Reformar la constitucion (II). Las ideologías
IDEOLOGÍA es un término inventado por el filósofo idealista Hegel para designar “un sistema de pensamiento, coherente consigo mismo, pero que no tiene en cuenta la realidad. Un pensador mejicano ha dicho que las ideologías “tratan sobre el hombre, pero sin tener en cuenta a los hombres”.
Allá, a finales de la década de los cuarenta del pasado siglo, recordamos haber leído en la revista tradicionalista “Misión”, que un político seguidor de una ideología es como un médico partidario de la aspirina. Al enfermo le receta, por sistema, aspirina. Cuando empeora, aumenta la dosos de aspirina. Y cuando se muere dice que no le administró suficiente aspirina.
Dado que las ideologías no tienen en cuenta la realidad, es imposicle que quienes profesas distintas ideologías se pongan de acuerdo. Por eso, cuando elaboraron la vigente Constitución, los redactores llegaron a un “consenso”.
Ambos términos son sinónimos. Sin embargo tienen distinto matiz. Se ponen de acuerdo los discrepantes que tienen en cuenta la realidad; que crceen en la existencia de la verdad. En principio discrepan. Pero juntos estudian el problema, conscientes, cada uno, de las limitaciones de sus conocimientos. Después de un estudio llegan al conocimiento de esa verdad y se ponen de acuerdo.
Los ideólogos que elaboraron nuestra Constitución eran conscientes de las diferencias existentes entre las ideologías que profesaban. Sabían, de antemano, que tendrían que ceder. Estaban dispuestos a ello, pero siempre que fuera lo menos posible. No les guiaba la búsqueda de la verdad, en la que no creían o, al menos, pensaban que podían prescindir de ella. Les interesaba sacar un documento que dejase contentos, o lo menos descontentos posible, a los participantes en la redacción. Y unos cedían a cambio de lo que cedían los otros. Todos aportaban frases bonitas capaces de seducir a los españoles. Y salió un engendro. Los que lo denunciamos como tal, acertamos. Y el tiempo nos ha dado la razón. Hoy son muchos los que piden su reforma. Y en estas líneas, intentamos advertirles para que no caigan en los errores de entonces.
Repetimos que cambiar la redacción de la actual Constitución no servirá para nada.
La Constitución actual no sirve. Si no sirve es porque tiene alguna carencia. Entonces lo que procede es subsanar esa carencia. Prescindir de ideologías y de frases bonitas. Y redactar una ley que, respetando los principios fundamentales que ya hemos reseñado, subsane esa carencia. Y si para ello hay que conculcar algún principio de la actual Constitución, se conculca. Antes es la justicia que los textos legales.
Luego habrá que resolver otros problemas. Así iremos dotándolos de un cuerpo legal, forjado a partir de las necesidades reales de nuestro pueblo, que hará posible la convivencia. Que el proceso requiere tiempo. Tiempo requirió la formación de España. Tiempo requiere toda construcción. Y de construir es lo que se trata. Pues la actual Constitución no es más que una tramoya teatral, una apariencia.
Eso es lo que han venido haciendo británicos y norteamericanos. Países que se nos ha puesto como modelos de democracia. Copiemos lo que es útil. Porque lo que se hizo en 1978 fue copiar la apariencia.