Javier Urcelay escribe “Carlistas en los altares”, una propuesta más atractiva que la de influencers de hoy
(Una entrevista de Javier Navascués).-
Javier Urcelay Alonso (Madrid, 1954) es autor de diversos libros de investigación histórica, centrados fundamentalmente en la historia del Carlismo, y es fundador del Museo Carlista de Madrid, situado en San Lorenzo del Escorial. Ha publicado también varios libros y múltiples artículos e impartido conferencias sobre cuestiones de doctrina social cristiana.
¿Por qué decidió escribir el libro Carlistas en los altares?
A lo largo de los últimos casi ciento noventa años, desde el comienzo de la Primera Guerra Carlista en 1833, se han publicado un gran número de libros y estudios sobre el carlismo, abarcando una gran variedad de temas relacionados con el mismo.
Sin embargo, llamativamente, ninguna de estas obras se había dedicado monográficamente a presentar a los santos, beatos y venerables siervos de Dios que militaron en las filas carlistas o se identificaron con los ideales del tradicionalismo. Con mi libro, he pretendido contribuir a llenar ese vacío y, sobre todo. llamar la atención de los investigadores para que se animen a profundizar, con estudios específicos, en la figura de estos santos, beatos y venerables, la mayoría de los cuales, de vidas admirables, no cuenta con una biografía sobre su figura.
¿Por qué cree que, como afirma, de los muchos estudios sobre la historia carlista, ninguno se había centrado hasta ahora en la nómina de carlistas que han sido canonizados por la Iglesia o están en proceso de serlo?
El rey carlista Carlos VII instituyó en 1895 la Fiesta de los Mártires de la Tradición, que desde entonces se celebra por parte del carlismo cada 10 de marzo, para conmemorar a los “que desde el principio del siglo XIX han perecido a la sombra de la bandera de Dios, Patria y Rey en los campos de batalla y en el destierro, en los calabozos y en los hospitales”. Esta gran solemnidad ha tenido como efecto negativo indirecto, que nos hayamos acostumbrado a tratar de forma colectiva y genérica a esa multitud de hombres y mujeres que sacrificaron vidas y haciendas al servicio de la Santa Causa, en lugar de individualizar cada uno de los casos, o al menos destacar de entre ellos a los que, independientemente de ser honrados por el carlismo, han sido propuestos por la Iglesia para su veneración por el conjunto de los creyentes, de la Iglesia universal o de la Iglesia local.
Por otra parte, muchos de los carlistas o tradicionalistas de esa nómina a la que nos venimos refiriendo, fueron beatificados o declarados venerables como mártires de la terrible persecución religiosa llevada a cabo por los social-comunistas durante los años de la Guerra Civil de 1936 a 1939. Sus procesos estuvieron paralizados durante décadas, hasta que san Juan Pablo II -que venía de una Iglesia martirial como era la polaca durante la era comunista-, decidió olvidarse de los respetos humanos y abrir la puerta a las beatificaciones. Desde entonces, son más de mil los mártires españoles de los años 30 que han sido beatificados o están en proceso de serlo, y muchas veces agrupados por diócesis en procesos que incluían decenas o incluso centenares de nombres. Ello ha sido causa, también en este caso, de esa misma disolución de cada figura particular en el conjunto, y ha hecho que a muchos pasara desapercibida la circunstancia concreta de cada uno de los mártires, incluida, en un buen número de ellos, su condición de miembros de la Comunión Tradicionalista.
¿Por qué es bueno que conozcamos los nombres y sus vidas?
Hoy invertimos mucho tiempo, a veces de forma inconsciente, en mantenernos al día de las vidas y hazañas de muchas personas más o menos famosas: deportistas, cantantes, políticos, artistas, presentadores de TV … y los medios de comunicación y las redes sociales nos informan de sus idas y venidas y se hacen eco de cada una de sus ocurrencias. Implícitamente se nos presentan como referentes o como modelos. Incluso, en algunos casos, se denominan a si mismo influencers.
Los cristianos, sin embargo, sabemos que el único éxito que importa es ganar el Cielo, porque, como dice el Evangelio y repetía San Ignacio a su compañero Javier, “¿de qué sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”.
Los éxitos y los fracasos humanos son muy relativos, si les aplicamos la ley del “tanto cuanto” que nos propone el mismo San Ignacio en los Ejercicios. Piénsese en grandes fracasados a ojos humanos, como Carlos de Foucault o San Luis Mª Griñón de Monfort, por ejemplo, y que, sin embargo, alcanzaron el único “éxito” que importa: el de la santidad que nos permita alcanzar la Vida Eterna.
Son esos hombres y mujeres que acertaron en lo fundamental, que tuvieron éxito en alcanzar el fin para el que fuimos creados, los santos, los que constituyen verdaderos modelos, en los que podemos encontrar verdaderos referentes, los que son tan influencers que ejercen como verdaderos intercesores ante Dios. ¡Esa si que es una influencia que nos interesa!
Leer y saborear las vidas de los santos, familiarizarse y tener trato con ellos, es siempre un acicate para nuestra vida espiritual y fuente de inspiración y gracia.
¿Podría darnos datos estadísticos sobre el número de ellos?
En el libro se recoge una breve biografía de 43 santos, beatos y siervos de Dios carlistas en proceso de beatificación. Mientras que es seguro que son todos los que están, tengo también la convicción de que la lista no abarca todos los que son, puesto que los recogidos son solo aquellos en los que consta de una manera fehaciente su militancia o simpatías por el carlismo, pero hay otros muchos que, sintiéndose igualmente tradicionalistas o simpatizando con el tradicionalismo, no dejaron constancia documentada de ello. Entre otras cosas porque en la zona roja, durante la Guerra Civil, manifestarse simplemente como católico ponía en riesgo la vida.
¿Cuáles son a su juicio los santos carlistas más influyentes?
Aunque como seglares, nos sintamos atraídos por quienes se santificaron en nuestro mismo estado, creo que los santos, beatos y venerables carlistas más influyentes son probablemente los sacerdotes, religiosos y religiosas que fueron fundadores de Congregaciones religiosas. A ellos se dedica la primera sección del libro, en el que se recogen personalidades de la influencia y talla de Santa Joaquina Vedruna, la madre Janer o mosen Domingo y Sol, por citar solo tres ejemplos.
Su obra e influencia se extendió más allá de nuestras fronteras, y perdura a través de la labor de sus hijas e hijos, que viven en su espiritualidad el carisma de su fundadora o fundador. En cuanto a la popularidad entre quienes hoy se sienten carlistas, destaca el nombre de Antonio Molle Lazo, aún no declarado Venerable y cuyo proceso avanza despacio, por la resistencia de algunas autoridades eclesiásticas a beatificar a un “combatiente” en la Cruzada. Confiamos en que estas cautelas se superen y podamos verle pronto entre los mártires venerados en los altares.
Además de por la figura de António Molle, personalmente me siento atraído por la de José María Corbín, martirizado con 22 años, y cuyo padre -también carlista, como ya lo había sido su abuelo- fue también vilmente asesinado en Valencia al comienzo de la Guerra Civil. Cinco de sus nueve hermanos fueron sacerdotes o religiosas.
¿Cómo ha sido el proceso de investigación para poder acceder a clasificar todos los santos carlistas?
Como he señalado al principio, el libro aporta unos apuntes biográficos de cada siervo de Dios reuniendo información fácilmente disponible en internet. El propósito ha sido proporcionar una primera nómina de nombres sobre los que llamar la atención, para atraer a otras personas a su estudio e investigación más en profundidad. De un número de ellos existe bibliografía, incluso abundante, especialmente de los canonizados, pero de la gran mayoría ni siquiera se ha publicado una biografía básica, en particular de los mártires del siglo XX.
¿Por qué cree que ningún otro movimiento político en el mundo tiene este elenco de correligionarios canonizados, beatificados o proclamados venerables?
El carlismo ha puesto a Dios en primer lugar de su trilema permanente de Dios, Patria y Rey. Ha luchado siempre en defensa de la Religión y la Iglesia, durante los períodos de anticlericalismo y persecución que desgraciadamente han surcado nuestra historia contemporánea.
La unidad católica de España fue siempre el fundamento de nuestra nación y el motor de sus glorias pasadas. El Reinado Social de Cristo, proclamado por Pío XI en la encíclica Quas Primas, ha sido siempre la mejor síntesis de los ideales del Tradicionalismo. El grito Viva Cristo Rey ha sido en muchas ocasiones pronunciado por los mártires como la última proclamación de su fe, a las puertas del martirio.
Es lógico que los católicos más consecuentes encontraran en el carlismo y en el tradicionalismo la opción política que mejor se ajustaba a su fe y la doctrina social de la Iglesia.
Ningún otro partido ni movimiento político en España ha considerado a su causa Santa, por ser la causa del mismo Cristo.
¿Por qué ningún carlista y ningún católico que ame la tradición, debería dejar de familiarizarse con sus nombres y encomendarse a su intercesión?
La Comunión de los Santos es un dogma central de nuestra fe. La iglesia peregrina no está sola, sino que lo hace acompañada de la Iglesia purgante y de la Iglesia triunfante, formada por los santos del Cielo, que en la presencia de Dios interceden por nosotros. Encomendarse a la intercesión de los santos es movilizar esa inmensa energía espiritual para nuestro bien.
En la tradición cristiana, cada uno recibíamos en el bautismo el nombre de un santo, santa o advocación, llamado a ser nuestro patrono por excelencia, nuestro intercesor en el Cielo. También tenían patronos las profesiones, las corporaciones profesionales, que invocaban su protección e intercesión a santos que envida habían sido uno de ellos: farmacéutico, labrador, músico…. Dentro de la misma lógica, parece natural que los carlistas se sientan atraídos por los santos o siervos de Dios que compartieron su mismo credo político.
Hoy hemos perdido conciencia del valor y profundo significado de todo ello. Es urgente volver a venerar a los santos y confiarnos a su intercesión.
¿Por qué es también importante pedir por la beatificación de los que se encuentran aún pendientes de que su proceso llegue a término?
Si la Iglesia peregrina debe pedir la intercesión de la Iglesia triunfante, también los siervos de Dios o mártires o que murieron en olor de santidad deben contar con nuestras oraciones para alcanzar la Gloria, y para que la misma pueda manifestarse en el culto de la Iglesia para bien del pueblo fiel. Para la beatificación de una persona declarada Venerable, la Iglesia pide un signo en forma de milagro. Y esos milagros pueden producirse si los pedimos y Dios tiene a bien llevarlos a cabo como señal de su complacencia con ese siervo de Dios.
¿Por qué los santos y siervos de Dios carlistas deben ser para la juventud y para la sociedad en general un gran modelo a imitar?
Creo haber contestado ya anteriormente. Dicho en pocas palabras, sería: porque no podemos equivocarnos en lo fundamental. Porque si no tratamos de ser santos, estamos perdiendo el tiempo. Porque los santos son modelos probados, y los hay de todos los perfiles, de todas las edades, de todas las circunstancias, de todas las procedencias y vocaciones, para que cada uno podamos elegir el que mejor se adapta a las nuestras.
Pero, sobre todo, como ya dije, porque los santos no sólo son modelos, sino también influenciadores, que nosotros llamamos preferimos llamar intercesores: pueden influir sobre nosotros a través de su ejemplo, para modelarnos en la virtud; pero pueden, sobre todo, interceder ante Dios, en nuestro favor.
¿Cómo se puede adquirir el libro y por qué es importante tenerlo en la biblioteca?
El libro ha sido editado por el Museo Carlista de Madrid y se encuentra a la venta en Amazon, a un precio muy asequible, y en encuadernación en tapa blanda o dura, según preferencias. En librerías no se encontrará porque carecemos de la distribuidora necesaria para ello.
Animamos a todos a que se hagan con esta obra y contribuyan a la difusión de los santos y venerables que en ella se contienen y que se identificaron con la causa de la Tradición española.