Los hospitales de pandemias
(Por Miguel Ángel Pavón Biedma) –
Unas semanas atrás fue inagurado, en Madrid, el hospital “Enfermera Zendal”. Nació con todo tipo de críticas. El ministro de turno, un tal Illa, no acudió a la inaguración. Las primeras quejas procedían de que carecía de un departamento de seguridad laboral. Después manifestaron la carencia de plantilla propia. Que los traslados son forzosos y que los que lo rechazan serían penalizados, sin contratos, durante un año. (https://www.esdiario.com/espana/215216363/El-balance-del-Hospital-Zendal-en-su-primer-mes-deja-sin-habla-a-los-sindicatos.html). Sin entrar en temas laborales, que para eso están los expertos, liberados, gerentes, financieros y demás personal sobreañadido (que a la mayoría de los médicos y enfermeras que vemos pacientes de carne y hueso y no números, generalmente nos estorban) y siguiendo la frase bíblica, “hay un tiempo para la paz y otro para la guerra”. De la misma forma hay un tiempo para arrimar el hombro (que es lo que han hecho la mayoría de los sanitarios desde el inicio de la actual catástrofe) y otra tiempo para puntualizar y mejorar las condiciones laborales. También es cierto que siguiendo la sabiduría popular “lo mejor es enemigo de lo bueno” y “el camino se hace andando”. Lo cierto es que los resultados clínicos parecen ser aceptables, incluso muy buenos. Desde luego parece que hay muchos detalles que mejorar (https://www.mundodeportivo.com/actualidad/20210124/491727509059/criticas-comida-hospital-zendal-madrid-servicio-sanitarios-pacientes-act-pau.html). La actividad sindical, popularmente desacreditada, es a veces muy dañina y merecería un debate sobreañadido pero no es momento de buscar más ríos revueltos y fondos oscuros.
En Andalucía anuncian que, en los próximos días reabrirán el antiguo Hospital Militar Vigil de Quiñones (https://www.diariodesevilla.es/sevilla/interrogantes-Hospital-Militar-reapertura_0_1537646433.html). Fue un hospital modélico hasta que decidieron que “la paz perpetua y el bienestar habían llegado”, que ya no había que temer amenaza alguna y que la red sanitaria militar (diseñada para apoyo a la milicia y para situaciones de calamidad pública) carecía de interés. Se cerró en el 2004. Lo que quedaba fue expoliado y ahora, a toda prisa, intentan reconstruir el hospital. Como es de suponer, ya han surgido las primeras voces que se preguntan de qué plantilla estará dotado, de donde va a salir el personal y, supongo, de qué manera es posible engrosar el monto de personal gerente y administrativo en detrimento de los clínicos. Como es natural, su cierre y derribo fue acompañado de la oportuna recalificación de terrenos (https://elcorreoweb.es/historico/la-junta-aprueba-la-recalificacion-del-suelo-donde-ira-el-nuevo-hospital-CFEC122101).
Todavía recordamos el antiguo Hospital del Aire de Madrid hoy en estado ruinoso. Cerrado con la misma política y visión lisonjera de la realidad, hubiera sido muy útil en esta pandemia. Nadie quiso verlo así. Se han hecho distintos intentos de recalificación de terrenos (https://elcorreoweb.es/historico/la-junta-aprueba-la-recalificacion-del-suelo-donde-ira-el-nuevo-hospital-CFEC122101). Ignoro si alguno de ellos llegó, finalmente, “a buen puerto”.
Todas estas mudanzas en la red sanitaria militar fueron bendecidos por sus dirigentes de entonces que no se limitaron a decir “sí, a sus órdenes” sino algo parecido a “sí, sí, sí, sí Señor”. La última anécdota es el cambio de nombre del Hospital Militar Gómez Ulla. Sin abandonar del todo su antigua denominación pasa a llamarse “Centro de Vida y Esperanza” (https://www.20minutos.es/noticia/4530835/0/cambio-nombre-hospital-gomez-ulla/). Debe ser que a la señora ministra le escuece, en los oídos, eso de “militar”, que le suena a películas de Rambo o algo semejante. Llamarle, específicamente, centro de vida y esperanza es como afirmar que los demás hospitales ni favorecen la vida ni generan esperanza. La sanidad militar nació para poner un poco de humanidad en eso tan inhumano que es la guerra y no necesita de eufemismos varios. Tiene, en realidad, un indiscutible prestigio propio.
En definitiva ha existido, desde hace años, una falta de previsión. Muchos pensábamos que algo como esto podía ocurrir. Sin embargo, ver sólo e el “aquí y ahora”, el convencimiento de que estamos en el mejor de los mundos posibles, es un pesado lastre. La falta de perspectiva conllevó el cierre de muchos centros sanitarios que eran de un gran interés público. Pérdidas irrecuperables que ahora, a toda prisa, intentan ser subsanadas. También resulta difícil crear centros nuevos “sin molestar a nadie”. Quizás ha faltado “visión de futuro”. Por otra parte el funcionariado, en general, la administración del Estado, se caracteriza por un exceso de personal o más bien una inadecuada distribución de cualificaciones y funciones, un exceso de carga administrativa que entorpece la necesaria agilidad en un momento tan crítico como el actual, una legislación competitiva y compleja, sindicatos que protegen sus propios intereses corporativos, directores hospitales que silencian sus opiniones, muchas veces críticas, sin otro ánimo que el de prosperar profesionalmente. Una sociedad basada no en la resolución de problemas sino en un mundo ficticio de cargos e intereses momentáneos donde el silencio y la aquiescencia tienen su premio.
Un comentario en “Los hospitales de pandemias”
Miguel Angel
Uno de los episodios más curiosos es la existencia de múltiples intentos de sabotaje, provocando averías continuas, a las instalaciones del hospital Enfermera Zendal. ¿A quién puede molestarle la existencia de un hospital en tiempos de pandemia? Todos lo sabemos