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La Selectividad, a debate

Estudiantes gallegos sometidos a la EvAU | EMILIO MOLDES | La Voz de Galicia

Anualmente, la prueba de acceso al sistema universitario a la que se someten los alumnos que finalizan el Bachillerato, oficialmente denominada Evaluación de Acceso a la Universidad (EvAU) y, popularmente, en base a su nombre antiguo, es decir, Selectividad, no deja de ser un asunto de debate contundente.

Son distintas las perspectivas que motivan a uno a hacer una crítica. Así pues, en Ahora Información, se ha decidido contar con personalidades de referencia así como con estudiantes que para nada se fían de la izquierda hegemónica, para que participen en esta cuestión abierta, aportando su opinión sobre el sistema de evaluación en cuestión.

A continuación podréis leer sus puntos de vista.

Luis Carlos Parra: «Un examen [no impuesto por el regulador ni unificado] ya serviría de “regulador” en materia preuniversitaria»

De acuerdo con el estudiante de Ingeniería de Telecomunicaciones Luis Carlos Parra Rebollo, la solución a muchas injusticias tales como la divergencia del nivel de dificultad de la EvAU en función de la región pese a no tener limitado el acceso al área universitaria de la misma estriba en una “descentralización” del sistema educativo, que afecte a esta prueba.

Precisamente, su tesis es la siguiente:

En la actualidad, en lo que a la selectividad (PAU, PAEU, EBAU… cualquiera que sea el nombre que el legislador quiera darle) se refiere, hay dos tendencias claramente dominantes que se están debatiendo (de hecho, ninguno de los 5 grandes partidos propone algo diferente). Estas son: un examen único por cada comunidad autónoma, o uno establecido a nivel nacional, único para todo el territorio español.

La posición que yo defiendo es una completamente diferente por dos cosas: por pragmatismo y por libertad. La idea es la de la máxima descentralización, de modo que sean las universidades las que elijan su prueba, lo cual ha de ir combinado con una fuerte libertad curricular en la edad escolar. De esta forma, serán las universidades y no el legislador las que orienten la estructura curricular del Bachillerato.

Las críticas a esto suelen ir por dos vías: lo indeseable para el alumno de que en cada universidad haya un examen diferente (por el caso en el que no entré en una, poder entrar en otra) y que, la libertad curricular puede implicar que los alumnos lleguen menos preparados a la etapa universitaria en lo relativo a los conocimientos básicos.

Acerca de la primera crítica, cabe señalar que las universidades medianas o grandes firman cada año una cantidad de convenios con otras universidades nada despreciable. Por lo cual, nada invita a pensar que no acordarían un examen conjunto para varias universidades y, que universidades más pequeñas aceptarían pruebas de otras más grandes.

Respecto a la segunda, el examen ya serviría de “regulador” en esta materia. Si un centro no prepara adecuadamente el acceso a la universidad, ese centro no tendrá estudiantes para el bachillerato y si lo prepara adecuadamente, seguramente el alumno esté preparado para comenzar sus estudios universitarios, dado que la prueba habrá sido diseñada (con mayor o menor acierto) en este sentido.

Así pues, se acabaría con injusticias tales como que un alumno que se someta a una prueba más sencilla en Almería (por ejemplo) pueda estudiar medicina en Valladolid quitándole la plaza a un alumno que haya sacado una puntuación una décima inferior, en una prueba contundentemente más difícil como la castellano-leonesa.

Porfirio Gorriti: «Un examen único de Selectividad en lengua española sería darle a la España de hoy, herida por los separatismos, un arma eficaz contra sus enemigos»

La comprensible indignación hacia el actual sistema autonómico, del que la partitocracia es una gran beneficiaria, motiva muchas críticas. Es el caso de nuestro colaborador Porfirio Gorriti, partidario de establecer un examen único para toda España.

Concretamente, considera lo siguiente:

La palabra “selectividad”, el examen que evoca la misma, ha sido y es una guadaña para innumerables generaciones españolas en una edad especialmente trascendente: la del fin de la edad escolar y la elección de la vida universitaria.

Las opiniones sobre esta prueba suelen ser coincidentes desde casi todos los espectros sociales: injusta en su metodología calificadora y en sus fines selectivos. Siendo España un país donde el poder político realiza cambios aberrantemente continuos en materia educativa, sorprende sobremanera que este sistema se mantenga sin cambios estructurales desde el siglo pasado. Este hecho parece indicar la existencia de intereses sectoriales. Un proceso de Selectividad único para toda España y un sistema de corrección objetivo mediante un sistema test, aportaría mayor justicia social en la lucha por el acceso a las plazas universitarias públicas. Además, un examen único de Selectividad en lengua española sería darle a la España de hoy, herida por los separatismos, un arma eficaz contra sus enemigos.

Ángel Manuel García: «Se impone una evaluación común e imprecisa»

Nuestro colaborador Ángel Manuel García Carmona, estudiante de Ingeniería Informática, es crítico tanto con lo que en realidad resulta ser la realización de esta prueba como con la imposición de un estándar común estatal (prefiere que las universidades establezcan sus propios criterios de selección). De hecho, en un artículo reciente para Navarra Confidencial, señaló lo siguiente (criticó que se tratara de algo común e impreciso):

[…] Normalmente, uno cursa una carrera universitaria en base al itinerario por el que se ha decantado durante el Bachillerato (alguien que aspira a estudiar Medicina suele proceder del itinerario de Ciencias de la Salud mientras que quien desea estudiar Filología Clásica suele provenir del itinerario de Humanidades).

No obstante, cuando corrigen tus exámenes de Selectividad y calculan (con las correspondientes ponderaciones tu nota final), lo único que importa es la calificación que resulta de la nota media de Bachillerato y la de estas pruebas escritas posteriores. Para entrar en una carrera solo basta con tener nota de corte suficiente (las ponderaciones de la fase específica dependen ciertamente de la relación carrera-itinerario).

Eso sí, si sorteas el acceso por medio de una universidad privada (donde basta con “aprobar” la EvAU) o, probando suerte, cursando antes otra carrera del ramo (pudiendo así convalidar a posteriori), no tendrás seguramente obstáculo alguno. Tampoco es difícil cursar Filología Inglesa si tus calificaciones en la asignatura de Inglés son muy bajas. Y como esos, “mil ejemplos”… […]

Javier Horno: «En cada comunidad muy pocos se quieren enfrentar al escándalo que supondría cambiar siquiera levemente el índice de suspensos»

Javier Horno | Miguel Osés / El Español

A juicio de Javier Horno Gracua, profesor y presidente de la gestora de VOX en Navarra, el problema no responde solo a la Selectividad, sino que, más allá de la misma, adolece al sistema educativo. Se preocupa de la calidad del mismo, tal y como se puede observar en su análisis, expuesto en las siguientes líneas:

La selectividad (¿o EVAU?…; no vamos a estar cambiándole de nombre cada año) es la punta del iceberg de un sistema que hace aguas desde hace años, fundado por la LOGSE. Es sospechoso que tan alto porcentaje de alumnos la aprueben, teniendo en cuenta que para muchos de ellos es la primera vez que estudian una materia de manera global. Cuando el que firma estudiaba la EGB en los años 80, el curso se dividía en cinco evaluaciones. Antes de Navidad teníamos exámenes globales de las dos evaluaciones; otras dos evaluaciones y globales; al final de curso, la quinta era de repaso. Con el tiempo se cometió el error de liberar del examen final a los alumnos que aprobaban el curso por evaluaciones. Ahora hay una primera evaluación en la que se tiende a aprobar a todo el mundo. Se acaba antes del puente de diciembre, con lo que el ritmo de estudio no vuelve a iniciarse hasta despúes de Navidad. En la segunda evaluación vienen “los sustos”, en la jerga profesoril: aumenta el número de suspensos, porque si el alumno aprobó la primera por los pelos, en la segunda evaluación no va a estudiar mucho más. Al final de curso se recuperan las evaluaciones suspendidas y vienen “los milagros” (dicho así en la misma jerga). Con lo que se da el caso de que uno alumno tenga, por ejemplo, un 2 un 5 y un 4 (1ª, 2ª y 3ª evaluaciones, respectivamente), en la recuperación de final de curso saque un 4’5 en la primera y vuelva a suspender la tercera: se le levanta la nota y se le pone un 5.

Es sintomático que en los exámenes de selectividad de Lengua española en Navarra la ortografía, signos de puntuación y expresión escrita en general se puedan penalizar con 1 punto sobre 10 como máximo. Un alumno puede ser un auténtico iletrado, pero si la idea más o menos se entiende, le vale. Si eso es lo que se penaliza en Lengua Española, olvídese de que en cualquier otra asignatura de letras haya más rigor.

Por otro lado, son los profesores de secundaria los que corrigen la selectividad, con lo que, me temo, que en cada comunidad muy pocos se quieren enfrentar al escándalo que supondría cambiar siquiera levemente el índice de suspensos.

En general, en España, adolecemos de un sistema paternalista y blando, y tengo la sensación de que son las humanidades quienes han sufrido más este desprestigio. El número de matriculados en carreras como Filología, Filosofía o Historia es alarmantemente pequeño. En los últimos años, esa oferta de collages por los que los jóvenes se han sacado dos titulaciones no ha hecho más que contribuir al desprestigio: a base de créditos, trabajos y mandangas, en cuatro años en vez de cinco, es imposible salir con una sólida formación en nada. Que en España hubiera unos exámenes de estado unificados sería lo lógico, pero en la actualidad eso es pedir peras al olmo: una buena parte de la sociedad está encantada con este sistema, que permite promocionar a mucha gente en esa carrera obsesiva por la titulitis, término que acuñó la sabia jerga popular. Somos así de contradictorios.

Diego de la Llave García: «Se impone una evaluación común e imprecisa»

De acuerdo con el estudiante de Historia Diego de la Llave Garcíala izquierda es responsable de las injusticias antimerocráticas que aminoran el nivel de la EvAU, pero no cree que en el centralismo estribe la solución. De hecho, se manifiesta escéptico hacia el sistema de evaluación “por notas” obtenidas en exámenes.

Su tesis se expone a continuación:

En todo lo que los medios de comunicación, de un lado y del otro, han calificado como partidos de centro derecha, impera la opinión de que es menester centralizar la selectividad para poner fin a las injusticias que se dan debido a las Comunidades Autónomas. Evidentemente, creo yo, estaremos todos de acuerdo en que no es plato de buen gusto ver como no puedes estudiar la carrera que anhelas en tu ciudad porque los gobiernos autonómicos gobernados por la izquierda reducen considerablemente la dificultad de las pruebas. Frente a esto, la solución más difundida es realizar un examen único para todo el territorio de tal manera que no se produzcan estos desequilibrios. No obstante, aunque de darse esto se produciría una pequeña mejora, no cambiaría el problema sustancial: la educación está en manos del Estado.

Siento gran aversión hacia este sistema que divide a las personas por nota olvidándose de la personalidad y las capacidades de cada uno. No es mejor alguien que saca la nota máxima porque tiene memoria fotográfica pero no entiende lo que escribe que otro con mayor criterio propio e interés, pero que no saca más nota porque gasta mucho de su tiempo en aprender por su cuenta ¿De veras merece la misma calificación alguien que te explica la obra de Lope de Vega con calidad literaria que el que se dedica a poner al pie de la letra las palabras de los apuntes, dejando un espacio en blanco si se le ha olvidado alguna de las palabras? Evidentemente, no. O sí, según el sistema educativo español. No es justo que un buen trabajo en Bachillerato dependa de un examen. Las personas no son número. Cada individuo es único y debemos saber explotar sus capacidades premiando el mérito y la excelencia.

Mi propuesta es la siguiente, y podría resumirse en sacar al Estado de la Educación. Las universidades deberían ser privadas y competir entre ellas por buscar la mayor calidad. Por supuesto, los alumnos recibirían un cheque que será mayor o menor dependiendo de sus calificaciones y su situación económica familiar. La selectividad pasaría a los anales nefastos de la Historia y cada universidad decidirá que método utilizará para elegir a su alumnado. Quizás, no lo sé, a una facultad de Filología Clásica le interesaría más entrevistarse con el candidato y conocer sus inquietudes y capacidades para con la materia en vez de saber que ha sacado en Matemáticas. Quizá, cuando se busca a un alumno de Relaciones Internacionales interesa más saber qué impresión tiene del momento geopolítico en lugar de sacar un 13 en la selectividad, coger esa carrera porque tiene salidas pero no tener ni idea de lo qué es una guerra comercial…

Ander Aristondo: «Es imposible medir objetivamente el conocimiento de miles de personas mediante un examen»

De acuerdo con el estudiante de Economía Ander Aristondo González, un correligionario más, plantea varias soluciones alternativas ante los problemas de la actual EvAU, con distinto grado de intensidad (eso sí, rechaza de plano la centralización estatal). No obstante, reconoce las limitaciones que tiene una prueba de examen en sí.

Puede leerse su reflexión a continuación:

Selectividad es como le conoce coloquialmente en España, la Prueba de Acceso a Estudios Universitarios. Es un examen realizado por los estudiantes al finalizar segundo de Bachillerato, cuya nota determina la preferencia de acceso en las universidades, especialmente las públicas. Estos examenes son preparados por las universidades públicas de cada comunidad autónoma y eso suele generar polémica, pues se dice. que la dificultad de los examenes no es igual entre las comunidades autónomas, perjudicando a los estudiantes de las autonomías con mayor dificultad. Este año concretamente, se han reunido 180.000 firmas exigiendo una selectividad única en toda España.

No creo que exista una solución fácil para este asunto. Centralizarlo es una opción, pero generaría nuevos problemas. La calidad del sistema educativo el muy dispar a lo largo de la geografía española y no creo que sea posible igualarlo a medio plazo. Y por ello, las comunidades con peor educación saldrían comparativamente malparadas. Además, es muy probable, que para la selectividad común, se adopte el nivel de la selectividad más facil, provocando un descenso generalizado de la calidad educativa.

Existen otras opciones. Por ejemplo, dando prioridad o alguna ventaja a los alumnos que quieran optar por la universidad de su misma comunidad. De esta manera, los estudiantes que quieran cursar carreras muy demandadas, como medicina, siempre tendrán mayores posibilidades para realizarlas en su universidad local. Sin que estos se llenen de alumnos de otras comunidades con la selectividad más facil.

Otra posibilidad, que es la que yo implantaría, es el de abolir la selectividad y permitir que cada universidad decida libremente su prueba de acceso. Tiene la desventaja de que aquellos que quieren postularse para varias universidades, tengan que hacer muchas pruebas de acceso. Pero creo que, a la larga, las universidades de prestigio similar se unirían para hacer examenes comunes, simplificando la situación.

En conclusión, no creo que haya una solución perfectamente justa para las pruebas de acceso, todas tienen sus ventajas y desventajas. Pues al fin y al cabo, es imposible medir objetivamente el conocimiento de miles de personas mediante un examen. Todos los sistemas terminarán favoreciendo y perjudicando injustamente a alguien.

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