Necesitamos un Rey (I)
Agurre beltza orrekin.
Ez gera konpondu
Don Karlos bear degu
Goiz edo berandu
Con este viejo liberal / no nos arreglamos / necesitamos a Don Carlos/ Pronto o más tarde.
Canto de los voluntarios guipuzcoanos (1872-1876)
Los voluntarios carlistas no decían “queremos a Don Carlos”, sino “necesitamos”. Porque una sociedad no puede subsistir sin una autoridad que la rija. Y esa autoridad la representaba el Rey. Como la venía representando, y actuando, desde siglos atrás.
Fue precisamente en Guipúzcoa, donde, en el siglo XV, un grupo de hidalgos levantiscos declararon la guerra a las villas de la Provincia. Ello con la formalidad que da un acta levantada ante un escribano. La respuesta del Rey Enrique IV no se hizo esperar. A pesar de la fama de indolente que dicho Monarca dejó en la historia, desde la ciudad de Santo Domingo de la Calzada, emitió un decreto por el que ordenaba a los signatarios de la declaración de guerra se trasladasen inmediatamente a la frontera con el reino de Granada, donde, si querían guerra, se la podían hacer a los moros. Así evitó el Rey días de sangre y luto a la Provincia.
Ha concluido el proceso al process. En aplicación de las leyes vigentes la acusación ha pedido largas penas de prisión para los inculpados. Todo muy legal. Pero no podemos menos de asustarnos ante la magnitud de las penas. Tantos años encerrados, privados de libertad y separados de sus familias, nos abruman.
No pedimos el indulto para los inculpados. Sería dejar impunes una serie de delitos de lesa patria. Hacer de la justicia una pantomima.
En nuestras reflexiones llegamos a la conclusión que necesitamos una autoridad. No nominal; sino efectiva. Una autoridad que hubiera actuado a tiempo para impedir los hechos que se han juzgado y calificado con las penas de prisión tan dilatadas. Había que haber prevenido a su tiempo, para no tener que lamentar ahora.
En teoría tenemos un Rey. Pero con un sistema que le priva de toda actuación. Es que, siempre en teoría, la autoridad la ejerce el gobierno elegido por el pueblo. Pero en los sucesos de Cataluña los gobiernos no ejercieron su autoridad. Y lo que podía haber sido impedido con una acción proporcionada de las fuerzas de orden público, se produjo porque los gobernantes de turno, miraban más a la permanencia en el poder que a su deber.
Por eso creemos que sería de justicia juzgar a los gobernantes de Madrid por traición. Ya sabemos que es imposible. Pero como han sido culpables, por omisión, de los sucesos que hoy se condenan, sobre su conciencia tiene que pesar el que unos hombres tengan que sufrir largos años de prisión.
Con un Rey de verdad no habría sucedido lo que ahora lamentamos. A lo largo de la historia los reinos de España sufrieron crisis semejantes. Y se resolvieron porque había una autoridad que se concretaba en un Rey consciente de sus derechos y de sus deberes. Los males se cortaban de raíz. Sin tanta palabrería como la que hoy se usa para no hacer nada. Se habría hecho algo tal elemental como lo que dice el refranero: prevenir antes de lamentar.
A los condenados no les queda otra salida que tener paciencia. Pero el mal que hoy sufren, algún día nos afectará a todos. No nos satisface nada. Y no vemos otra salida a la situación. Por eso, para que no nos volvamos a encontrar en semejantes callejones sin salida, proclamamos como los guipuzcoanos de Don Carlos VII: NECESITAMOS UN REY.
Zortzigarrentzale.
Un comentario en “Necesitamos un Rey (I)”
Episcopus96
Estimados escribiente,
No puedo sino mostrarme totalmente totalmente de acuerdo con vuestra reflexión. La figura del “Rey” es totalmente necesaria en unas Españas que adolecen su ausencia. Como bien decís, su autoridad debe ser efectiva y debe cumplir y hacer cumplir las leyes de sus reinos y señoríos, las cuales deben estar sustentadas por la Ley Natural.
No obstante, aquí dejo mi reflexión: estas personas que protagonizaron la rebelión en el Principado de Cataluña “se revolvieron” contra unos ordenamientos legales totalmente vacíos, los mismos que los gobernantes matritenses también ignoran e incumplen. Por esa “regla de tres”, todas las partes son, como afirmáis, igualmente traidoras.