Nuestros hijos y sus libros de historia. Versión comunista de la guerra de 1936 (II).
(Por José Fermín Garralda)-
Miren Vds.: no hay que fiarse de las editoriales ayer selectas ni -quizás- de algunos docentes. Todo tenemos que revisarlo de nuevo este 2023. No sé hasta donde llega el imperativo legal, pero es hora de animarse a una obligada objeción de conciencia.
Este año, los alumnos de 4º de ESO estudiarán un aluvión de errores sobre la España de 1936-1939, en los libros, ayer solventes, de SM, Edelvives y Vicens Vives. Estas editoriales defienden el error, sometiéndose quizás a una ley totalitaria ante la que no van a ejercer la objeción de conciencia. Este es el quid de la cuestión y su hora de la verdad. Tales errores siguen a los de la IIª República (SP’ UCE nº 21), y son los siguientes.
1º Las tres editoriales imposibilitan comprender la Cruzada de 1936. ¿Cómo?: omitiendo la raíz y procedimientos de las ideologías revolucionarias, los objetivos de sus líderes, de la masonería y la IIIª AIT, la persecución religiosa en la Constitución y las leyes, el anticlericalismo en la calle, la horrorosa persecución durante la guerra, y la Carta Pastoral de los obispos españoles al mundo entero. Enorme omisión ésta que anuncia la persecución que vendrá, en la que nos protegerán los mártires de la Iglesia en los altares.
2º Las editoriales crean la leyenda rosa de la supuesta legalidad republicana –que hoy se define como democrática aun sin serlo- y la negra del asalto violento a dicha legalidad por las “derechas”. Omiten la marcha violenta hacia la Revolución desde febrero a julio de 1936, la provocación que supuso ésta a las fuerzas del Orden, y que el Gobierno dejase hacer a los conspiradores para mejor detenerlos. Ignorar las diferencias entre los asesinatos del teniente Castillo y José Calvo Sotelo (S.M. p. 177), es soterrar los agravantes del segundo realizado con responsabilidad del Gobierno.
El fracaso del pronunciamiento militar en España (no golpe de Estado, SM p. 177, 181), se prolongó en alzamiento nacional. Tanto la Revolución roja de octubre de 1934, como la media España que se resistió a morir, quitan argumentos de queja.
Aquel algo tiene que ver con la Revolución de Octubre de 1917 (San Petersburgo) de Lenin y Stalin y su tercer golpe de Estado al perder las elecciones en enero de 1918. Nada con la marcha sobre Roma de Mussolini en Octubre de 1922. Y menos con Hitler, que sería el único que venció en las urnas, el 43’9% frente al 18,3% del segundo –socialdemócratas-, diferencia irrelevante para el libro SM (p. 144).
3º Se dice que 1936 fue un “ejemplo y preludio de la fractura europea entre democracias y dictaduras” (SM, p. 186). ¿Seguro? ¿Es que la URSS de Stalin era una democracia? ¿Es que Hitler y Stalin no se repartieron Europa Oriental en el tratado Ribbentrop-Molotov del 29-VIII-1939, que el libro minusvalora, cita de pasada, lo centra en la No Agresión, lo ciñe a Polonia y sólo una vez de dos dice que “incluía un protocolo para repartirse Polonia” (SM p. 153, 160)? No; dicho tratado fue en toda regla, la URSS invadió Polonia, los tres países bálticos y también Finlandia, y se los apropiará. La No Agresión entre Hitler y Stalin, era la Agresión de Hitler a media Polonia y de la URSS a la otra media y… cuatro países más. La guerra mundial la decidió el expansionismo militar en Europa y Japón.
4º La Revolución se escudó tras la República. El primer objetivo de los sublevados no fue “acabar con la República” (SM, p. 186), porque entre los generales “golpistas” hubo republicanos convencidos. Lo que querían era acabar con el caos y el rápido deslizamiento a la Revolución que se preparaba, como radió Mola en agosto.
EL PSOE y PC identificaron la República con el Frente Popular y la Revolución, en forma de la dictadura del proletariado dirigida por Moscú. También lo hicieron los anarquistas CNT y FAI y trotskistas POUM, aunque al margen de Moscú. Esta enorme división, hace tramposo identificar los dos poderes en Madrid como pluralidad política: el Gobierno (burgués, PSOE y PC) y las otras fuerzas revolucionarias. También es tramposo diluir la guerra interna entre los “republicanos”, hablar de enfrentamiento (p. 183) en vez del exterminio de anarquistas y trotskistas por parte del PSOE y PC. Abad de Santillán afirmará que las colectividades anarquistas en Aragón fueron “aplastadas a sangre y fuego por las divisiones comunistas”.
Todos hicieron “su” Revolución y ello aniquiló la República. La obediencia estalinista de Negrín y la presencia de consejeros, comisarios y agentes de la URSS, impusieron la “pluralidad” comunista. ¿Los culpables?: los anarquistas y trotskistas, claro. Esa falsa “pluralidad política” no era una virtud de la “democracia popular”, ni la concentración de poderes en Franco era un vicio (p. 186)… fascista, sino pura envidia del vencido.
5º El tema de la represión es de triste antología. La represión revolucionaria –no dice republicana- sería espontánea, mientras que la nacional sería metódica y sistemática (SM p. 185, Edelvives p. 167, Vicens Vives p. 148). SM ignora la represión organizada en las prisiones del Gobierno, de miles de “antifascistas” no comunistas y otros partidarios de la rebelión militar, así como Paracuellos del Jarama y el universo chekista. No existió una Cruzada defensiva.
Se “olvida” que la Revolución inició la eliminación programada de la Iglesia, expulsada de la legalidad mucho antes de 1936. Ello no hizo a la CEDA desafecta a la República (Gil Robles) sino a “esa” República, es decir, a la Revolución. Tampoco la persecución religiosa fue contra “aquellos grupos considerados simpatizantes de los sublevados” (SM, p. 185), sino contra los católicos por el mero hecho de serlo, contra una “clase” social entera, calificando a jornaleros, zapateros o campesinos como burgueses por sus ideas. Se omite el genocidio declarado, sistemático y con un odio atroz, contra casi 7.000 clérigos y monjas, el de miles de católicos por el hecho de serlo y la destrucción de todos los objetos y lugares de culto. La mayor persecución religiosa de la Historia se expresa con los términos “incidentes” (p. 185), “sacerdotes hostigados” (Vicens Vives p. 145) o terror “contra representantes del clero” (Edelvives p. 167).
No existió el bombardeo de Cabra. Se hablan de los males de la postguerra pero no de sus causas. Se elevan las cifras de las víctimas. Se ignora que muchos exiliados volvieron pronto, y que la precariedad afectó a todos, sobre todo en las ciudades.
Los revolucionarios provocaron el golpe, se les escapó el alzamiento, y fracasaron por sus propios errores. No, ni perdonan eso, ni la posterior paz, ni el resurgir de España hasta ser la octava potencia económica del mundo, ni la paulatina reconciliación de la gente.
Publicado en “Siempre P’alante. Unidad Católica de España”, IIª Época, nº 22 (1-IX-2023), pág. 14