Amo a Laura, pero esperaré hasta el matrimonio
Con este título ha obtenido recientemente un relativo éxito un vídeo musical editado por la cadena MTV en el que se hace burla de los principios cristianos acerca de las relaciones prematrimoniales y el amor de pareja. La misma cadena emite simultáneamente en Alemania (y lo ha intentado sin éxito en otros países) una serie de dibujos animados donde se insulta directamente a la institución del papado.
Nos hallamos, pues, ante una campaña anticatólica orquestada por esta cadena de televisión y radio de la que cualquiera se puede apercibir, por menguado que sea.
Por el boca a boca el vídeo se ha diseminado por toda España, haciendo furor en ambientes ateos y progresistas. El argumento de la canción gira en torno a la sátira y parodia de dos parejas de jóvenes que proclaman su intención, como reza el título, de esperar al matrimonio para consumar las relaciones sexuales. Se les presenta vestidos con ropa de los años 50 (que yo, a fe mía, no he visto jamás en ningún joven católico) y con actitudes y mensajes de los llamados despectivamente “beatos” por los ateos.
Varios de mis amigos católicos opinan que no hay que hacerle más publicidad al vídeo de marras, negándose a hablar de él. Algunos incluso han escrito indignadas cartas a la cadena emisora, que por supuesto ha hecho este vídeo con toda la intención de provocar.
Yo, sin embargo, tras ver el vídeo detenidamente, he de reconocer que me ha generado un sentimiento completamente diferente. Es más, me ha producido satisfacción. Me explicaré.
En el vídeo, junto a frases cursis hasta la náusea (lo de llamar flor a la virginidad es más anticuado que bailar la polca) los autores han querido mezclar en el escarnio conceptos verdaderamente profundos sobre la sexualidad, es de suponer que con la intención de que generaran tanta hilaridad como lo de la flor. Así, el solista, dice dos frases, con la intención de que resulten graciosas per se, que me llaman poderosamente la atención: una es “amarse es respetarse”. La otra “nos amamos pero esperaremos al momento adecuado”.
Aunque los autores del vídeo utilizan el término “respetarse” en el exclusivo sentido sexual (la cabra tira al monte) lo cierto es que sin quererlo afirman una de las verdades más hermosas que se puede decir sobre el amor, como bien saben los cónyuges con muchos años de convivencia a sus espaldas: el amor es ante todo respeto. No hay amor sin respeto y el respeto a la otra persona constituye el cimiento del amor. Esa realidad tan cierta y a la vez tan importante en el futuro de cualquier pareja es, para los autores del vídeo, tan “liberados sexualmente”, motivo de chacota. ¿Qué nos ofrece entonces la liberación sexual en el amor? Evidentemente no el respeto, dado que se burlan del “amarse es respetarse”. Sabemos bien cual es su oferta: el amor sin respeto. El sexo disociado del amor, constituido en urgencia de consumo como se consume la ropa o las drogas. Evidentemente los promotores del vídeo no esperan al matrimonio porque como no consideran que el amor implique respeto, jamás llegan al matrimonio, ni con sexo ni sin sexo. El único amor con posibilidades de duración es el que implica respeto, por tanto, dicho por los propios parodiadores, el dirigido por la moral cristiana. Católicos uno, liberados sexuales cero.
Esperar al momento adecuado es, para un católico, esperar al compromiso. Esperar a que termine el momento de conocerse, en lo personal, en lo espiritual, en lo físico, para consumar el matrimonio después de haber dicho ante la persona amada, ante la comunidad, ante Dios “sí, eres la persona con la que quiero compartir mi vida, mis desdichas y mis alegrías, vengan buenas o malas, apoyándote y apoyándome, mis proyectos y mi futuro, la vida de la nueva generación que traeremos. Y no romperé este compromiso mientras vivamos”. Los productores del vídeo se burlan, evidentemente, no del sexo, sino del compromiso. Es normal, para los liberados sexuales el compromiso no es un bien, un valor humano que nos diferencia de los animales en celo que se aparean, sino una carga, una especie de condena que obliga. Los liberados sexuales, cuando se enamoran, plantean un nuevo tipo de relación: “estar juntos mientras dure (el enamoramiento, claro)”. Luchar por una relación, alimentar el amor, comprometerse; para ellos supone cerrarse puertas de cara a otras relaciones sexuales o proyectos personales. La relación se basa en el egoísmo, y fía todo al empuje de la pasión que, como es sabido, dura un tiempo limitado. Lógicamente las relaciones de los liberados sexuales nunca concluyen en un matrimonio estable. Da igual que se casen o no, pues como muy bien dicen los progres lo importante no son los papeles. Lo importante es el juramento ante tu cónyuge y ante Dios. Y cumplirlo, claro está. Por supuesto las relaciones de los liberados sexuales, inmaduras, faltas de sacrificio, compromiso y estabilidad, acaban siempre rotas y son el peor escenario para criar hijos, que necesitan familias estructuradas para desarrollarse con normalidad. Una relación tal y como la proponen los postmodernistas que han realizado el vídeo acaba siempre en fracaso, nunca llegará al matrimonio, y si llega se romperá con la consiguiente secuela de amargura e hijos destrozados. Pues ese es exactamente el modelo que proponen nuestros presuntos parodiadores. ¿Quién tiene razón? Católicos dos, liberados sexuales cero.
Bien dice el refranero castellano que no ofende quién quiere sino quién puede, y que la ofensa no lo es hasta que el ofendido no la toma como tal. Con sus cursilerías solo se ríen de ellos mismos, pues todo el mundo sabe que son imaginarias. Riéndose de los principios de nuestra moral sexual y matrimonial en realidad nos dignifican, pues lo único que muestran es la pobreza de sus alternativas. ¿Cuál es la alternativa a un amor respetuoso y comprometido? El vacío sentimental, el sexo sin donación. La nada.
No nos ofendamos. Más bien tengamos lástima de quién aún no conoce la belleza de darse y recibirse en una relación de pareja que constituye la aventura de toda una vida. Los católicos no debemos, no podemos, acomplejarnos por los sambenitos sociales que nos quieren colocar los que odian a Cristo. Su mayor triunfo sería que nos avergonzáramos de profesar nuestro credo, que nos escondiéramos o que respondiéramos con violencia. Nada de eso: la alegría de saber que tenemos la razón y de saber que nuestros enemigos lo saben. No perdamos la calma, no nos acobardemos. No tengamos miedo, como decía nuestro venerado Juan Pablo II. Ahora es el momento de salir y decir públicamente: “La castidad es un valor para los novios y una garantía para el futuro matrimonio. Y la situación del matrimonio entre los no católicos (con tantos divorcios como matrimonios) nos da la razón”.
Digamos con orgullo (no es pecado enorgullecerse de cumplir la voluntad de Cristo): sí, yo amo a Laura, o a María, o a Belén, o a Isabel, pero esperaremos hasta el matrimonio. Y ese matrimonio funcionará, y será feliz.
Como Dios manda.
Artículo originalmente publicado en el Portal Avant! de los carlistas valencianos.