El Carlismo de los buenos españoles
(por Javier Urcelay)
Entre el 1 y el 4 de mayo de 1986, en la Casa de espiritualidad de San José, en San Lorenzo del Escorial, se celebró el llamado Congreso de la Unidad, por el que quedó constituida la Comunión Tradicionalista Carlista mediante la integración de las tres ramas carlistas existentes en ese momento: la Unión Carlista, procedente de la Regencia Nacional Carlista de Estella; la Comunión Católico-Monárquica, de raíces carloctavistas; y la Comunión Tradicionalista, que continuaba la línea de Don Javier, abandonada por su hijo Don Carlos Hugo y mantenida, por contra, por su hermano D. Sixto. Quedó sólo fuera el Partido Carlista, organización sedicente que de carlista no conservaba más que el nombre, por haber emprendido derroteros ideológicos antitéticos de la doctrina tradicionalista.
La integración de todos los carlistas en una sola organización permitía albergar esperanzas de un reflorecimiento de la presencia del tradicionalismo en la esfera política española, superando esas fragmentaciones y divisiones internas que tanto daño han hecho históricamente a la Causa. En el ánimo de todos estaba aquella otra reunificación de carlistas, integristas y mellistas, lograda bajo la jefatura-delegada del marqués de Villores a finales de 1931 que hizo posible la comparecencia de un Carlismo poderoso para combatir el régimen sectario de la II República.
La nueva Comunión Tradicionalista Carlista, exponente de la unidad recobrada en 1986 tras cuatro décadas en las que se habían generado nuevas divisiones, tenía como órgano de prensa el boletín denominado “Acción Carlista”, editado entonces en Pamplona. En su número correspondiente al 3er Trimestre de ese año, aún bajo la efervescencia inicial de la unidad, publicaba un artículo sin firma bajo el título “Tentaciones y tareas, abrir mentes y corazones”, alguna de cuyas ideas creo que merece la pena recuperar en estas circunstancias en las que el Carlismo está en horas bajas y han vuelto a resurgir los viejos demonios familiares (quizás esto último sea causa de lo primero).
Extraigo, parafraseo y actualizo a continuación alguna de las ideas de aquel artículo:
La política es el arte de hacer posible lo necesario y es misión sustancialmente política la del Carlismo. Y la política, en cuanto fenómeno de relación, ha de conjugar fenómenos y variables no siempre evidentes ni aún a sus mismos protagonistas, cuanto menos al observador con menos perspectiva. Por ello, el político requiere de la prudencia, de la perspectiva, del discernimiento… Los maximalismos se dan más en los alegatos demagógicos que en la gestión racional de los intereses de una colectividad.
Uno de los esfuerzos necesarios en la actualidad para lograr la supervivencia, y a partir de ahí el resurgimiento del Carlismo, es el de ensancharlo sin desnaturalizarlo. Ello implica generosidad y altura de miras.
La ausencia de un referente dinástico reconocido por todos como consecuencia de la extinción de la dinastía legitimista a la muerte de D. Alfonso Carlos I – último rey de todos los carlistas-, ha convertido nuestro legitimismo monárquico en una coincidencia negativa: tenemos muy claro lo que no aceptamos. Ese “no” al régimen actual y las postrimerías del mismo que estamos viviendo, es mucho más ancho que el “sí” que pudiera vincular a los carlistas, como hace décadas, a un príncipe concreto y actuante. Lo negativo que pudiera tener la situación, brinda, sin embargo, la oportunidad de repensar el sentido y contenido de la Tradición que se concreta en el ideario y programas de él dimanantes. No aprovechar para atraer al conjunto de defensores de dichos valores existentes en la sociedad española actual sería una ocasión perdida y una gran necedad.
La supremacía de los personalismos o la afección a unos u otros círculos o escuelas es otra cuestión a superar. A estas alturas, despreciar a cientos o miles de españoles que participan en las manifestaciones contra la amnistía o acuden a protestar contra la traición a España del sanchismo en la calle Ferraz, solo porque lo han hecho convocados por Vox o por plataformas varias sin todo el pedigrí ideológico que desearíamos, es probablemente un error de valoración. Dichas manifestaciones son, en buena medida, una válvula de escape de gente muy heterogénea, no afiliada a ningún partido, que no tiene posibilidad de expresar su disconformidad con la situación por otro medio, muchas de las cuales, como hemos visto en la calle Ferraz, se encuentran a gusto incluso portando banderas con la cruz de Borgoña, aunque no hayan oído hablar del Carlismo en su vida, o se identifican con quienes ven llevando banderas de España con el Sagrado Corazón. ¿Es inteligente ignorar a todos esos “buenos españoles” sólo porque no son legitimistas, su catolicismo sea de parroquia, o no hayan oído hablar del principio de subsidiariedad? ¿Podemos condenar a los buenos españoles, que aman a su religión, a su patria, a la tradición, a la familia… que se revuelven contra sus enemigos y tienen un instinto contrarrevolucionario de autodefensa, por su ignorancia de una doctrina que nadie les ha enseñado, porque no son capaces de rechazar el menú ideológico liberal que le proporcionan cada días los medios de comunicación considerados “de derechas”?¿Podemos despreciar a verdaderos tradicionalistas, que lo son en muchos casos, aunque no hayan entrado nunca en disquisiciones dinásticas o llevado boina roja?
Cuando reclamamos como nuestras las glorias históricas del Carlismo, los cientos de miles de voluntarios de los ejércitos de Don Carlos, en la primera o en la última de las Guerras Carlistas, las decenas de miles de voluntarios del Requeté que ofrendaron su vida y de los que nos sentimos orgullosos herederos… ¿hubieran pasado todos ellos un escrupuloso test de exquisita ortodoxia doctrinal y coherencia personal? ¿No hubo, acaso, miles de requetés que habían sido en algún momento anterior votantes de Renovación Española o incluso del PNV?
A los cincuenta años del Alzamiento Nacional de julio de 1936, la Hoja Informativa del poco sospechoso de liberal Círculo Tradicionalista “Roca y Ponsa” de Las Palmas, recordaba el acercamiento doctrinal al Carlismo de grupos y personalidades leales a la dinastía destronada en 1931 y restaurada en 1975, incluyendo en el patrimonio de la tradición a figuras del del tipo de Calvo Sotelo, Eugenio Vegas y los hermanos Miralles, como ejemplo. Y es que la Tradición española no es monopolio del Carlismo, ni el verdadero Carlismo lo ha pretendido nunca, como tampoco pretendió nunca monopolizar la bandera con la cruz de Borgoña.
El Carlismo dejaría de servir a la tradición española si la redujera a sus límites, como escuela de pensamiento o grupo político. Y esa tradición se secaría -o caería en un circulo estéril de repeticiones de si misma- si no se acertara a enriquecerla con nuevas aportaciones y a depurarla de contingencias obsoletas. Asumimos críticamente la Tradición como “progreso hereditario”, al decir de Vázquez de Mella. Y como en la historia del pensamiento político no cabe el régimen de patentes ni tiene sentido la propiedad intelectual, todo afluente de aguas limpias es apto para enriquecer el lago de la Tradición y nadie más que el Carlismo desea que sean multitud los que calmen su sed y rieguen sus campos de esas aguas incontaminadas, aunque no cuenten explícitamente con él. “Todos los buenos españoles tienen cabida bajo mis banderas”, dejó dicho Carlos VII, acaso el más genuino de los reyes carlistas.
En este momento histórico en el que el Carlismo trata de levantar cabeza, o desaparecer quizás para siempre, hay que revisar muchas cosas de nuestro inventario y renovar existencias analizando y destilando nuevas exigencias del sentir popular y nuevas implicaciones de la conciencia cristiana iluminada por la fe. Conviene ensanchar el espectro de fuentes de la Tradición, incluidas las que vienen de fuera de nuestras fronteras -también las geográficas-, ensanchar nuestras categorías y parámetros mentales para hacer cada vez más vivo y habitable el Carlismo a todos los que, consciente o inconscientemente, profesan valores tradicionales, integrando cordialmente en un amplio espacio de matices plurales, de raíz común, a todos los buenos católicos y buenos españoles que hoy se encuentran desamparados. Ninguna verdad nos puede ser ajena, venga de donde venga.
Todo lo anterior se decía, con otras palabras, en el artículo que rememoro escrito en 1986, al calor de la unidad recobrada. Hoy creo que son ideas que siguen vigentes.
En los tres años de existencia del Museo Carlista de Madrid he recibido y conocido a cientos de esos buenos españoles, muchos de los cuales no sabían nada del Carlismo, la mayoría de los cuales -no es de extrañar por la implantación que el Carlismo antaño tuvo en la sociedad española- acababan encontrando, sin embargo, un nexo: “mi abuelo fue requeté” o “en mis antepasados hubo carlistas”.
Españoles sin filiación política concreta que durante la visita vibraron contemplando la historia de tantos héroes, de tantos mártires, de esa admirable continuidad de casi dos siglos en defensa de los ideales de la tradición católica y española, que reconocían inmediatamente también como suya. Uno de ellos llegó a escribir elocuentemente en el libro de visitas: “Hasta ahora no sabía que yo era carlista. Hoy lo he sabido”.
Esos son los buenos españoles a los que el Carlismo, sin perder su esencia, debe atraer y abrir sus puertas, si en vez de quedar reducido a una ensoberbecida capilla de privilegiados detentadores de la verdad o a una cofradía de buenas intenciones, quiere volver a ser ese gran movimiento popular de restauración de la España Católica y Tradicional.
5 comentarios en “El Carlismo de los buenos españoles”
Zuma
Extraordinario y muy actual.
Juana de Beira
Con todos los respetos al autor y a su artículo. El ensanchamiento que propone y viene escribiendo el autor, de forma repetitiva en sus diferentes artículos, no tiene nada de Carlismo, quizás pueda tenerlo de Tradicionalismo. Todo lo que se manifiesta en Ferraz no es aprovechable e incluso diría que es contraproducente protestar junto a la derechona liberal. No puedo entender como el autor, si quiere ensanchar y ser más amplio, no se va al partido de la gaviota o al de color pistacho; seguro que allí ensancharia mucho.
Por cierto la Dinastía Legítima, según la Ley Sucesoria Semisalica de Las Españas, no se extinguió a la muerte de SMC Alfonso Carlos I; existe sucesión directa de SMC Carlos VII (El Grande) y ya llegará algún día un Sucesor que reclame sus Derechos.
Por un 2024 Carlista sin concesiones!
I. Caballero
Muy estimada Juana:
Suscribo totalmente su comentario y, por supuesto, la parte correspondiente a la “legitimidad dinástica”.
Respecto a lo escrito por Javier Urcelay, mi consejo humilde es, comprobado el éxito de El Debate, sedicente diario digital católico … y español, el Carlismo puro y ortodoxo, puede repetir ese éxito periodistico.
Se trata de poner en marcha un diario que “toque todos los palos” …. como el Carlismo cuenta con muy buenos y dignos escritores, periodistas y colaboradores, se trata de coordinar el Proyecto.
Por mi parte como Carlista me ofrezco para escribir lo que desde hace varios decenios publico sobre finanzas, divisas, bolsa, materias primas y previsiones …. miles de trabajos sobre el tema “financiero”.
Si El Debate tiene éxito, nosotros los Carlistas podemos superar a esa gentuza.
Y todo lo que haga falta
FELIZ CRISTIANO 2024
DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO
Segundo
Me encanta el artículo. Muchas gracias por él. Bro en él un esfuerzo por aunar personas para hacer frente al totalitarismo liberal que nos oprime. Pero me causa risa ver los comentarios como están llenos de “patas negras” que no dejan que se acerque ni un sólo nuevo español de bien a compartir esta herencia del tradicionalismo sin haber Sido expuesto a un examen exahustivo.
I. Caballero
Creo, estimado Segundo, que, en mi caso, me consideres “pata negra”.
Pienso que la ortodoxia es fundamental en un Ideario que se basa en tres “patas” – blancas o negras – y la dificultad de convencer que el Carlismo Religioso es Tradicionalismo puro y nada que ver con el HOY mayoritario “catolicismo liberal”, sin ir muy lejos, el del OPUS DEI o el actual de El Debate … plagados de errores que confunden a muchas personas.
No se trata de atraer a mucha gente sino de CONVENCERLES que SOLO el Carlismo es la solucion.
Mi humilde idea, por ese camino de ampliar la base social a través de un gran diario Carlista, entiendo que es muy factible.
Y pido mil disculpas porque el expresar nuestras opiniones NO debe ser motivo de desacuerdo.
Y, por supuesto, NO me molesto si me calificas como “pata negra”
DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO