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22 de agosto de 2024 6

El Carlismo como forma de ser

(por Javier Urcelay)

El equipo acababa de bajar a Segunda División la temporada anterior. Una situación delicada para un club de la solera e importancia del Atlético de Madrid. Se jugaba entonces uno de los primeros partidos en la nueva categoría, contra el Polideportivo El Ejido. Era lo que había. Las gradas del estadio Manzanares estaban llenas, como si nada hubiera pasado. El primer tiempo transcurría soporífero, con juego espeso y deslucido por parte de los locales. Y de repente, ¡gol!, el equipo almeriense acababa de marcar. Aquello era el colmo de lo que podía tolerarse. Esperaba que el público, irritado, abroncara a los jugadores, con una gran pitada, con gritos de protesta. Por el contrario, como un solo hombre, la grada se puso en pie, y el estadio estalló en un sonoro ¡Atleti! ¡Atleti!, jaleado por miles de gargantas. En ese momento entendí que ser del Atlético no tenía nada que ver con la racionalidad. Ser del atlético, hoy todo el mundo lo sabe, es una manera de ser, una forma de estar en el mundo: leal a los suyos, especialmente en los momentos de dificultad; crecido ante las adversidades; paciente en las desgracias, solidario con los perdedores; descarado con los poderosos…

Veía estos días en un canal de Youtube una entrevista a Telmo Aldaz de la Quadra Salcedo, “El Colón del Siglo XXI”, así creo que la habían titulado. Telmo es navarro, aventurero, “antiguo”, -como él diría, a pesar de su aspecto hippy- y, sobre todo, carlistón. Casi un icono del Carlismo, podríamos decir, por su estirpe familiar y trayectoria personal, y por esa figura recia y viril que le caracteriza y con la que ha protagonizado algunos audiovisuales muy celebrados.

Mediada la entrevista le preguntaban por su condición de carlista, por el significado que para él tenía ser carlista, y Telmo, con esa forma de comunicación espontánea tan suya contestaba: “para mí, el Carlismo es una filosofía de vida, una forma de ser”.

Me recordó la anécdota deportiva con la que he empezado este artículo. Y también mi conversación con un veterano carlista vizcaíno de Areatza -también un referente en muchos sentidos-, al que le reprochaba su fidelidad a la dinastía en momentos en que había dado muestras de notable desviación ideológica: “Ya, Javier, pero qué quieres que te diga, para mi ser carlista está por encima, es un sentimiento, una segunda naturaleza…y el que no entienda eso, es que no es carlista o no sabe lo que es eso”.

Tranquilícense los modernos inquisidores farisaicos de cierto carlismo de boutique, siempre atentos a señalar en el otro la sospecha de desviacionismo doctrinal. No es el caso. También los dirigentes responsables, que con todo motivo insisten en que el carlismo no puede quedarse en un impulso romántico. Lo sé. Pero, sin desdeñar nada de ello, apreciemos las dos respuestas de los dos señalados carlistas a los que nos hemos referido en lo que vale: ser carlista es, también, por encima de todo, junto a otras cosas, además de, al margen, o como ustedes quieran, una forma de ser, una manera de estar en el mundo, una filosofía de vida.

Lo anterior a muchos puede parecerle poco, o empobrecimiento y simplificación inaceptable. Consideran probablemente que entenderlo así sería ignorar ese grandioso monumento doctrinal que es el Derecho Público Cristiano, desconsiderar la elaborada doctrina política, económica y social que constituye el patrimonio intelectual del Tradicionalismo, fruto de un legado institucional secular y del quehacer de grandes pensadores y tratadistas…

No lo creo. Fue Gramsci quien se dio cuenta que todo el acervo de la Civilización Cristiana se resumía en esa pequeña partícula que llamamos “sentido común”. Desde entonces todo su empeño consistió en analizar cómo y dónde se formaba ese compendio de civilización -en la familia, la escuela, las iglesias…- y tratar de cambiarle el signo.

A veces lo más sencillo es la mejor expresión de lo más complejo- Telmo mencionaba en su entrevista la sabiduría tradicional acumulada en los refranes populares. Es otro ejemplo.

Algo similar a lo que decimos del Carlismo ocurre con el propio Cristianismo. Existen la teología, la filosofía cristiana, la liturgia, las prácticas sacramentales, las solemnidades religiosas etc, pero nada de eso es la esencia del Cristianismo, que al final del día, no es más que el encuentro con y seguimiento de Jesucristo, es decir, un discipulado. En definitiva, “una forma de ser” ahormada a imagen de Nuestro Señor.

“Soy carlista por lo que me enseñaron mis padres, por lo que aprendí en mi casa, por los principios en los que fui educado: la fe en Dios, el amor a la verdad, el sentido del honor y de la palabra dada, el respeto a los mayores, el apoyo a los más débiles, la defensa de la dignidad de toda persona,  el valor del sacrificio, el arraigo en una comunidad y los vínculos que nos humanizan, el sabernos dentro de un orden natural y de un ser de las cosas que hay respetar…-,y todo eso se ha convertido para mí en una forma de ser, una filosofía de la vida y una manera de estar en el mundo que me hace sentirme carlista”, venía a decir Telmo usando otras palabras.

O sea, la continuidad histórica -en este caso personal y biográfica- de la tradicional hidalguía española. El viejo ideal del caballero cristiano.

Porque a veces lo más complejo puede a la vez ser lo más sencillo, si sabemos desprendernos de demasiadas artificiosidades.

Creo que así se sintieron carlistas los voluntarios de Don Carlos, los requetés de la Cruzada…

Seguro que los seguidores del Atlético de Madrid saben a qué me refiero.

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6 comentarios en “El Carlismo como forma de ser

  1. Luis J Palomar Maldonado

    Comparto completamente lo expuesto en el artículo.
    Creo que ha dado en la diana.

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  2. Como atletists “viejo” pero recién llegado al tradicionalismo me ha emocionado

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  3. I. Caballero

    Aunque soy de ka “Real” donostiarra, NO tengo otro remedio que suscribir el extraordinario trabajo de Urcelay.
    Y los comentarios, en especial de nuestro Correligionario, Pedro, BIENVENIDO y van a seguir infinitos nuevos CARLISTAS.
    Ser Carlista es un HONOR que viene del Cielo.
    Solo UN REY, CRISTO
    Viva Cristo Rey
    DIOS, PATRIA y REY LEGITIMO

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  4. zuma

    Excelente comentario. Discrepo de la analogía con el ser cristiano por razones teológicas: la Teología del “Encuentro” es otra astilla que olvida la permanencia referida a la aceptación de ka Gracia de quien nos escogió; primero la VERDAD y de ahí todo ..

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  5. Carles Deniel Sanchez

    Los sentimientos de un carlista son como un volcan ,están acumulados en su interior.
    Yo hace más de veinte años que me considero carlista,pero moviendo pasados familiares descubrí los valores tradicionalistas y los revivi con intensidad.
    Este volcan tiene que estar preparado ,nunca se sabe su posible erupción.

    Carles Deniel
    Taradell (CATALUNYA)

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  6. José Manuel Aparicio

    Cada persona tiene su bagaje de caminos, senderos, trochas y vericuetos que le han llevado al momento presente, más numerosos cuanta más edad se tiene.
    Tuve el placer de conocer a Don Javier y su museo recientemente, así como la lectura de sus libro sobre el General Cabrera, lo que me ha hecho reflexionar sobre esa porción de historia española que representa el Carlismo. Yo no me atrevo a autocalificarme con ninguna etiqueta, más allá de la de patriota español.
    La españolidad es inseparable de la monarquía y la monarquía es susceptible de mudar de una dinastía a otra, como ha pasado varias veces durante la historia hispana. El republicanismo no conjuga con la hispanidad, desde mi punto de vista. Nuestra nación/imperio se formó, se desarrolló y evolucionó siempre como monarquía y todo lo demás nos ha venido de fuera.
    El futuro es una incógnita, pero lo escribimos los españoles presentes, herederos de los españoles del pasado y dejaremos una herencia que, espero, sea mejor de lo que el momento mediático nos muestra.
    Viva España siempre.

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