Orgullo del capital
Sinceramente lo que más me produce es pena. Sí, claro que rabia, pero sobre todo pena.
En la cola de la carnicería unos parroquianos a los que el escaso pelo que les queda es totalmente blanco bromean sobre que esa noche -el pasado sábado- van a aprovechar la manifestación del “orgullo” para “salir vestíos de flamenca” a la calle. Están de broma entre ellos y hablan a voces en el establecimiento. Como estamos en un pueblo pequeño, prácticamente todos se conocen -menos yo- y sonríen las ocurrencias disparatadas del grupo.
Una de las chicas que atiende la charcutería los mira y se mantiene seria. Tampoco una cosa desmesurada, pero se le nota. Uno de ellos la llama por su nombre, y le dice “¿tas enfadao? ¿No te gusta que vayamos al orgullo? ¿No te gustan los mari… los gueis?” Ella alza la cabeza y la voz, y dice que no hay que tomárselo a broma y que ella está “muy a favor. De los gueis, de las lesbianas, de tó. Que cada uno haga lo que quiera“. El grupo celebra ruidosamente el alegato. “Eso é, pue por eso nos vamo a vestí tos de flamenca, ea.” La joven sonríe pero no parece muy conforme. Da a entender que es una jornada muy importante y que no se debe tomar a broma. Los parroquianos se van al pasillo de las bebidas.
10 minutos después todavía están discutiendo sobre el vino a comprar, y los que quedamos en la carnicería olvidamos el tema. Otro de los clientes comenta algo a la misma joven. No me entero del principio de la conversación, pero ella sonríe ampliamente, se le ilumina la cara. Por lo visto le renuevan el contrato. Otros seis meses. Está de suerte. Enganchará otro contrato temporal cobrando unos 700 euros por jornada completa que siempre se acaba alargando varias horas. E irradia felicidad.
Firmará en unos días. Y mientras, mantendrá alta la cabeza, porque allá donde alguien bromee sobre los derechos fundamentales del pueblo, ella defenderá que se tomen en serio los desfiles de travestidos tirando serpentinas y meando en las puertas de la iglesia. “Maricas y bolleras también son clase obrera“, gritarán. Y dentro de seis meses, a ver si hay suerte y tenemos otra alegría, otro contrato de 700 euros.
Los partidos del sistema, claro está, encabezarán la marcha. Los sindicatos cambiarán sus banderas rojas por las de colorines. Miles y miles de semejantes a la chica de la charcutería se extasiarán defendiendo “derechos”. Los medios señalarán el éxito de la jornada reivindicativa.
Y los amos de todo ello les acariciaran el sumiso lomo, susurrándoles “Hemos defendido la libertad, la dignidad y los derechos. Bien, chavales, bien. Tomad vuestro cuenco de arroz y, ale, a trabajar.”