Vacunas: ¿conspiraciones o intereses?
(Por Gonzalo García) –
De verdad que no tengo ninguna vocación de conspiranoico. No creo que en ninguna vacuna nos metan microchips que se activan por las redes 5G y con los que nos controlarán, ni nada de esas cosas que se dicen. No soy «antivacunas», en genérico. Mis hijos se han puesto todas las que les iban correspondiendo, y algunas no incluidas en el calendario financiado por la sanidad pública. También es verdad que alguna en particular, y después de hablarlo con los pediatras, se pusieron en fechas diferentes a las en principio indicadas. Y básicamente mi actitud es la misma con la situación actual: Si hay una vacuna con el suficiente tiempo de uso para haber estudiado en profundidad su comportamiento y además la enfermedad de la que protege supone un riesgo que yo considere más importante que cualquiera de sus efectos, me la pondré. Aunque confío más (o confiaría, si me dejasen) en tratamientos curativos que en supuestos preventivos.
De momento no se dan ninguna de las dos circunstancias. Cuando cambien, veremos.
Pero escucho que, tras los pufos de AstraZeneca y Jansen la Unión Europea ya está considerando que, tras este arreón inicial en el que van a pinchar lo que sea que consigan, romperá su contrato con esas vacunas y sólo administrará las de Pfizer y ModeRNA. Es decir, las de ARN mensajero que, recordemos, NO SON VACUNAS en el sentido estricto de la palabra sino tratamientos externos sobre nuestro sistema inmunitario. Tratamientos que hasta ahora únicamente se habían utilizado de manera experimental con pacientes terminales de cáncer sobre los que, por tanto, no se pudo nunca observar el efecto a largo plazo y sobre los que el cálculo del riesgo/beneficio es muy distinto que sobre personas sanas.
Y, no, no es que me tenga que volver conspiranoico porque ese tratamiento vaya a hacer tal o cual cosa sobre ese sistema inmunitario (que también, pero eso lo dejo, de momento, aparte), sino que esos dos jarabes, o mejor dicho las empresas dueñas de esos dos jarabes tienen algo en común que tiene poco que ver con la química. Entre sus accionistas mayoritarios están Vanguard, Blackrock, State Street, Fidelity…
Y ¿quiénes son esa gente? Pues fondos de inversión especulativa que, además de invertir en la industria farmacéutica, controlan hoy por hoy, con cifras de inversiones de muchos (pero muchos, muchos, muchos) miles de millones de dólares o de euros, los índices más importantes de las bolsas mundiales (en España está presente en prácticamente TODOS los valores del IBEX35), los grandes medios de comunicación (en España son grandes accionistas de Atresmedia, de Mediaset o de Prisa), y además poseen enormes participaciones de deuda de los estados.
Ah, un dato adicional: Pfizer está dejando caer que vamos hacia un escenario de «vacunación crónica» en la que toda la población deberá vacunarse al menos una vez al año, preferiblemente cada seis meses.
Es decir, hacia un escenario de miles de millones de dosis anuales que los estados comprarán sí o sí, a unos 15 euros por chupito. Por decreto.
Y ahora piensen fríamente si confían tranquilamente en la independencia de bancos (¿les he dicho que son grandes accionistas del Santander o BBVA?), gobiernos híperendeudados o grandes medios a la hora de contarnos sobre la fiabilidad y seguridad de los productos que venden sus propios dueños.
Vuelvo al inicio: yo no soy conspiranoico. Sólo tengo la mala costumbre de leer alguna letra pequeña y de no creerme a ciegas todo lo que dicen los dueños sobre sus productos en los anuncios. Si usted quiere creer en todo lo que le cuentan y no leer jamás las condiciones para así no llevarse disgustos, allá usted. El miedo es libre. Pero es SU miedo, no el mío.
Piensen en las consecuencias que tendría un «tropiezo» de Blackrock o de Vanguard. A quién le afectaría. Y qué estarían dispuestos a hacer los «interesados» (es decir, que su interés depende en alguna medida de esos gigantes) para evitar esos problemas.
Pues ya está.
«Es la economía, estúpido». El capitalismo y el libre mercado en su máxima expresión. Liberales, inclinad vuestra testuz ante ellos.
3 comentarios en “Vacunas: ¿conspiraciones o intereses?”
José Enrique Florencio Domínguez
Efectivamente. Es el negocio del siglo. Y yo no me presto a esos negocios sucios, ni pienso jugar a la ruleta rusa haciendo de cobaya para una vacuna que no han tenido tiempo de experimentarse. Porque todos sabemos que cualquier vacuna se prueba durante años antes de salir al mercado, primero en animales y luego en humanos, para estar seguros de que es eficaz y ver qué contraindicaciones pudiera tener (por algo se han blindado legalmente las empresas farmacéuticas). Y esos experimentos los hacen con voluntarios. Hoy en día te hacen firmar para cualquier operación de cirugía mayor o cualquier otra cosa de esa envergadura, y este experimento lo están imponiendo a la fuerza. Menos mal que todavía no es obligatorio; a mí me tocaba el martes pasado, y no me dio la gana de ir. Y eso que nunca he estado en contra de las vacunas; tanto en mi infancia como en la mí me las pusieron a montones. Tampoco quiero ponerme vacunas en cuya investigación y preparación se hayan utilizado células procedentes de abortos; de momento no hay otra alternativa (dicen que la rusa Sputnik no se ha hecho así, pero en España no está disponible, y en todo caso no deja de ser un experimento que no se sabe cómo va a terminar). ¿Qué clase de vacuna es una que te la ponen y todavía tienes que seguir vacunándote más veces, no digo una de refuerzo a los pocos años, sino cada pocos meses o una vez al año? ¿De qué sirve ponérsela si todavía tenemos que seguir llevando bozal o mordaza y manteniendo las distancias porque todavía podemos ser contagiosos? Esto es el timo más grande de la historia. Y encima nos coaccionan para que si no nos vacunamos no podamos viajar ni entrar en según qué sitios. Más control todavía.
Javier Urcelay
En general, todos los que están en contra de vacunarse contra el Covid empiezan afirmando que no son antivacunas, para pasar a desplegar inmediatamente después todos los argumentos esgrimidos habitualmente por los colectivos antivacunas.
En el poco tiempo transcurrido desde su introducción, las vacunas contra el covid llevan ya probablemente salvadas muchas vidas. Pregúntenlo si no en las residencias de ancianos.
Sin vacunas no es fácil pensar como podríamos salir de la actual situación. Naturalmente que hubiera sido preferible disponer de diez o doce años para haber podido estudiarlas en profundidad antes de empezar a aplicarlas, pero la pandemia no nos ha permitido disponer de esos plazos. Y ni podemos vivir permanentemente rodeados de restricciones, ni podemos hacer vida normal como si aquí no pasara nada.
Y las farmacéuticas que las comercializan, son las mismas que fabrican los productos contra el colesterol, la diabetes, la hipertensión o los antibióticos que nos tomamos todos los días. ¿También a ellos les ponemos objeciones por quienes son los fondos de inversión propietarios de sus acciones?
José Alfonso Delgado
Soy médico, llevo estudiando la presunta pandemia desde su comienzo y, me conozco toda la literatura a favor y en contra de las vacunas y de la presunta pandemia. Al final, conociendo (más o menos) el lado luminoso y el “lado oscuro de la fuerza”, finalmente me he vacunado con ModeRNA, primero, porque son más los datos a favor que en contra (aunque nadie conoce el efecto a largo plazo y -esto es muy importante-, el “epigenético” del RNAm alienígena en la célula humana. Y porque estoy dos veces trasplantado de hígado y soy paciente de muy alto riesgo.
Pero en realidad, vacunarse o no es una apuesta a caballo ganador en torno entre 10/1 y 15/1.
Hagan sus apuesta si, señores.