No hay debate
Corrían los años finales del franquismo. La democracia aparecía en el horizonte como algo inevitable y salvador. A nuestros oídos llegaban las excelencias de la democracia.
“En democracia todas las opiniones son respetadas. Las discrepancias se resuelven en debates civilizados, en los que nadie es ofendido”.
“Del dicho al hecho…”.
En estos días un partido político busca su nuevo presidente. En el proceso electoral han quedado dos candidatos, que luchan por el puesto. Algunos han propuesto la celebración de un debate, para que cada uno exponga a sus electores sus ideas y proyectos y éstos puedan decidirse. Pero quienes dirigen el proceso se han negado.
Han dado como razón que los posibles argumentos, expuestos por cada uno de los contendientes, podrán ser usados por los otros partidos. Además, que se puede dar sensación de una división que no es conveniente.
Resulta, que el debate civilizado, que los partidarios de la democracia nos aseguraban que era el procedimiento para superar las discrepancias, ¡no es posible en el seno de un partido! ¿cómo va a ser posible entre partidos de diferente ideología? Aunque esto ya llevamos cuarenta años viéndolo.
Fijémonos bien. Que no se trata del debate entre dos partidos diferentes. Se trata de uno entre miembros del mismo partido.
Es una prueba más, y bien evidente, de la mentira en que se basa la democracia. Aquello que prometían como el remedio mágico lo rechazan como perjudicial.
“Del dicho al hecho……hay que coger el tranvía”.