Seguir el blog (Follow.it)

27 de septiembre de 2025 0

Los pitagóricos y Heráclito, entre la armonía y el fuego del cosmos

Por Javier Manzano Franco

Cuando pensamos en los presocráticos solemos imaginarlos como pensadores lejanos, apenas unos nombres en manuales de filosofía. Sin embargo, si miramos más de cerca, descubrimos que aquellos hombres no solo especulaban sobre el origen de las cosas: estaban forjando visiones del mundo que aún hoy nos interpelan.

Los pitagóricos, herederos de la figura carismática de Pitágoras, fueron algo más que matemáticos. Formaban comunidades en las que filosofía, política, medicina, música y religión se entrelazaban. Su objetivo no era acumular saberes fragmentados, sino ordenar la vida en torno a un principio: la armonía. Para ellos, el número no era un simple cálculo abstracto, sino la clave misma de la realidad. El cosmos estaba tejido de proporciones, ritmos y relaciones, y el hombre debía encontrar su lugar en esa música universal.

De ahí que cultivaran la ciencia y la música como ejercicios de purificación: estudiar geometría, practicar la lira o vivir con sobriedad no eran actos separados, sino formas de ajustar el alma a la armonía cósmica. Incluso la política participaba de este espíritu, como muestra la figura de Arquitas de Tarento, filósofo y estratega, que encarnó la unión entre saber y gobierno.

En contraste, Heráclito de Éfeso, otro gigante de aquel tiempo, puso el acento en la otra cara del cosmos: el devenir. “Todo fluye”, decía. Frente a la visión pitagórica del número que ordena, Heráclito afirmó que la ley universal se expresa en la tensión de contrarios, en el fuego que consume y renueva, en la guerra que es padre de todas las cosas.

Lo fascinante es que ambas perspectivas (la armonía pitagórica y el fuego heraclíteo) no se contradicen del todo, sino que revelan dos dimensiones complementarias del mundo. Para los pitagóricos, el universo es música; para Heráclito, es combate. Pero música y combate, orden y movimiento, forman parte de una misma verdad: la de un cosmos vivo, regido por leyes que trascienden la voluntad humana.

Hoy, en una época dominada por el individualismo y la tecnocracia, estas lecciones nos recuerdan que el ser humano no es el centro del universo, sino parte de un orden mayor. Vivir bien no consiste en imponer caprichos subjetivos, sino en armonizarse con el ritmo del todo o en aceptar con grandeza la ley del devenir. Quizá por eso los presocráticos siguen siendo tan actuales: porque en sus intuiciones palpita una sabiduría que hemos olvidado pero que todavía puede ayudarnos a reencontrar sentido en un mundo que corre el riesgo de perderlo.

(Visited 1 times, 1 visits today)

Deja tu comentario

Ahora Información agradece su participación en la sección de comentarios del presente artículo, ya que así se fomentan el debate y la crítica analítica e intelectual.


No obstante, el equipo de Redacción se reserva el derecho de moderar los comentarios, sometiéndolos a una revisión previa a su autorización.


Aquellos comentarios que lesionen el honor de terceros o incluyan expresiones soeces, malsonantes y ofensivas no serán publicados.


Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*
*