No hace falta usar preservativo
En estos días pasados, han aparecido, tanto en la prensa como en los programas televisivos, avisos de las autoridades sanitarias sobre el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (antes venéreas) recomendando el uso del preservativo.
A nuestro juicio se trata de un alarde más de los gobiernos de la situación que quieren arreglar todo y no hacen más que ponerlo peor.
Tuvimos la suerte en nuestra juventud de leer buenos libros que nos recomendaban la pureza. En uno de ellos venía la frase de un autor alemán del siglo XIX que decía: Las enfermedades venéreas solo se pueden evitar a través de una castidad absoluta y sin concesiones.
El preservativo es un artilugio viejo de centurias. Fue inventado por un médico ingles apellidado Condom (de ahí viene el nombre) en tiempo de los reyes Estuardo. Y de su ineficacia dan prueba los avisos citados. Que no dicen nada nuevo.
En nuestra juventud pudimos comprobar, por los compañeros habituales de la fornicación, que todos acababan agarrando “purgaciones” o similares. Por los mismos clientes de tales establecimientos, sabemos que, en todos los prostíbulos, en lugares destacados, se exhibían anuncios recomendando a los clientes velasen por su salud, utilizando el artilugio.
Y las enfermedades se seguían propagando. Se han seguido propagando y se propagan, como lo demuestra el aviso que hemos citado al principio. A las clásicas de entonces, hace unas décadas que se añadió el sida.
El anuncio en cuestión es un engaño para la juventud. El preservativo evita los contagios en casos puntuales. Pero su uso continuado no impide que se termine por contraer una enfermedad.
Porque quienes empiezan usándolo terminan por no usarlo. Según proclamaban en nuestra juventud los asiduos de la fornicación: “usar preservativo es como chupar los caramelos con papel”. El fornicador se hace adicto. Llega un momento en que pide más placer. Y prescinde del preservativo. Algunos llegan en su corrupción personal a desafiar a la naturaleza dándoselas de valientes rechazando la protección. Hemos conocido casos. Incluso un jeroglífico que circulaba en Alemania y venía a decir: “El que tiene valor puede fornicar sin goma”. Y desafiar a la naturaleza tiene algo de diabólico: es desafiar a Dios.
El aviso y la recomendación que las autoridades han hecho a través de la prensa no sirve para nada.
De nuestro paso por la IPS (Milicia Universitaria) recordamos que los sábados por la tarde recibíamos sendas conferencias de tipo religioso y sanitario. En el primer sábado habló un Capellán encareciéndonos la castidad. A continuación, lo hizo un teniente médico que comenzó así: “Lo mejor es que hagáis caso a lo que os ha dicho el “páter”, pero como ya sabemos que no lo vais a hacer, cumplo mi obligación…” y nos daba una serie de consejos para evitar los contagios.
Hoy echamos en falta el que a nuestros jóvenes se les diga lo que se nos decía a nosotros. “La castidad es posible y muy conveniente para los jóvenes”. “Las enfermedades venéreas solo se pueden evitar mediante una castidad absoluta”. Y esto tenían que repetirlo el clero y la jerarquía. Lamentamos tener que acusarles de su silencio.
Como ellos callan, hablamos nosotros. Y decimos a los jóvenes de hoy que lo que otros hemos logrado lo pueden conseguir ellos. Que no se dejen engañar.
Recomendar medidas profilácticas, sin, a la vez, exaltar la eficacia de la castidad, lo consideramos un engaño a la juventud. Y la prueba está en los mismos avisos de las autoridades sanitarias. Que no dicen nada nuevo. Es un mero cumplir de cara a la galería.
No podemos terminar sin recordar a los jóvenes de hoy que diariamente nos encomendábamos a la Santísima Virgen pidiendo ayuda en la lucha por la pureza. Y estamos seguros que nuestras súplicas fueron atendidas. Pues al auxilio de María, más que a nuestro esfuerzo personal, atribuimos el que no hayamos necesitado usar el artilugio en cuestión para librarnos de las enfermedades venéreas.
Escrito en el día de San Luis Gonzaga, modelo de pureza.
Zortzigarrentzale.