Predicar a tiempo y a destiempo
(Por María José Bou Bertomeu) –
Bastantes personas nos sentimos fuera de órbita. Que a ciertas modas o actitudes se diga que es progreso deberíamos de ponerlo en duda. Más da la sensación de que es un retroceso. La ciencia y la tecnología avanzan, pero si miramos muchas costumbres que la gente ha adoptado hoy en día como propias y normales, nos llevaría a la antigüedad cuando por sus aberraciones la humanidad fue castigada por Dios. A pesar de todo Dios fue educando, por medio del pueblo elegido, y después Jesús con su venida al mundo lo perfecciona, para que nos comportemos correctamente, para respetar y amar a Dios y al prójimo.
En la actualidad los medios de comunicación, en especial la TV, instruyen a la población y la mayoría lo asimila todo de tal manera que lo que dice el famoso o el político de turno es para muchos como una verdad religiosa o norma de conducta. El resultado de esto es ver como incluso bastantes católicos que van a misa son partidarios de cosas tales como el aborto, la eutanasia, las infidelidades en el matrimonio, las uniones homosexuales, etc. Hay demasiados que hablan de ello como si fuera la cosa más natural del mundo y encima hasta creen que es bueno. Más aquellos que hablan en TV de estas cuestiones en una gran mayoría ni creen, ni respetan a Dios y no hay nadie de autoridad que diga que estas cosas son graves pecados que ofenden a Dios.
Esto es un toque de atención para nuestros sacerdotes, porque la autoridad que tiene un consagrado para hablar de estos temas, no la tiene un seglar y se debe de hablar de estas cuestiones, no en grupitos reducidos, sino desde el pulpito. Así en Mateo Cap. 10 V. 27. Dijo Jesús: “Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a la luz. Lo que escucháis al oído, proclamadlo desde las azoteas”.
Aparte de esto una llamada a la alta jerarquía de la Iglesia, pues nos hace mucho que pensar sus largos años de silencio, pues son muy pocos los arzobispos y cardenales, que hablan de estas cuestiones. No es cuestión de juzgar, pero sí de denunciar toda ofensa a Dios Padre, tal como lo hizo Jesús cuando estuvo entre los hombres.
Si es que muchas personas están ciegas, porque piensan y hacen lo que no deben, no seamos los cristianos católicos quienes suframos de esa ceguera. En cuestiones como el aborto y la eutanasia, deberíamos recordarles que Dios es el que da la vida y Él es el único que debe decidir cuando una persona tiene que entrar o dejar este mundo. No a la Eutanasia, no al aborto, somos criaturas y no somos Dios. Él es el principio y fin. Debemos de obedecer los diez mandamientos y entre ellos está el “no mataras”.
No basta que hable un Juan Pablo II, o Munilla, o Cañizares, o Reig Pla y es posible que unos pocos más. Es necesario que estos temas, aunque sean espinosos, los sacerdotes católicos, desde sus pulpitos prediquen a sus fieles. Una palabra, una corrección a tiempo evita muchos males y desgracias.
Leyendo las Sagradas Escrituras en Ezequiel Cap. 33 V.7 al 9 dice así:” Hijo de hombre yo te he constituido a tí centinela del pueblo de Israel. Cuando te hable les advertirás de mi parte. Si cuando yo diga al malvado ¡Eres reo de muerte! Tu no le adviertes para que deje su conducta el malvado morirá por su maldad pero yo te pediré cuentas de su muerte. Sin embargo, si tu adviertes al malvado acerca de su conducta para que se corrija, y él no se corrige, morirá el por su maldad, y tú habrás salvado la vida”.
Como decía santa Teresa de Jesús: “Dios no se muda, Dios no se cambia”. El pecado tiene la misma
gravedad ante Dios ahora, que hace miles y miles de años y la misma obligación tenia de corregir el profeta en la antigüedad, que hoy en día lo tienen los sacerdotes de la Iglesia. El párroco o sacerdote tiene una gran responsabilidad ante Dios, pues debe ser centinela que guarde y mire por su rebaño, pues es figura de Cristo el Buen Pastor, que cuida de sus ovejas. La obra de misericordia corregir individual o colectivamente al que sigue el mal camino es un acto de amor al prójimo. El sacerdote es un instrumento de Dios y debe ser como un padre. Los buenos padres corrigen a sus hijos, por lo tanto los sacerdotes deben de corregir a sus fieles.
El tener voz y hablar de estas cuestiones puede dar lugar a que si somos pocos hoy en día en las iglesias puede que seamos menos, pero vale más ser coherentes con nuestra fe, porque por tiempo lo poco que es bueno, se multiplicará en abundancia y bendiciones. Pues como decía San Pablo en 2º de Timoteo en el Cap. 4v. 1 al 2: “Ante Dios y ante Jesucristo que manifestándose como Rey ha de venir a juzgar a vivos y a muertos, te ruego encarecidamente. Predica la palabra insiste a tiempo y destiempo, corrige, reprende, exhorta, usando la paciencia y la doctrina. “
Jesús murió en la cruz sin merecerlo y fue el pecado de la humanidad lo que le llevo a morir en esta. Pero Él venció a la muerte con su resurrección. Estos hechos hicieron posible que a la humanidad se les abrieran las puertas del Reino de los Cielos, debemos de estar agradecidos por la gran Misericordia, que ha tenido Dios con la humanidad, y esto debe llevarnos a una total conversión personal y a un cambio en nuestras vidas. No ofendamos más a Dios, no sea que Él se canse de nosotros y nos ocurra algo peor, de lo que ahora en estos momentos con la pandemia, está ocurriendo a nivel mundial.
Y por último como siempre conversión y oración, son necesarias, hagamos vida el Evangelio. Decir también que es necesario tener caridad y amor con todos, pero ni los seglares, ni los sacerdotes debemos de guardar silencio ante estas cuestiones que están perturbando las mentes de muchos católicos. Recemos por todos y con más motivo por nuestros sacerdotes, para que pierdan especialmente sus miedos, para hablar con claridad a sus fieles, de lo que está bien o está mal.
Gracias por vuestra atención.