Cuando la memoria quiere ser totalitaria
(Por Francisco Segarra) –
Existe una especie de departamento de “Memoria Democrática” en alguna Dirección General de Justicia de la Generalitat. Ya es en sí mismo un buen chiste lo de la Memoria y la Justicia, pero lo más absurdo es eso de calificar de democrática a la memoria.
La memoria no es democrática: es selectiva, jerárquica y caprichosa; la memoria es fascista e injusta (de ahí el chiste) y vengativa. Es selectiva porque tiende naturalmente a olvidar lo malo; es injusta porque olvida aquello que nos acusa; es jerárquica porque subraya lo que nos enaltece y aparta lo que nos humilla; y es caprichosa porque es egoísta y absolutamente insolidaria: se rige por un “yo, me, mi, conmigo” que siempre acusa a los demás y nos excusa sin rubor.
Naturalmente, a esta mentira se unen otras peores. Por ejemplo, tildar de “demócratas” a los comunistas (cosa que ofende a cualquier buen comunista); calificar de luchadores por la libertad a los guerrilleros maquis y partisanos (cosa que les ofendía muchísimo porque ellos luchaban por la dictadura, la del proletariado, se entiende); homenajear a asesinos confesos de curas, monjas, burgueses y gente de orden como agentes de esa “justicia de la memoria” o “memoria de la justicia democrática”, cuando ellos se consideraban exterminadores de las clases opresoras, sin ningún complejo por admitir sin más sus crímenes, plenamente justificados en nombre del pueblo.
Sucede en este siglo XXI, tan moñas y guay, que los neopaganos olvidan que los paganos de verdad sacrificaban niños en el altar de un roble centenario adornado con guirnaldas, con la bendición de un Saruman cualquiera; e ignoran los neocomunistas de iPhone10, 11, 12, etc, que los buenos comunistas -y Durruti- fusilaban a los maricas y a los LGTBI, que las revueltas derivaban en guerras, que las coletas y la suciedad sentaban bien en Siberia y no en el Comité Central del Partido. También ignoran que el partido podía mentir tácticamente, pero quien mentía personalmente era deportado o liquidado por traidor. Y que la policía recibía muchos fondos y medios para reprimir a los díscolos que pretendían pasar por bohemios de iPhone 10, 11, 12 o su equivalente entre 1917 y 1989.
Añora uno a los comunistas de entonces porque, en principio, no estaban al servicio del capitalismo, ni las grandes marcas patrocinaban sus protestas, sino que las aplaudían gentes como Mao, Ho Chi Minh o Fidel Castro. Anguita fue el último, en España. Los de ahora son payasos pijoprogres y presidentes de marketing -o de grupos mediáticos- de tipos como los jefes de Soros, esos que no se ven, digo, y que tienen menos vanidad que el húngaro y mayor soberbia. Diabólica.