¿A quién obedecen?
(Por Carlos Ibáñez) –
Ha levantado una gran polvareda la ley de educación, llamada “Ley Celáa” por su autora; la ministra de ramo. Se trata de un ataque frontal a la enseñanza privada, en su mayoría dirigida por congregaciones religiosas.
Isabel Celáa se educó en un colegio de religiosas, instalado en la zona más elegante de Vizcaya. Debió quedar muy satisfecha de la educación recibida, pues ha enviado a sus hijas al mismo colegio. Ahora resulta que, desde su ministerio, lanza un furibundo ataque a lo que ella ha considerado bueno y conveniente para su familia y, por ende, para la sociedad.
No podemos creer que ese ataque responda a un deseo de hacer el mal. Aunque si se aprueba la ley, los efectos para la sociedad serán catastróficos. Nos resistimos a aceptar que Isabel Celáa, esté satisfecha con la ley que propugna. Saber que algo es malo y pretender imponerlo, implica una maldad que nos resistimos admitir en este caso.
Por eso no nos queda otra salida que dar por seguro que Isabel Celáa actúa obligada. No lo hace libremente. ¿A quién obedece la Sra. Celáa? ¿Quién manda sobre ella?
Y eso es lo que tiene la democracia. Los políticos en activo no son libres. Obedecen órdenes superiores a ellos. Se habla mucho de la traición de Rajoy a sus electores. Obtuvo la mayoría absoluta y no cumplió ninguna de sus promesas. Es el mismo caso que el de Isabel Celáa ahora. Recibió órdenes que le impidieron corregir los fallos del precedente gobierno socialista. Ello no le exime de una gran culpa.
Cuando los demócratas, durante los cuarenta años precedentes, cantaban las excelencias de su sistema, nunca dijeron que los políticos elegidos libremente por el pueblo iban a estar sometidos a una disciplina superior a ellos. Disciplina que no se ve, pero que se nota en sus efectos. Como en el caso presente. Por eso la democracia es un sistema rechazable. Porque se basa en la mentira desde sus fundamentos.