Primeros pasos del Mundo Feliz
(por Javier Urcelay)

La novela “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, escrita hace casi cien años, comienza con la visita de un grupo de alumnos al Centro de Incubación y Acondicionamiento de la Central de Londres, en cuya tarjeta figuraba Comunidad, Identidad, Estabilidad, la divisa del Estado Mundial. La misión del centro era la producción de individuos humanos diferenciados en los diferentes subtipos, dependientes de la función social a la que fueran asignados.
El resto de la novela presumo que la conoce el lector. Más que una ficción distópica, constituye el verdadero guion del itinerario del mundo en el que nos adentramos.
La revista LabMed Discovery ha publicado la revisión de unos 40 estudios de investigadores chinos sobre la aplicación de la Inteligencia Artificial (IA) en procesos de fertilización in vitro y salud reproductiva, en particular en la evaluación automatizada de la “calidad” de los embriones. En la actualidad las tasas de éxito de la FIV se sitúan en torno al 30%, debido a la dificultad de seleccionar los embriones más sanos función de sus características morfológicas y morfocinéticas.
Biotech Magazine & News, que da cuenta del trabajo aparecido en LabMed Discovery, plantea las preocupaciones éticas asociadas a este uso de la IA en las tecnologías de reproducción asistida, citando como principales “la autonomía del paciente, la privacidad de los datos y el acceso equitativo”. Los derechos del ser humano en desarrollo y el descarte de los embriones humanos considerados “subóptimos” -síndrome de Down, por ejemplo, pero también «imperfecciones» mucho más banales que vendrán después- – han dejado hace mucho tiempo de considerarse parte de esas preocupaciones éticas. Es el corolario inevitable de cuando se consideró el aborto un derecho.
El diario El Mundo, en su edición del 16 de noviembre pasado, publicaba un reportaje sobre la empresa para modificar los genes de los bebés creada por el empresario tecnológico Sam Altman -uno de los padres del chatGPT- y su «marido» Oliver Mulherin. Ambos forman parte de un grupo de multimillonarios de Silicon Valley que han invertido en Preventive, una nueva empresa creada para traer al mundo niños genéticamente modificados. No es más que una muestra más de la carrera emprendida para vender tecnología para producir bebés a la carta.
Como cabría esperar, el propósito inicialmente declarado es que no nazcan niños que estén expuestos a determinadas enfermedades hereditarias; pero el “menú” de posibilidades es mucho más amplio, como a nadie se le escapa. Y ya conocemos la dificultad de parar a mitad de camino la bola lanzada por la pendiente. Es la misma estrategia que se ha utilizado en el pasado tantas veces.
La empresa Nucleus Genomics ha colocado este mes de noviembre 1.000 anuncios en los callejeros de Nueva York, otros 1.000 en vagones y estaciones de metro y docenas de paneles urbanos en el barrio del Soho con el slogan “Tenga el mejor hijo”, animando a los padres a diseñar sus propios bebés. El argumento esgrimido es que la genética y la IA han transformado silenciosamente “las posibilidades de las familias y casi nadie lo sabe”.
Animo a releer la novela de Huxley. La tecnología reproductiva que ahorra a las mujeres las incomodidades del embarazo y el parto y garantiza a la sociedad los “controles de calidad” necesarios de la población, no ocupan más que las primeras páginas. El resto nos describen los ingredientes de un porvenir al que parecemos encaminarnos, empeñados en convertir la distopia de una novela en la realidad de nuestro futuro.
Nos adentramos aceleradamente en el mundo feliz. Un mundo de realidad virtual, con pantallas sustituyendo a ventanas como conexión con el mundo exterior, avatares suplantando a nuestro yo en las relaciones interpersonales, centrales de abastecimiento ideológico a escala mundial, placeres ilimitados con solo pulsar un botón, viajes sin desplazamientos a través de ilusiones de los sentidos, escapismos bioquímicos para hacer frente a cualquier adversidad, reseteamiento de la memoria para eliminar los malos recuerdos, ocultamiento de la muerte, y suicidios asistidos para los que han perdido el placer de vivir.
Inteligencia artificial y policías digitales controlando como un Gran Hermano nuestras vidas. bajo los que se esconderán nombres ocultos sin más atisbo moral que la codicia y la ambición de poder. Un nuevo gobierno mundial, incontrolado e incontrolable ordenando desde Silicon Valley o Shanghái nuestras vidas y haciendas.
Un mundo en el que la técnica habrá sustituido a la naturaleza, y el Hombre a Dios. En el que nadie habrá visto jamás un cielo estrellado, un parto natural o una muerte, y en el que cualquier desastre o fenómeno de la naturaleza se verá como una intolerable imprevisión.
Pasaremos de la fascinación inicial, del asombro de los primeros días, a la mansa sumisión durante las décadas siguientes. Un mundo feliz, en el que un inmenso rebaño de individuos condicionados desde su más tierna infancia -o desde la probeta- encontraran la “felicidad” -previamente definida y planificada- que se les servirá desde los poderes mundiales. Un mundo en el que se habrán desterrado, escondido o disimulado toda apariencia de dolor o sufrimiento, considerados indeseables aguafiestas de la nueva humanidad feliz.
El espanto ante ese mundo sutilmente, pero profundamente, deshumanizado -sin dolor no hay amor- quedará circunscrito a un pequeño grupo de «inadaptados» que serán considerados seres antisociales, y sufrirán por ello persecución o desprecio. Una minoría de hombres y mujeres empeñados en mantener, como su mayor bien, el núcleo de lo que nos hace personas, es decir, seres libres dotados de inteligencia y voluntad.
Las primeras señales ya se leen en los titulares de los periódicos. Aún quizás estemos a tiempo de reaccionar.
¿O será ya tarde?

Un comentario en “Primeros pasos del Mundo Feliz”
Enrique M. de Goicoechea
Pasaremos de la fascinación inicial, del asombro de los primeros días, a la mansa sumisión como bien dices, gracias a la ilimitada estupidez humana que facilitará este transito la totalitarismo de un o unos pocos gobiernos en el mundo, uno de los cuales será el gobierno de la Unión Europea que nos está llevando al precipicio. Confío en el buen sentido de don Quijote, cuando dijo a Sancho aquello de que:
– Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca.