¿Víctimas de ETA? ¡Víctimas de la democracia!
Con motivo de la disolución de ETA las asociaciones de víctimas han manifestado su descontento por el trato que están recibiendo de las autoridades del sistema actual.
A nosotros no nos extraña nada. Nos ha tocado vivir el nacimiento de ETA, todas sus actuaciones, el apoyo expreso o tácito, que la banda ha venido recibiendo de los demócratas.
Hemos visto morir asesinados a amigos nuestros. Por eso los nombres de muchas víctimas, para nosotros, son más que inscripciones; son parte de nosotros mismos. Hemos recibido amenazas de muerte, que resultaron apócrifas. Incluso un miembro del Partido Carlista, nos acusó de ingratitud, asegurando que le debíamos la vida. Pues él influyó para que fuésemos eliminados de una lista de objetivos de la banda. Puede que se trate de una “farolada”.
Nos consta que Ajuriaguerra, antes del primer atentado, advirtió a un sacerdote nacionalista, propicio a secundar los planes propagandísticos de ETA, que, si la banda arraigaba, correría mucha sangre en “Euskadi”. El sacerdote en cuestión pudo comprobarlo años más tarde, cuando administró, sub conditione, los Sacramentos al socialista Buesa. Pasaba casualmente por el lugar del atentado.
Benito del Valle, uno de sus fundadores, expuso a Antonio de Irala el proyecto de ETA. La respuesta de éste fue: ¿estáis locos?
A pesar de la oposición a ETA de tan destacados líderes nacionalistas, la noticia de la primera acción de ETA fue recibida con simpatía, en lo que se refería al hecho, y con repulsa por la posterior muerte del autor del crimen, por parte de muchos nacionalistas de filas. Pero no solo de ellos. Muchos, que distaban mucho del nacionalismo, veían con simpatía lo que consideraban que derribaría al régimen franquista. No podemos olvidar la terquedad con que un santanderino nos respondía “no puede ser, algo ha tenido que hacer”, en relación a un asesinado.
Bajo el Gobierno de Suárez, en los funerales de los asesinados, los cadáveres se sacaban por la puerta de detrás. A los del sistema no les convenía que se supiera que la “reconciliación” que habían traído a España, era pura apariencia.
Hemos mencionado las amenazas que nos llegaron. A causa de las mismas nos trasladamos a Madrid, durante unas semanas. Coincidimos con una reunión de las juventudes de UCD, en el edificio de congresos de la Castellana. Nos dirigimos a un grupo de media docena de muchachos y les pedimos que se ocupasen del problema de los asesinatos de ETA. La cara de conejo que se les puso al oírnos, no se nos ha olvidado.
Eran los tiempos en que las víctimas de ETA eran militantes del Movimiento, tradicionalistas y miembros de la Policía y Guardia Civil. Como a los demás no les afectaba, tampoco les importaba mucho.
Hubo de pasar un tiempo para que entre sus objetivos incluyera a miembros de los partidos que conforman el actual sistema. Los miembros de Alianza Popular fueron una excepción. Objetivos desde el principio, dada su procedencia de las organizaciones que hemos mencionado. Gran impresión causó la noticia del asesinato de un dirigente de UCD, en Vitoria. Finalmente cayeron miembros del mismo PNV, que recogía las nueces del árbol que agitaba ETA. Entretanto el PSOE también había sido objeto de sus acciones.
En un principio, la acción de ETA impidió la organización, en Vascongadas y Navarra, de cualquier fuerza contraria al sistema actual democrático. Y ahí vemos el remoto motivo de las complacencias que los gobiernos, tanto del PP como del PSOE, han tenido con ETA, que han permitido el final “honroso” de su disolución.
Cuando hemos visto los homenajes dedicados a las víctimas, nos hemos sentido indignados. Buscando una simetría, que no existe, se ha rendido el mismo homenaje a las víctimas de ETA que a las de la represión policial. Y, aunque todas las víctimas lo han sido de hechos condenables, no es lo mismo el delito de quien ha hecho lo que no debía, que el de quien ha hecho mal lo que debía. A la hora del castigo del hecho no tiene que haber diferencia. Pero al recordar y valorar los hechos, la hay. Y mucha.
Por eso nos permitimos recomendar a las asociaciones de víctimas de ETA que renuncien a participar en homenajes oficiales. Por un lado, no sirven de nada. Es imposible que reparen el mal que les han infringido y cuyas consecuencias todavía padecen muchos. Por otro lado, están contribuyendo a un intento de lavado de rostro del sistema culpable de sus desgracias.
Para quienes hemos estado tan cerca de los asesinados, las víctimas de ETA son, en realidad víctimas del actual sistema democrático.