Unos romances de Pemán
En nuestras manos conocido álbum titulado “Por Dios por la Patria y el Rey”, publicado en 1940 por Ediciones Españolas S. A. Se trata de ocho romances de José María Pemán acompañado de sendas estampas de Carlos Sáenz de Tejada.
Conocimos el álbum en nuestra niñez, al tiempo de su publicación. Nos deleitamos con las estampas y nos aprendimos los romances.
Nos llevamos un gran chasco cuando, años más tarde, supimos que José María Pemán era un alto cargo del juanismo. ¿Cómo es posible que un destacado partidario de la dinastía liberal escribiera unos romances exaltando al Carlismo? La respuesta vino inmediatamente: el poeta buscaba la belleza, para poderla cantar, y no hallaba la belleza en la dinastía liberal ni en sus defensores. Tuvo que recurrir al Carlismo. Nada hay en la dinastía liberal, ni en sus partidarios, que pueda ser objeto de un romance. A no ser que sea burlesco.
Las estampas y los romances vienen precedidos de una introducción del mismo Pemán. Trascribimos algunos párrafos de la misma. Dicen así los iniciales:
Corre por toda la Historia de España, y es su sostén, su cimiento y en los instantes decisivos su salvación, una fuerte e impetuosa corriente vital, hecha de valores elementales y humanos, resistentes a todo cambio y desfiguración.
Casi al final:
Llegan estos romances hasta la Cruzada Nacional del 18 de julio, que es también un último rebrote y erupción de esa corriente vital, salvadora de que hemos hablado en estas líneas.
Para terminar:
España repasa siempre su cartilla en las consignas sagradas de la Tradición y en las cinco notas elementales del registro manual del “chistu”. El Oriamendi está otra vez colocado antes de toda retórica. Es España que deletrea y hace escalas para volver a empezar.
Ha querido la casualidad que escribamos estas líneas en la maña del Primero de abril de 2019. Y, con nuestra imaginación hemos vuelto a aquellos años inmediatos a la Victoria en que España hacía escalas para volver a empezar. La situación actual es todo lo contrario de lo que nos prometíamos aquellos años: Los vencidos de 1939 mandan hoy. España no ha vuelto a empezar, ha vuelto a su ocaso.
Recordamos aquellos tiempos. En 1936, al fallecer don Alfonso Carlos, se extinguió la Dinastía Legítima. Para nosotros ello constituyó una desgracia. Para otros, Pemán entre ellos, era una oportunidad de que terminase en conflicto dinástico que había dividido a los españoles. Ya podían los partidarios de los descendientes de Dª. Isabel cantar las glorias del Carlismo. Porque, para Pemán y los de su línea doctrinal, las glorias del Carlismo eran también suyas. La Dinastía, que había sido la puerta de entrada de la Revolución, era ahora la defensora de la Tradición. Así lo había demostrado don Juan, en 1936, presentándose en Somosierra tocado con la Boina Roja. Así lo había demostrado en otras muchas manifestaciones.
¡Craso error! Esa Dinastía es prisionera de la Revolución. Y siempre volverá la los principios de la Revolución. No importa que haya sido destronada dos veces por ella. Es la querencia malsana del traicionado que siempre vuelve a los brazos de la traidora.
Pocos años fueron necesarios para que se manifestase don Juan en su verdadero ser. Hoy cantan sus seguidores su sacrificio al defender los principios de la democracia. SE vio claro que restaurar la monarquía en la persona de don Juan era traicionar la Victoria de 1939. Por eso prescindieron de él y pusieron sus esperanzas en su hijo.
El resultado lo tenemos a la vista. Una vez más España ha sido traicionada y entregada a la Revolución.
Ya hemos visto las consecuencias. Como en 1936, España se resiste a morir. Los partidos políticos que sustentan la Constitución de 1978 están desprestigiados. Los españoles quieren otra cosa. De nuevo asoma esa “corriente vital” que menciona Pemán, de la que se ha alimentado el Carlismo a lo largo de su historia. Pero que es anterior al Carlismo y nace del íntimo ser de España.
A todos los desengañados, que hoy piden otra cosa, nos dirigimos recomendándoles que mediten en lo ocurrido después de 1939 para evitar caer en los mismos errores. La Revolución ha fracasado una vez más. La solución la tenemos en casa: es la Tradición de un pueblo que venció al Islam, puso un dique a la Reforma y, en frase del mismo Pemán, supo seguir sobre el azul del mar el caminar del sol, para incorporar a la Civilización cristiana nuevos pueblos.