienen ya una cierta edad (a los cuarenta años se es anciano) quedarán bajo el cuidado de la familia extensa. En su aspecto más rural una mujer podía ser entregada, durante una o varias noches, a un huésped de la familia para su entretenimiento nocturno. Por supuesto, siempre con el consentimiento de su marido. En el aspecto más moderno, alguna de las mujeres podían trabajar en un prostíbulo con la finalidad de apoyar la economía familiar. La mayoría de las mujeres jóvenes alaban el matrimonio tradicional con la sensación de que así robustecen su espíritu africano.
Al mismo tiempo que el matrimonio tradicional existe el matrimonio por el juzgado y el católico (la mayoría de la población) o el de los diversos grupos religiosos con el nuevo auge de grupos Pentecostales. Un porcentaje de la población es islámica y se guía, con mayor firmeza, por el código musulmán. En cambio los católicos suelen acudir al modelo tradicional sin perder sus hábitos religiosos. Es interesante que muchos sacerdotes católicos están, por una parte, obligados a permanecer solteros de por vida, pero recurren al matrimonio tradicional. De esa forma pueden, incluso, llegar a ser poligámicos. Recientemente el Papa Francisco pedía que los sacerdotes que no practiquen el celibato dejen el sacerdocio y se dediquen a cuidar a sus familias. Por aquí se comentaba que de seguir estas directrices Centroáfrica se iba a quedar sin sacerdotes.
En este contexto los extranjeros occidentales que llegan a estos lugares, encuentran a una multitud de mujeres desarraigadas y de adolescentes buscando un futuro más solvente y estable. Se encuentran, así, con un ambiente idóneo para todo tipo de desarrollos sexuales. Incluso existe un cierto “turismo sexual” más frecuente en países como Senegal. Aparecen multitud de “amores imposibles”, por la diferencia de edad, sostenidos por aportaciones económicas. Todo esto da lugar a un nueva confrontación cultural. Mientras la sociedad occidental camina hacia el matrimonio poligámico, la sociedad subsahariana es víctima del mismo. La situación es, todavía, más compleja cuando se quiere normalizar el matrimonio homosexual o se intenta introducir la llamada “ideología de género”. Entonces, los occidentales que permanecen mucho tiempo en estos lugares, son percibidos como buscadores de turismo sexual en algunas de sus múltiples variaciones. De alguna manera estarán bajo sospecha. No hemos nombrado a la comunidad china, cada vez más influyente en estos lugares. Es hermética. Suele permanecer “opaca”para los demás grupos. En resumen, la sociedad africana se convierte en un hervidero de intrigas familiares y es socialmente compleja, vulnerable, inestable. Las personas sufren un gran desgaste emocional que los imposibilita para labores diferentes a lo cotidiano. El desarraigo va en aumento porque viejas costumbres, necesarias para mantener la estabilidad de un grupo étnico en un medio hostil, son ahora un lastre en lucha continua con otras tendencias. Los niños nacen desarraigados. Las mujeres evolucionan con inseguridad emocional y los hombres gastan lo mejor de sí mismos en vaivenes de todo tipo. El matrimonio cristiano monógamo es verdaderamente revolucionario porque supone acabar con toda esta situación. Ser cristiano en África es algo verdaderamente revolucionario. Es luchar por la dignidad de los niños, por la libertad de la mujer y por un futuro más limpio, entregado a los aspectos más altruistas y cognitivos de la vida. Al entrar en una iglesia se siente un cierto aire de liberación y de libertad.
RESUMEN
Se compara el matrimonio tradicional africano con el musulmán, el matrimonio civil y el cristianó (especialmente el católico) haciendo hincapié en las devastadoras consecuencias sociales del matrimonio tradicional africano y cómo la unión monogámica cristiana es un factor de libertad.