¿Dónde está esa legión de gentes de bien, de biempensantes?¡QUE SALGAN YA DEL ARMARIO!
El despótico sistema político que sufrimos ha venido a ser implantado por oligarquías usurpadoras de poder, poder y recursos que deberían estar en manos de los cuerpos sociales naturales. La sociedad se crea de abajo hacia arriba, de la base a la cúspide, según sus propias necesidades.
El sistema ha subvertido el orden natural, creando una sociedad artificial, desde arriba hacia abajo, dónde cuerpos extraños, como parásitos acoplados entre el aparato del estado y la sociedad civil, chupan poder y recursos que deberían ir destinados al desarrollo de la vida social —principal causa de la corrupción connatural y definitoria del sistema—, dejando morir a la sociedad civil natural por inanición, mediante multitud de leyes injustas.
No es casual. Se trata de impedir, represivamente, que la sociedad civil natural pueda rebelarse contra la injusticia manifiesta que encarna el sistema, dejando indefenso al individuo, aislado, frente al aparato del estado. Es más, ha establecido en las mentalidades la idea de que todo tiene que estar legislado, restringiendo, coercitivamente, cada vez más la capacidad de hacer, de decidir, en definitiva la libertad de pensar y obrar, como ya expresara Tácito, «muchas son las leyes cuando la república es corrupta» [“et corruptissima republica plurimae leges”].
Vivimos un sistema organizado por el “miedo”, instalado en los corazones de los hombres. Unos, por los “respetos humanos”, por el “qué dirán”, o, como Esaú, menosprecian la primogenitura (por beber y comer el pan y el guisado de lentejas, que le diera Jacob) y temen perder esas migajas que le son vomitadas. Otros, porque parecen vivir en una burbuja donde, aparentemente, se sienten falsamente seguros, pero que, aunque no quieran, se ven afectados por la podredumbre que les rodea, aunque la traguen tapándose la nariz. Estos son, principalmente, quienes vendrían obligados a dar ejemplo de valentía y firmeza, guiando al rebaño desorientado. Los más, por el miedo a las represalias que el sistema impone condenando al ostracismo, la miseria y el hambre a quien se atreva a desafiarlo.
Todos ellos colaboran, de una u otra manera, con quienes se presentan, falsamente, como amigo cercano, pero que, cada cuatro años, con un beso, traicionan la Verdad, disfrazando las virtudes con la estúpida y variable expresión de “valores” y sustituyendo el bien común, por el “interés general” —generalmente su propio interés—, embolsándose las treinta monedas de plata que arrojan los sumos sacerdotes de los parlamentos.
¿Dónde está esa legión de gentes de bien, de biempensantes, los herederos de la sangre derramada durante siglos, que diariamente se queja de los absurdos derroteros a los que nos ha traído este inicuo sistema injusto de violencia metódica de las conciencias?
Ha llegado un momento en que se requiere necesaria e imperiosamente una reacción ante tanta acción destructiva despótica, un rescate, una reconquista de la sociedad civil natural. Pero para quebrar la adormecida conciencia por el adocenamiento que el propio sistema despótico imprime en la sociedad, inhibiendo su vitalidad, es necesario el auxilio, donde todos sumen, cada uno en su orden. La responsabilidad de la reacción y, sobre todo, por la omisión, es personal. No sirve el cobarde “ya vendrá alguien a redimirnos”.
¡Para cuando van a salir del armario!
DEDICADO A J. FERMÍN, QUE CON SU GRITO INSPIRÓ ESTAS LETRAS