El heroísmo del cristiano
(Por Francisco Segarra) –
Siempre han circulado corrientes de pensamiento voluntarista, dentro y fuera de la Iglesia, que desprecian al cristiano por ser débil, conformista y comodón. Nietzsche lo llevó al paroxismo con su idea enajenada de “la voluntad de poder”, que incluía una “moral de esclavos” y “la muerte de Dios”. Todo ello es parte sustancial del orgullo del ser humano, siempre diabólico: querer ser como Dios a pulso, con tus propias fuerzas, sin ayudas, faltaría más, y menos todavía las ayudas de un ser imaginario de cuento de hadas.
Esto incluye, actualmente, a la mayoría de la juventud y a los padres de esa generación de “baby boomers” que se pervirtió ahogada por el bienestar. “Líbranos, Señor, del bienestar” clamaba Guareschi. Porque es, precisamente, el bienestar lo que hace comodón y conformista al hombre, y no el cristianismo. Tener ideas progresistas es un lujo, como la comida ecológica, al alcance de muy pocos y bien comidos ciudadanos.
Seguir a Cristo es imposible. Ser cristiano de verdad es imposible. Para empezar, porque tropezarás de frente con un enemigo implacable que te hará creer que no existe y que te lo pondrá todo muy fácil: “Todo esto (todos los reinos del mundo) te daré si me adoras”, le dijo el diablo a Cristo. Jesús, perfecto hombre, resistió. Pero los cristianos de a pie no podemos resistir solos la más mínima tentación. Si eres cristiano y no te encuentras a cada paso con el demonio y su “bienestar” y “tus derechos” y tu “ego” y tu “autorrealización” por encima del amor a tu prójimo, al cuñado pesado, al padre demente o al amigo drogadicto, no eres en absoluto cristiano. Si no vendes todo lo que tienes y sigues a Cristo, no eres cristiano. Si no pones la defensa de la vida desde el nacimiento hasta la muerte natural (la vida es EL don de Dios) por encima de tu salario, no eres cristiano. Si no hablas la verdad y la justicia a pesar de todo y con riesgo de perder la vida por ello, no eres cristiano. Si no estás dispuesto a morir por amor a Dios, no eres cristiano. Si no estás dispuesto a amar -no a perdonar o sobrellevar, a AMAR- a tus enemigos como a tu novia o tu madre, no eres cristiano. Si no renuncias a lo superfluo y aún a lo necesario, no eres cristiano. Si no soportas insultos y salivazos con paz, bendiciendo al que se ríe de tí con su aire prepotente y conmiserativo, no eres cristiano. Si no das todo lo que tienes a los pobres, como la viuda del Templo, no eres cristiano. Si prefieres vivir 120 años de bienestar e ir al infierno, antes que 33 y volar al Cielo, no eres cristiano. Si huyes de la cruz, del sacrificio y de la muerte como un cobarde, no eres cristiano.
Todo ello, como se puede ver, les parece muy fácil y muy cómodo a los jóvenes lavados de cerebro por la propaganda tecnocapitalista y los lobbies de género, animalistas y otras sectas satánicas de esa índole. El que no está con Cristo, está con el diablo quien, tomando forma de ser de luz, se disfraza de masonerías, energías positivas, pachamamas, culto a los arbolitos, brujerías, astrologías, yoga, reiki y demás sucedáneos dopamínicos que idiotizan el cerebro frito de nuestros jóvenes progresistas.
Solo una guerra acabará con esta podredumbre. Una guerra espiritual, sin duda. Y, probablemente, una guerra justa y santa que redima, purifique, repare todo el daño que el ser humano inflige a ese Dios muerto por nosotros en un patíbulo abominable. El demonio teme a la guerra, cuna de héroes y de mártires. El progre también la teme.
Solo no la temen los apocados, tímidos y comodones cristianos de a pie, hartos ya de insultos y burlas y blasfemias a lo más santo y sagrado de sus vidas. Nos veremos de nuevo en el frente, con vosotros, los sin Dios, fusil al hombro, bajo las estrellas. Y no será de las menores la razón de salvaros de vosotros mismos y a las almas de vuestro veneno.