La oveja que se perdió en el bosque de la Ciencia
El Tiempo es uno de los instrumentos divinos que escriben la historia de la humanidad y el destino de las más grandiosas obras del hombre queda a merced de sus designios.
La Reforma protestante dividió hace quinientos años a la Cristiandad. Fue una división espantosa y sangrienta que culminó con la derrota de la unidad de la Iglesia. La Historia guarda para España el honor de combatir bajo la bandera de la obra de Cristo. El hecho trágico de la falta de amor en España para el relato de su propia historia, no cambia la memoria de la construcción de Europa.
Desde el siglo XVI, el único timón de la nueva iglesia escindida fue el barniz nuevo de la ciencia teológica. La eliminación del magisterio y de la tradición de la Iglesia desamparó la fe del hombre y, los fieles protestantes, quedaron con el único apoyo de los Evangelios para encontrar a Dios. Dando al César lo que era de Dios, el Luteranismo determinó, frente a los países católicos, un mayor desarrollo económico y científico. La Reforma, tras liberar al creyente de la supuesta corrupción de las élites eclesiásticas, parecía haber ganado la batalla de la historia. Los países protestantes, rígidos, austeros y estudiosos de la biblia, dominaban el mundo.
Pero el Tiempo, ese enemigo implacable de los errores humanos, se revolvió contra la hija pródiga. Tras el estallido de la modernidad y el liderazgo social imparable de los avances tecnológicos, Europa corta las raíces cristianas de su sociedad e involuciona a una sociedad uniformada en la opulencia material y en la degeneración moral. La espiritualidad del hombre está perdida en el bosque del falso dios de la Ciencia, con los Evangelios arrinconados en los anaqueles de libros históricos.
El protestantismo ha fracasado. La lectura de un texto, aún correspondiendo ésta al tesoro de la revelación escrita, no es suficiente para un hombre moderno que no puede cargar en soledad su cruz. Las limitaciones humanas necesitan la sal de la Iglesia auténtica de Cristo para ver la luz. La iglesia luterana de hoy pervive, trasmutada, en una especie de asociación folklórica de ayuda humanitaria a marginados.
La búsqueda de la oveja perdida, en el bosque de espinas científicas, parece ser la mejor explicación del reciente gesto ecuménico del Papa Francisco. Tras más de 500 años, la flor y nata de la iglesia protestante se ha reunido para escuchar a un Papa romano.
Entramos en una nueva época.