La tendencia apocalíptica que hace mucho daño a la Iglesia
Días atrás oí decir a un sacerdote que “hay una tendencia apocalíptica que hace mucho daño en la Iglesia”. Verdad a medias o incompleta (por lo tanto falsa) y que podría afirmarse, igual con más verdad, en sentido contrario: “la tendencia apocalíptica que tanto bien hace a la Iglesia”.
Igual de falso seria afirmar que una determinada congregación, instituto religioso, movimiento o asociación de fieles hace daño a la Iglesia.
Quizás hacen daño aquellos que dirigen su acción apostólica principalmente hacia los que ya están, olvidándose o dejando en segundo plano lo del “ir al mundo entero y predicar el evangelio” y promueven únicamente sus “capillitas”.
Quizás hacen daño aquellos que
consideran “menor” el apostolado o las “capillitas” de otros. Que consideran que la Iglesia son ellos y solamente ellos.
Quizás hacen daño los que critican o descalifican a otros desde su atalaya sin argumentar nada o simplemente siguiendo consignas.
Lo que objetivamente hace mal a la Iglesia es el pecado. El pecado de sus miembros. Mi pecado.
En estos tiempos y en las décadas pasadas si alguna desviación ha prevalecido es “el buenismo” que, a mi corto entender, ha reducido la verdad evangélica predicada. ¡Que pocas veces he oído homilías sobre el pecado! Y en mucho, en mucho tiempo, no he oído citar desde el púlpito al padre de aquella. Al padre de la mentira.
Los movimientos, las tendencias, etc. solamente valen si sus frutos son buenos y pueden no valer aunque obtengan buenos frutos si el Camino para alcanzarlos no ha sido la Verdad.
Aquella afirmación primera que oí sin querer tras la misa, y que iba dirigida a una sencilla feligresa que interpeló al cura por su homilía, me recordó el comentario de otro cura: “Predican siempre del amor que no practican”.
Yo, que todos los días tengo que comenzar el camino del Amor, quisiera no haber oído lo que oí y así seguramente no tendría que empezar de nuevo.
¡Que bueno es el silencio!