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11 de septiembre de 2020 0

11 de septiembre: Desmitificando a Rafael Casanova y reivindicando a Antonio de Villarroel

Antonio de Villarroel
Por Javier Barraycoa

Hoy en día el héroe venerado en las diadas conmemorativas del 11 de septiembre es Rafael Casanova. Su sombra oculta a otros personajes que merecerían ocupar su lugar pero que no interesa que sean recordados, por unos motivos u otros. De hecho, cuando se ha ido recuperando la biografía de este personaje, cada vez hay más dudas sobre su honestidad. Intentaremos aproximarnos al personaje para descubrir su lado más oculto. Casanova era un personaje que provenía de una saga influyente en la vida pública de la población de Moyá (Barcelona).

Como otros muchos hijos de potentados rurales marchó a Barcelona a estudiar Derecho. Ya metido en el fregado de la Guerra de Sucesión era un hombre importante en Barcelona. En plena guerra, el 25 de enero de 1706, murió́ uno de los consellers («ediles») de la ciudad, Jacinto Lloreda. En total había seis consejeros que eran elegidos por sorteo entre los ciudadanos y el cargo duraba un año. A su vez, estos seis prohombres eran aconsejados y supervisados por una asamblea de cien ciudadanos (el Consejo de Ciento). Para el cargo de Conseller en Cap («presidente de los consejeros» o alcalde) sólo podían presentarse al sorteo los llamados «ciudadanos honrados». Y cada uno de los restantes cinco consejeros representaban a diferentes cuerpos sociales: mercaderes, abogados y juristas, artesa-nos y labradores. El consejero muerto era el representante de los abogados y por sorteo salió́ elegido como sustituto Rafael Casanova.

A los tres meses de ser elegido Casanova, arribaron tropas felipistas a las puertas de la ciudad con tal de recuperarla tras la anterior conquista austracista. En abril, las tropas ya estaban a punto de iniciar el asalto. Entonces corrió́ por la ciudad el rumor de que el Conseller en Cap había pactado con las fuerzas borbónicas la rendición de la ciudad. Se produjo un motín —del que todavía no se ha dilucidado quiénes fueron los promotores— y en medio del jaleo, como el que no quiere la cosa, murió́ asesinado el Conseller en Cap, Francisco Nicolás de Sanjuán. Entonces tomaron las riendas de la situación dos consejeros: Francisco Gallart y Rafael Casanova, apoderándose del gobierno de la ciudad. Gracias a la llegada de una flota inglesa, las tropas felipistas desistieron del asalto y marcharon.

corrió́ por la ciudad el rumor de que el Conseller en Cap había pactado con las fuerzas borbónicas la rendición de la ciudad. Se produjo un motín y en medio del jaleo, murió́ asesinado el Conseller en Cap, Francisco Nicolás de Sanjuán

Un año más tarde, el 6 de febrero de 1707, el archiduque Carlos concedió́ a Rafael Casanova el título de ciutadà honrat («ciudadano honrado») por su actuación al durante el sitio borbónico de Barcelona. Pasaron unos años, hasta que llegó el tratado de Utrecht y el abandono de los aliados, dejando al principado a su suerte. Por ello, se convocó en Barcelona el 30 de junio de 1713 una Junta de Braços (la Junta de Brazos era una institución que convocaba la Diputación del General de Cataluña de manera extraordinaria en casos de urgencia). Debían deliberar si Cataluña debía someterse a Felipe V o proseguir la guerra. Como Rafael Casanova había sido nombrado ciudadano honrado, pudo asistir como miembro del «Brazo Real» (Braç Reial).

El 5 de junio el Brazo Real emitió́ su veredicto proponiendo que se continuara la guerra. Pero no todo era tan fácil y la situación estaba muy tensa. Los votos del brazo militar se dividieron entre los que querían la paz y los que optaban por mantener la Guerra, que como ya vimos era una decisión absurda. El sector más radical del brazo militar, liderado por Manuel de Ferrer y Sitges, finalmente ganó. Emitieron un comunicado a la Diputación de Barcelona para que lo transmitiera, pero ésta no quiso publicarlo pues no estaba de acuerdo. Al  final los radicales se impusieron y el bando fue dado a conocer a los ciudadanos el 9 de julio de 1713.

Ese mismo día, muchos ciudadanos empezaron a abandonar Barcelona e incluso entre ellos militares de alto rango, como el teniente coronel Antonio Meca y de Cardona. Este había comandado las Reales Guardias Catalanas, que eran las tropas de elite del archiduque Carlos de Austria. Rafael Casanova permaneció́ en la ciudad. El 22 de julio, había que renovar por sorteo a los diputados generales de Cataluña y misteriosamente salieron elegidos los más proclives a la guerra. No era la primera vez que se sospechaba de fraude en estos sorteos.

Otro posible fraude, y ya se sumaban muchas sospechas, es el que se produjo durante la nueva renovación de los consellers («ediles del ayuntamiento»). Era el 30 de noviembre de 1713 (preceptivamente se hacía el día de san Andrés). Y, ¡oh sorpresa!, por sorteo salió́ elegido Rafael Casanova como Conseller en Cap. El cargo llevaba parejo el grado de coronel de los Regimientos de la Coronela, la milicia ciudadana que era el grueso de la guarnición que defendía la ciudad, así́ como el título de cabeza militar de la plaza. Casanova iba acumulando poco a poco todo el poder. Gracias a este posicionamiento se impusieron sus estrategias sobre las de Antonio Villarroel que a la sazón era el general comandante, por tanto el mando militar supremo en Cataluña.

Casanova aprovechó la ocasión para presionar a la Generalidad para que le cediera todas sus competencias. El golpe de Estado, esta vez de Rafael de Casanova, se perpetró el 26 de febrero de 1714.

Casanova ya controlaba los resortes del poder en la ciudad y consiguió́ el respaldo del Consejo de Ciento. Villarroel no tuvo más remedio que aceptar la situación. Todo era tan sospechoso en Casanova que sufrió un intento de golpe de Estado en febrero de 1714. Lo lideró el inspector general del ejército, Ramón de Rodolat. Pretendía destituir a Casanova con efectivos de la Coronela (las milicias de ciudadanos agrupados en gremios), pero fue traicionado y detenido antes de que pudiera llevarlo a cabo. Rafael Casanova aprovechó la ocasión para presionar a la Generalidad para que le cediera todas sus competencias. El golpe de Estado, esta vez de Rafael de Casanova, se perpetró el 26 de febrero de 1714.

El historiador Salvador Sanpere y Miquel a esta táctica la llamó el «golpe de Estado concejil», interpretando que los consellers habían realizado un contragolpe de Estado contra la Generalidad de Cataluña. En resumidas cuentas: el alcalde de Barcelona, Rafael de Casanova, se hacía con todo el poder político y militar de la Cataluña felipista. Para colmo se enfrentó a todos los que dudaban de él y destituyó a muchos hombres de confianza de otros consellers y ordenó la decapitación del comandante de Montjuic al creer que iba a entregar la ciudad a las tropas borbónicas. También tensionó sus relaciones con Villarroel y militarizó a todos los ciudadanos por decreto.

Villarroel, que era realista, intentó ganarse a los mandos de la plaza para que presionaran al Conseller en Cap para aceptar una rendición honrosa. Enterado Casanova lo llamó al orden y se negó a una capitulación y eso que el número de residentes que desertaban eran cada noche más numerosos. El 11 de septiembre se produjo el asalto final. Nos ahorraremos todos los detalles. Rafael de Casanova, en un contrataque cayó herido en el muslo y fue retirado, como ya se dijo. Sin él las tropas se desmoralizaron y detuvieron el contrataque que había iniciado. Villarroel siguió luchando a la desesperada y lanzó esta proclama a sus hombres:

Señores, hijos y hermanos, hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por toda la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer, y no será la primera vez que con gloria inmortal fue poblada de nuevo esta ciudad defendiendo la fe de su religión y sus privilegios”.

Pero todo fue inútil, Barcelona ya estaba derrotada. Para darnos cuenta de la dureza del ataque, se calculan unas bajas estimadas en 14.200 asaltantes borbónicos frente a 6.850 defensores austracistas. Rafael Casanova huiría de incógnito de la ciudad vestido de fraile. Todavía es un misterio cómo fue amnistiado en 1719, regresó a Barcelona y volvió a ejercer como abogado hasta 1737, año en qué se retiró. Parece ser que, por su carácter agrio, acabó hasta desheredando a sus propios hijos.

Sólo nos queda, ahora, tener un pequeño recuerdo para con dos austracistas que han sido olvidado por los catalanistas. El primero, sin lugar a dudas es Antonio de Villarroel y Peláez. Había nacido accidentalmente en Barcelona, pero era de origen gallego. Ya de muy joven, en 1697, había defendido Barcelona de los franceses. Al principio de la Guerra de Sucesión estaba en el bando felipista, pero en 1710 se pasa al bando austracista. Nombrado comandante supremo de las fuerzas austracistas por los Tres Comunes de Cataluña, organizó la defensa de Barcelona y acabó —como hemos relatado— enfrentado a Rafael Casanova por no quererle seguirle en su locura  final.

Juramento de los capitanes de Barcelona que manda las tropas de Antonio de Villarroel, comandante en jefe del Ejército de Cataluña. Grabado por Urbadieta y J. Nicolau

También cayó herido el 11 de septiembre, aunque nadie lo recuerda. No huyó, como Casanova, de Barcelona. Por eso fue detenido junto a los veinticinco líderes militares de la ciudad. Aunque hay diferentes versiones sobre su muerte, la más creíble es que fue llevado prisionero a Alicante y desde ahí fue trasladado a La Coruña. Habría sido encarcelado en condiciones durísimas, dado que el agua entraba en su celda con las mareas lo que le habría provocado una parálisis en ambas piernas y le provocó la muerte el 22 de febrero de 1726.

El segundo que queremos recordar al general José Moragues. Fue uno de los firmantes del pacto dels Vigatans, precedente del pacto de Génova de los que ya hemos hablado. Desde el principio estuvo implicado en el bando austracista adquiriendo un considerable prestigio formando parte del Regimiento de las Reales Guardias Catalanas, la elite del ejército austracista. Alcanzó el rango de general. Acabada la guerra se refugió en su pueblo natal para intentar huir de España con su familia. Pero finalmente es detenido, juzgado, torturado y ejecutado el 27 de mayo de 1715. Antes se le retiraron públicamente todos los honores militares, se le descalzó, se le vistió con una camisa de penitente y fue arrastrado por un caballo a través de las calles de Barcelona hasta llegar al patíbulo donde fue degollado.

Javier Barraycoa en “Eso no estaba en mi libro de Historia de Cataluña”

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