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7 de marzo de 2018 0

Mujer

Cuando uno se mete en estos berenjenales teóricos del feminismo, y sus versiones radicales posmodernas, simplemente llega a la conclusión de que estamos ante el sorprendente fenómeno de feministas que huyen de la “Mujer”.

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El liberalismo decimonónico aniquiló las libertades concretas; el comunismo exterminó las comunidades y pueblos reales; el socialismo aniquiló la vida social para someterla al más pegajoso de los estatismos; y, por tanto, cabe sospechar que el feminismo ha querido eliminar a la mujer sustituyéndola por un sucedáneo aún difícil de determinar.

Entre otras cosas porque incluso el clásico feminismo ha muerto en aras de un posfeminismo cambiante que niega las tesis que defendía hace escasas décadas entusiastas feministas con ardor. Un seguimiento del desarrollo teórico de feminismo evidencia sus contradicciones constantes, pero a nadie le importa un bledo. El sutil posfeminismo en cuanto que ideología alienante (que evita que pensemos las cosas como son) es una vorágine de discursos, excursos, exabruptos intelectuales, sin la más mínima ilación lógica (y lo dice uno que lo ha estudiado a fondo). Sólo hay un denominador común: el adoctrinamiento posfeminista es una construcción lingüística ingeniada para culpabilizar a aquél que meramente pretenda discutirla legítimamente desde un plano racional. Sólo querer abrir un debate sobre la ideología de género te aboca a ser lanzado al que sería el “décimo círculo” del infierno de un Dante, que le hubiera tocado inventar si hoy escribiera la Divina Comedia. Pues habría tenido que añadir en el infierno un último círculo dedicado a los “reaccionarios o facciosos”.

La posverdad feminista se ha convertido en una verdad dogmática imposible de ser debatida, dialogada, consensuada, y tantos participios y adjetivos como le queramos añadir, quedando como unos pobres idiotas y moderados demócratas que deseamos hablar del tema. Pero algo nos ha enseñado el deambular político de tantos años, y es que los que se llenan la boca de democracia y diálogo, sólo permiten imponer sus delirantes monólogos. Judith Butler, autora de El Género en disputa. Feminismo y la subversión de la identidad, afirma en esta obra: “Las cosas no son lo que son, sino lo que quiero que sean” ¿Cómo dialogar entonces sobre el feminismo, la feminidad o la mujer, si ya se ha decidido a priori que el voluntarismo domina sobre la razón y nunca tendrá por qué aceptarse una conclusión aunque se demuestra su validez? ¿Cómo dialogar con la endiosada Simone de Beauvoir, cuando afirmaba que la mujer “es un hombre con un cuerpo molesto”? Aserción que ni siquiera nos permite consensuar cuál es el sujeto de lo femenino. La pregunta que surge es evidente, cuando decimos “mujer”, ¿sobre qué estamos hablando? Lo tremendo es que, Simone de Beauvoir, pronto fue superada y otras feministas radicales la consideron demasiado “reaccionaria”. El colmo.

el adoctrinamiento posfeminista es una construcción lingüística ingeniada para culpabilizar a aquél que meramente pretenda discutirla legítimamente desde un plano racional.

afroditaAsí, Catherin Mackinnon, en su obra Hacia una teoría feminista del Estado, en un asolador capítulo titulado Creación de la conciencia, desdobla lo femenino en dos realidades: “En cada mujer hay dos, la inspectora y la inspeccionada … La inspectora de la mujer dentro de sí misma es masculina, la inspeccionada es femenina”. La conclusión es lógica: la mujer para liberarse tiene que matar una parte (masculina) de su interior. Pero el posfeminismo aún tenía mucho camino que recorrer. Germain Greer quiso escandalizar al personal escribiendo La mujer eunuco. Abrió un nuevo abismo en la reflexión de la mujer creyendo que la provocación era la vía revolucionaria que las mujeres se descubrieran a sí mismas. Si uno tiene estómago para leer este texto encontrará exabruptos dedicados a las mujeres remilgadas, como los que siguen: “Si te crees emancipada, intenta probar como sabe tu sangre menstrual. Si la idea te repugna, te queda un largo camino por recorrer, nena”. Monda lironda, nena. Viva el progresismo.

No es de extrañar que Germain Geer, aplaudiera con entusiasmo el (acallado) intento de asesinato de Andy Warhol por parte de Valerie Jean Solanas; esta mujer, a la sazón era una escritora feminista radical. Estos hechos no se suelen relatar porque no hay que dar a entender al común de los mortales que muchos mitos progresistas son incompatibles entre sí. No en vano Solanas había escrito el Manifiesto SCUM – “Society for Cutting Up Men” (que se traduciría por el tétrico: Sociedad para cortar en pedazos a los hombres). El lema de Solanas era “a la liberación de la mujer por la exterminación del hombre”; y el pobre Warhol casi se convierte en el primer caso práctico de esta teoría. Algo más moderada fue Kate Millet en Política sexual, a ella se debe la frase “cualquier mujer que duerma con un hombre duerme con su enemigo”. Podríamos seguir con profetisas de lo que todavía nos está por llegar. Shulamith Firestone, autora de La dialéctica del sexo, ya aboga directamente por la abolición legal de la familia a sabiendas de que ello derivará en prácticas incestuosas. De hecho, los que más se escandalizan hoy de la pedofilia, serán los que el día de mañana pedirán legalizar las relaciones sexuales con menores. Y sino, al tiempo. Por desgracia ya sabemos cómo funcionan estos mecanismos -iba a decir de control- de disolución del pensamiento racional.

Nos parece insólito que las izquierdas lo sigan celebrando cuando han aceptado que la “mujer” es un constructo cultural capitalista que hay que deshacer y alcanzar una nueva realidad.

9105b735c80185c484b2ac793675f354.jpgCuando uno recorre el arduo sendero del desarrollo de las teorías feministas desde su principio a la actualidad, se sorprende de un hecho: la genialidad de algunos/nas para que tantos insufribles textos llenos desvaríos y resentimientos, acaben perfectamente simplificados y codificados en las camisetas con que nos ilustraba Anna Gabriel. En su más de treinta camisas contabilizadas, se reúne de modo telegráfico el pensamiento del feminismo radical, tan pesado de leer y estudiar, pero tan entrañablemente mostrado y sintetizado por nuestra musa catalana. Reconocemos que es una genialidad del marketing (capitalista) revolucionario. Conseguir además que ciertos políticos antisitema, varones de facto, con genitales en su sitio, se refieran a sí mismos como “todas nosotras” o “portavozas”, me parece la genialidad que consagra la estupidez como canon de lo político. El varón hoy se autoextermina, sino físicamente, al menos lingüísticamente. Habrán podido adivinar que este escrito se debe a la inminente proximidad del Día de la Mujer Trabajadora. Nos parece insólito que las izquierdas lo sigan celebrando cuando han aceptado que la “mujer” es un constructo cultural capitalista que hay que deshacer y alcanzar una nueva realidad. Una realidad que pasa por exterminar al “hombre” como realidad ontológica. Esto es la revolución, la negación de la realidad.

Cuando uno se mete en estos berenjenales teóricos del feminismo, y sus versiones radicales posmodernas, simplemente llega a la conclusión de que estamos ante el sorprendente fenómeno de feministas que huyen de la “Mujer”. Y que la criminalización constante de lo masculino, es una forma de imposibilitar el redescubrimiento de lo femenino. Porque sin hombre no hay mujer y sin mujer no hay hombre. Y parece que hay alguien se ha empeñado en que la humanidad desaparezca tal y como nos ha sido dada. Me apuesto lo que quieran que en algún momento, alguien citará este artículo para acusarme de homófobo, feminicida, u otro de tantos palabros que se inventan los que no quieren razonar dialogando. Por mi parte seguiré buscando el “Eterno femenino”, que de eso sí estoy cierto que existe.
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